Con la mirada puesta en China

Actualizado
  • 10/10/2010 02:00
Creado
  • 10/10/2010 02:00
El pueblo taiwanés es muy apegado a sus creencias folclóricas y religiosas y muchas de sus actividades relacionadas a ellas se han conve...

El pueblo taiwanés es muy apegado a sus creencias folclóricas y religiosas y muchas de sus actividades relacionadas a ellas se han convertido en ceremonias culturales anuales que están vinculadas con las estaciones del año. Una de ellas es el Festival de las Ánimas que hace 145 años se celebra en la ciudad portuaria más importante de Taiwán.

‘Las ánimas andan vagando por el mundo todo el mes de agosto porque las puertas del inframundo han sido abiertas’, relataba Luis el guía y traductor, mientras caminábamos las 4 o 5 cuadras que separan el hotel de una de las principales avenidas de Keelung – al norte de la isla – por donde pasaría el tradicional desfile nocturno en honor de los espíritus que atrae cada año a unos 20 mil espectadores a disfrutar de danzas folclóricas, acrobacias, artes marciales, coreografías modernas y carros alegóricos.

De acuerdo con la tradición, todo empieza el primer día de agosto, correspondiente al séptimo mes del calendario lunar, cuando sacerdotes y autoridades abren una puerta lateral del altar principal del templo Ching-an en Keelung – que quedará abierta durante todo el mes – para invitar a los espíritus de quienes fallecieron ahogados, soterrados o en circunstancias inusuales a regresar a la tierra para ofrecerles comida, bebidas y guiarlas hacia la salvación con la ayuda de coloridos faroles que llenan las proximidades de los templos.

Y los taiwaneses no se toman a broma ese mes: evitan la soledad, contraer nupcias, cerrar negocios, excesos de toda índole y las fotografías. ‘No vaya a ser que un fantasma salga retratado al lado de sus familiares’, dice Luis en tono socarrón. Concluido el desfile miles de personas se dirigen a la playa para participar en la ceremonia de quema de los faroles en el Pacífico ofrecidos por los clanes familiares. Cuando terminan los cánticos, una algarabía anuncia la carrera de cientos de personas con faroles encendidos que los arrojan al mar para que sean consumidos por el fuego antes de hundirse. Entretanto, la noche se ilumina con fuegos artificiales y fogatas a la orilla del mar, donde se queman ofrendas y dinero del inframundo. La vistosa ceremonia termina pasada la medianoche.

EL HOGAR DE MATSU

Cuenta la leyenda que Matsu, la diosa del mar y la deidad más venerada en Taiwán, desapareció de la tierra desde la isla Nangan, en el archipiélago que lleva su nombre, a una hora de vuelo desde Taipei. Hace 50 años, durante la Guerra Fría, volar hacia estas islas suponía el riesgo de ser bombardeado desde China continental. Desde allí se distingue claramente el continente y Gaodeng, una de las islas más pequeñas del archipiélago, hoy base militar taiwanesa, está a solo 800 metros de áquel. ‘Durante la guerra, por altavoces les decíamos a los chinos que el pan de nuestro desayuno era más grande que su comida del mes’, cuenta Luis, un poco en broma y un poco en serio.

Matsu, un paraíso en el Pacífico, es un archipiélago compuesto por 19 islas administradas por el Distrito Lienchiang. Bañado por las aguas del Estrecho de Taiwán, tiene cuatro islas habitadas: Nangan, Beigan, Dongjyu y Dongyn y el resto forma parte del Santuario de Aves donde se protege a unas 30 especies. Uno de los principales atractivos de Matsu son las edificaciones de piedra al estilo fukienés oriental, semejantes a las de las islas griegas, especialmente en Beigan. En ellas todavía se pueden leer carteles incitando a los taiwaneses contra los chinos del continente. ‘Abajo Mao’, ‘Mueran los comunistas’, traduce Luis.

Nangan, la más poblada, es también una importante base del ejército taiwanés desde la II Guerra Mundial. Tiene varios túneles y uno de ellos todavía se utiliza para prácticas submarinas militares. Otro se ha habilitado para oficinas del comando militar del área y al mismo tiempo para un museo histórico. Y otro se ha convertido en bodega de la fábrica de aguardiente y vino de sorgo que es la principal industria de las islas. