“Me gusta reirme de todo”

Actualizado
  • 13/12/2009 01:00
Creado
  • 13/12/2009 01:00
Marta Linares de Martinelli es ante todo una mujer sencilla. Su carácter amable salta a la vista en su manera de vestir, elegante pero s...

Marta Linares de Martinelli es ante todo una mujer sencilla. Su carácter amable salta a la vista en su manera de vestir, elegante pero sobria, sus ademanes delicados, y su voz, suave y firme a la vez. Aunque se confiesa impaciente, al punto de querer que “las cosas se hagan para ayer”, la tranquilidad que proyecta parece contradecirla. Es como si los años compartidos con un hombre tan arrollador como Ricardo Martinelli la hubieran curtido y le hubieran enseñado a tomarse las cosas con calma y disfrutarlas. “Cualquier cosa sencilla me hace reír. Me río de todo”, dice la Primera Dama, derrumbando barreras desde el primer momento.

El largo entrenamiento, desde que acompañó a su esposo en la campaña política para las elecciones de 1999 le sirvió a Marta Linares de preparación para un papel del que solo tomó conciencia en diciembre de 2008, cuando se hacía evidente que su esposo iba a ganar la presidencia.

Ya entonces tenía la certeza de que Ricardo Martinelli iba a ser el próximo presidente de Panamá, por lo cual se apresuró a decirle a su hijo mayor, Ricardo Alberto, que regresara de Londres a hacerse cargo de las empresas familiares. Sin embargo, todavía está presente en ella la emoción que sintió cuando en el Hotel Marriott recibieron la confirmación oficial del incuestionable triunfo del por segunda vez candidato.

Pese a provenir de una familia activa políticamente, Marta nunca pensó seguir los pasos de su padre, Francisco José Linares, tres veces diputado y quien le advirtió desde muy pequeña que “la política es traicionera”. “Nunca te cases con un hombre al que le guste la política”, le decía, y ella obedeció. Cuando se casó con Ricardo Martinelli él estaba muy lejos de recorrer el camino que el destino pondría a su paso, años después.

Pero la vida da muchas vueltas. Marta y Ricardo se conocieron hace más de 30 años en la casa de una amiga común. A ella le atrajo la personalidad interesante y divertida de él. “Era un hablantín encantador”, recuerda. “Ya me tenía fichada”, comenta riendo. Cuando se casaron en 1978, el hoy presidente trabajaba en un banco pero en el fondo tenía alma de comerciante y eso quería ser. Dos años después empezó a trabajar con los Super 99, que más tarde se convertirían en su propio y pujante negocio.

“No fue amor a primera vista”, aclara Marta. “Tres veces me invitó a salir y tres veces le dije que no”, recuerda. Pero finalmente el consejo de su madre y la persistencia de Ricardo Martinelli la convencieron de que era el hombre de su vida, y así se convirtió en su esposa y hoy en la Primera Dama de Panamá.

EN FAMILIA

Su alegría natural y su buen humor permanente no han sido óbice para gobernar su hogar con mano de hierro. Su esposo ha sido siempre muy exigente, particularmente con los dos hijos mayores (Ricardo Alberto de 30 años y Luis Enrique de 27) a quienes desde muy pequeños los envió a trabajar en los supermercados, donde fueron desde empacadores hasta organizadores de frutas. Sin embargo, Marta considera que ella ha sido la más estricta. “Fueron siempre buenos muchachos”, dice con orgullo. “Nunca nos dieron un dolor de cabeza, el más chico era un poco travieso pero hoy es el presidente de la empresa familiar”.+3B

VIENE DE PORTADA

Sobre el carácter de su esposo, después de dudar por unos segundos, la Primera Dama confiesa que es explosivo y se enoja con facilidad, “pero con la misma facilidad recupera el buen talante”, aclara. “Con nuestra hija Carolina (20 años), sí es de mantequilla, ella es la consentida”, añade. ”Es parrandera como su papá y también de carácter fuerte como él, aunque en ocasiones es suave como yo...es una mezcla de los dos”, recalca riendo.

En las decisiones del hogar, la suavidad que la caracteriza parece ayudarle a ganar la partida. Recuerda que la decisión más difícil que tuvo que tomar fue imponerse sobre la intención de su esposo de enviar a estudiar al exterior a los hijos varones, apenas adolescentes. “A él lo enviaron a estudiar a una academia militar cuando llegó a secundaria y quería lo mismo para nuestros hijos”, cuenta. “Pero en el mundo de hoy es muy peligroso alejar a los adolescentes del seno de la familia. Igual después se fueron lejos a hacer sus maestrías”, concluye Marta.

