Justicia a paso de tortuga

Actualizado
  • 18/04/2010 02:00
Creado
  • 18/04/2010 02:00
“Llevando a los criminales de guerra ante la justicia, y justicia a las víctimas”, reza el gran letrero en una de las paredes del inmens...

“Llevando a los criminales de guerra ante la justicia, y justicia a las víctimas”, reza el gran letrero en una de las paredes del inmenso lobby. De no ser por esto, sería difícil imaginarse que se está dentro de un tribunal cuya mera existencia se debe a la brutalidad a la que es capaz de llegar el ser humano, y a los crímenes que de ella resultan.

Así es. El Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (TPIY) tiene el ambiente aséptico de los hospitales. Hoy, día en que se reanuda el juicio de uno de los monstruos más grandes de las guerras yugoslavas, se puede ver a decenas de periodistas pululando por el lobby, que por momentos parece perder la inmensidad mencionada. Las oficiales de prensa de la Corte van de aquí para allá a un ritmo frenético; los guardias de seguridad se esmeran en meter en lockers los aparatos electrónicos de aquellos que subirán a la Sala 1, en donde comparecerá el hombre al que todos –con un morbo innegable-- vinieron a ver.

En la sala, la gente se empieza a acomodar, organizando sus papeles y conectando el receptor de radio a los audífonos en cada silla. Todo lo que ocurra en la sala –separada por un cristal de seguridad que nos hace invisibles a los que estamos dentro— será traducido al inglés, francés y serbio. En eso entra el hombre, ceremonioso, con un maletín y un par de audífonos. Mientras se los pone, sonríe a los guardias que le custodian. Como tantos otros de su especie, Radovan Karadzic, líder de los bosnios serbios durante el conflicto en Bosnia, no parece un criminal de guerra. De hecho, pasó largos años disfrazado de médico alternativo en una clínica en Belgrado, hasta su arresto en julio de 2008. Ahora, enfrenta a un tribunal que lo acusa de genocidio, exterminio, asesinato, persecuciones, deportaciones, actos inhumanos, actos de violencia para aterrorizar poblaciones civiles y captura de rehenes. En total, 11 cargos. Casi nada.

Mientras se espera a los jueces, Karadzic sigue organizando sus papeles. Se le ve saludable, tranquilo, incluso se adivina un aire de cinismo en su expresión. Por la mañana desayunó bien, y seguramente ya almorzó. Viste un traje elegante, y duerme en una cómoda cama. Recluído en la unidad de detención del TPIY, sus derechos son escrupulosamente respetados. El desesperantemente lento ritmo del Tribunal hace que se estime que este presunto genocida no será condenado hasta 2014. Así es la justicia internacional, que le da a los monstruos lo que éstos no dieron a sus víctimas. Karadzic, como Milosevic antes que él, lo sabe perfectamente. Es lo que hace al mundo civilizado.

EL TRIBUNAL QUE LO CAMBIÓ TODO

Horas antes, Nerma Jelacic, ex refugiada bosnia y portavoz del TPIY, había tratado de darle sentido a las contradicciones y dilemas que rodean a este tribunal. Establecido en 1993, el TPIY ha acusado formalmente a 161 personas, entre ellos toda clase de líderes provenientes de las ex-repúblicas yugoslavas. Con 1100 personas de 80 nacionalidades trabajando en La Haya y en la antigua Yugoslavia, el TPIY ha obtenido logros sin precedentes. “Desde los juicios de Nuremberg y Tokyo hasta 1993, no se había hecho nada con los crímenes de guerra. El TPIY cambió eso. Desde entonces, se han establecido gran cantidad de tribunales similares”, afirma Jelacic. Los tribunales de Rwanda, Sierra Leona, Cambodia y la misma Corte Penal Internacional prueban sobradamente su punto. ¿Pero qué hay de otros casos, como el de Omar al Bashir, presidente sudanés, o las guerras de países como EEUU e Israel? “Desgraciadamente, también depende de la voluntad de los actores, la cual es más bien poca”, dice con una sonrisa cínica.

En la ex Yugoslavia, el tribunal ha tenido también un impacto considerable. “Al principio, los países no estaban dispuestos a cooperar”, dice Jelacic, “pero con la ola de arrestos de 2003-2004 todo cambió, y el tribunal se vio reforzado. El cambio fue tan significativo que ahora tenemos a los países llevando a cabo sus propios juicios”, asegura. De los 161 acusados, 15 han sido transferidos a cortes en Bosnia. Y aún más importante, criminales que fueron investigados pero nunca acusados por el TPIY ahora están enfrentando a la justicia en esos países.