En el gobierno, sin embargo, aunque el Presidente escucha con frecuencia sus opiniones y las de sus hijos, Marta es enfática al expresar que “las decisiones las toma él. Esa es su responsabilidad”.

Cuando se conocieron, los Martinelli solían hacer deporte juntos. “Íbamos a caminar al causeway. Yo hacía mucho ejercicio y él me acompañaba. Me pasaba a buscar todas las tardes y así empezó la relación. En ese entonces era flaco. Me engañó...”, dice recordando entre risas.

A la hora de bailar para Marta —que se considera una buena bailarina— su esposo es totalmente desorejado y tiene dos pies izquierdos. A ella, en cambio, le va bien con toda clase de música y le gustan los boleros tanto como el reggaetón que escucha su hija, aunque reconoce que lo que baila con más dificultad es la música típica.

Donde no tiene habilidad alguna es en la cocina. “No me gusta cocinar. Y si tengo que hacerlo, prefiero comer un sandwich”, acepta. Para los eventos oficiales, su mano derecha es Alida Fábrega de Ansín. “Ella es la que hace todo”, dice señalando hacia donde discretamente su Directora de Protocolo participa de la entrevista. “Pero la Primera Dama es la que da las instrucciones”, aclara Alida, saliendo espontáneamente en defensa de su jefe.

LA TAREA DE PRIMERA DAMA

Aunque hacer política jamás cruzó por su mente, es evidente que, una vez convertida en Primera Dama, Marta de Martinelli se siente como pez en el agua. Como muchas mujeres de su entorno, ha entendido el papel que tiene al lado de su esposo y se empeña en cumplirlo a cabalidad, cueste lo que cueste. “Me gusta la labor social”, asegura. Trabajadora pero impaciente, como ella misma se define, considera que ésa es su función como compañera del Presidente de la República. En ese sentido, opina que es importante darle continuidad a los proyectos que estaban en marcha y revisar las promesas que se habían hecho en la administración anterior para cumplir con ellas. “Aunque no todo se va a hacer. Uno de los programas que no va a continuar es el de 'Escuelas rancho pero dignas', porque le corresponde al Ministerio de Educación y no a mi despacho”, aclara.

Entre los compromisos que ya se han cumplido está el aumento del subsidio para familias con algún miembro discapacitado, de 30 a 50 balboas, al igual que el programa “Sonrisa Mujer” que consiste en proporcionarle prótesis dentales a las mujeres del área rural que las necesiten, no sólo para ayudarles a optimizar su alimentación y fonética, sino también a mejorar su autoestima.

Para Marta de Martinelli lo más difícil de su función es la responsabilidad que tiene “ante tantos panameños de llevar adelante una labor bien hecha y que al final nos recuerden con cariño”. Son miles las solicitudes que su despacho debe atender día tras día. Por eso cuenta con un equipo que la apoya evaluándolas para darles trámite hasta donde sea posible o remitirlas a otras entidades.

Con la mirada puesta en dos primeras damas que la precedieron y a las que admira -su tía y primera esposa de Arnulfo Arias, Ana Matilde Linares, y Dora Boyd de Pérez Balladares, Marta de Martinelli quiere marcar la diferencia logrando alcanzar los Objetivos del Milenio en Panamá en cuanto a erradicar la pobreza y la desnutrición infantil. Para ello, su despacho ha lanzado un proyecto denominado “Desarrollo es partir temprano”, enfocado en la población infantil de 0 a 6 años y en la mujer embarazada. “En Panamá los niños empiezan a existir desde que van a la escuela, los años anteriores a nadie le preocupan”, explica, “Con este programa queremos enfocarnos en los primeros años, que son los más importantes, empezando por hacerle seguimiento a la madre, para que el niño nazca lo más saludable posible.”.

En cuanto a los niños de las zonas rurales, “lo primero que hay que hacer es desparasitarlos para que puedan nutrirse y crecer”, explica la Primera Dama. El programa contempla también la distribución de zapatos (crocs) con el fin de evitar la contaminación a través de las plantas de los pies. En el proyecto trabajan varias instituciones como el Ministerio de Educación, el de Salud, el de Economía y Finanzas, algunas ONGs y la empresa privada.

COMPAÑÍA INSEPARABLE

Aunque por ahora está concentrada en su compromiso como esposa del Primer Mandatario, es inevitable preguntarle a Marta de Martinelli si alguna vez ha pensado en hacer política por su cuenta. “¡No!”, responde de inmediato, fiel a las enseñanzas de su padre. “Es una vida difícil”, dice, Como ejemplo de ello cuenta que “el Día de la Madre estábamos en un almuerzo y como a las 2 de la tarde mi esposo anunció que tenía que irse para Costa Rica. Media hora después se fue y volvió por la noche”.

Pese a su resistencia, Marta es consciente de que hace años la política invadió su vida. Cuando Martinelli fue Director General de la Caja del Seguro Social, en 1994, una noche al salir de una fiesta su esposo decidió hacer una visita sorpresa al Complejo Hospitalario del Seguro. “Yo estaba en traje de noche y así aparecí allá”, cuenta riendo.

Cuando nació Cambio Democrático en 1998, era evidente que la política ocuparía un lugar preponderante en la intimidad de su hogar. “Lo más difícil es el tiempo familiar que se sacrifica. Nunca se está seguro de poder cumplir sus compromisos con los amigos o la familia, porque primero está el deber. Uno hace planes, pero de pronto sale otra cosa y no se puede”, se lamenta, sin tono de queja. Por el contrario, ya parece acostumbrada a este ritmo de vida.

Aún así considera que es “un poco injusto que el presidente no tenga vacaciones. Debería tener un mes para retirarse y dedicarse a la familia. Pero si lo hace lo critican”, anota, aunque sabe que, mientras estén en la Presidencia, es improbable que puedan volver a realizar los viajes en familia que solían hacer.

En todos estos años, Marta ha logrado familiarizarse con el poder y convertirlo en su aliado. Sabe que desde él, es posible lograr muchas cosas para los demás, aunque tenga que pagar un alto precio a nivel personal. “No es fácil ver a la familia y a los amigos”, dice. Cuatro de sus mejores amigas trabajan con ella y la apoyan en sus tareas. Con el resto trata de verse cuando sus ocupaciones lo permiten. Quizás por tener a sus amigas cerca, todavía no ha confirmado aquello de “la soledad del poder”, aunque no descarta la posibilidad de sentirla cuando salgan del gobierno. Sabe que en posiciones como la que tiene hoy los oportunistas llegan en abundancia, pero también que cuando termine desaparecerán y solo quedarán los amigos de verdad, ”aquellos con los que uno se conoce desde siempre”.

LA MUJER PANAMEÑA

Cuando se le pregunta por los personajes que ha conocido, se hace evidente que el poder no la deslumbra. “Quienes más me han impactado son las mujeres panameñas humildes, capaces de dar sin tener ni siquiera para ellas mismas”, dice. “He visto mujeres que han adoptado niños enfermos, que no son su familia, a los cuales se dedican, alimentan y cuidan con amor, sin tener los medios para hacerlo”. Considera la mujer panameña ante todo como una luchadora que tiene que trabajar muy duro, dentro y fuera del hogar. “Muchas han sido abandonadas por su pareja y son cabeza de familia”, anota, reconociendo que en Panamá hay todavía una gran discriminación contra la mujer.

Para estas mujeres, su despacho tiene un programa llamado “Veranera” que las capacita y apoya con microcréditos, especialmente en el área rural, para que puedan desarrollar sus propios negocios sin abandonar su hogar y su familia.

LA NAVIDAD PRESIDENCIAL

En esta época del año, la Navidad se toma la casa presidencial. El Nacimiento y el Niño Jesús tienen un lugar preponderante tanto en la residencia como en el Palacio de Las Garzas. El árbol de Navidad, que para Marta tiene que ser “natural y que huela” ocupa buena parte de la sala de su casa en San Francisco y por estos días, una de las tareas que más tiempo demanda del despacho de la Primera Dama es la celebración de esta fiesta en las áreas que tiene a su cargo, como el Parque Omar. “Vamos a hacer cena familiar en la presidencia. La mayoría de nuestra familia no la conoce todavía”, dice Marta con su sonrisa de siempre. La familia Martinelli Linares es católica, creyente y practicante. Antes de llegar a la Presidencia, iban todos juntos a misa. Hoy siguen la costumbre, pero cada uno va cuando sus ocupaciones lo permiten. Es por eso que la Navidad constituye para ellos una fecha especial.

La mañana avanza y los compromisos no dan tregua. Marta de Martinelli sabe que hoy su vida está llena de desafíos y experiencias que pocos pueden tener, lo cual la llena de ímpetu, pero a veces también de temores. “Los retos también asustan, pero poco a poco uno se va dando cuenta de que lo puede hacer, y hay que ser positivos”, dice con la tranquilidad de quien sabe que está dando lo mejor de sí.

— ¿Cómo quiere que la recuerden?

— Con cariño y que quede el legado de que pusimos un granito de arena para que no haya tanta desnutrición y pobreza en este país.

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