El tribunal se encuentra actualmente en medio de su ′estrategia de conclusión′: la última acusación fue hecha en 2004, y el objetivo es terminar todos los juicios, a excepción de Karadzic, para mediados de 2011 y las apelaciones para 2013. El año que viene empezarán a recortar personal. El problema es que aún quedan dos peces gordos por capturar: Goran Hadzic, líder serbocroata acusado de crímenes contra la humanidad entre otras cosas, y el gran premio, Ratko Mladic, líder militar serbobosnio acusado de genocidio y una retahila interminable de cargos. “Insistimos en que sean arrestados antes de que se cierre el tribunal”, dice Jelacic, “pero si son arrestados después, estamos trabajando con el Consejo de Seguridad en un mecanismo que nos permita reactivar el TPIY instantáneamente”. +B3

MLADIC Y EL FUTURO DEL TRIBUNAL

El caso de Mladic, quien se supone que se encuentra en territorio serbio, es especialmente peliagudo. El mundo entero desconfía de las autoridades serbias, quienes aseguran que no dan con su paradero. De momento, el veredicto es que Belgrado no entrará a la UE hasta que no entregue a Mladic. “Sería muy triste que no apareciera”, dijo un bosnio musulmán que pidió permanecer anónimo. “Significaría que Serbia prefiere proteger a sus criminales antes que avanzar la reconciliación con Bosnia”.

De momento, Belgrado ha respondido entregando a Karadzic. En su juicio se adivinan varios parecidos con el del último pez gordo juzgado por el tribunal, Slobodan Milosevic: ambos han decidido representarse a sí mismos, y han maniobrado para boicotear y alargar el proceso. Pero también hay diferencias: “Milosevic cometió crímenes en tres países en un periodo de 10 años. Karadzic en un solo país en tres años y medio. En términos legales es muy distinto”, aclara Jelacic. El juicio del presidente serbio, que nunca se completó ya que el acusado murió de un misterioso ataque al corazón en las celdas de La Haya, ha dejado invaluables lecciones. “Milosevic nos enseñó que, en estos casos, menos es más. Su juicio se hizo muy difícil dada la enorme cantidad de crímenes. Con Karadzic, nos estamos concentrando en cosas como Srebrenica y otros incidentes en particular”. Las lecciones no terminan allí: “hemos sentado precedentes en términos de protección de testigos, y en establecer la violación y la esclavización de mujeres como crímenes de guerra”, manifiesta la portavoz.

LOS TESTIMONIOS

Una de las grandes innovaciones del tribunal, la de usar testimonios grabados para no retraumatizar a las víctimas, no parece aplicarse a Ahmet Zulic, primer testigo contra Karadzic, que hace su entrada en la sala. El juez principal, el coreano O-Gon Kwon, le agradece que venga desde Bosnia a testificar por tercera vez. Antes de hacer sus preguntas, la fiscal lee un sumario de los testimonios anteriores de Zulic. Durante el minuto que dura el atroz sumario, Zulic permanece cabizbajo. Karadzic, impasible. Después de ubicar su pueblo, Sanski Most, en un mapa, se inicia la primera ronda de preguntas. Zulic relata cómo los serbios quemaron vivo a su suegro y le hicieron a él y a un grupo de bosnios musulmanes cavar sus propias tumbas para luego abrirles la garganta. Zulic, que se salvó pero todavía tiene la cicatriz, vivió luego un infierno como prisionero de los serbios. Y él es solo el primero. Luego vendrían Sulejman Crncalo, que relató entre lágrimas cómo fue asesinada su esposa, y así hasta llegar al onceavo testigo. Todos hablando de atrocidades, de sufrimiento y humillación. Y todos serán interrogados por Karadzic, que desvergonzadamente intentará probar que actuó en defensa de los serbios bosnios. Se espera que este proceso dure lo que resta del año. Luego, Karadzic presentará sus testigos, entre los que no estará él mismo, para no ser interrogado.

A ritmo de tortuga, el TPIY continúa haciendo justicia en la antigua Yugoslavia. La brutalidad de los crímenes cometidos por todos los bandos hace que la pregunta se caiga por su propio peso: ¿cómo pudieron destruirse con tanta saña pueblos que habían convivido por siglos en las mismas tierras? A día de hoy, este tema sigue siendo objeto de intenso debate, pero en la voz de las víctimas se hallan algunas respuestas. “En mi tierra había buenas relaciones entre las distintas etnias, hasta que en 1992 empezaron los tiros serbios”, dijo Zulic. “Soy un yugo-nostálgico”, dice el bosnio anónimo. “Durante los tiempos de Tito no era perfecto, pero no nos odiábamos entre nosotros. Al final, esto es una prueba de que los seres humanos, en las condiciones adecuadas, nos comportamos igual que un rebaño de ovejas, que vamos ciegamente a donde nos lleven nuestros líderes”.

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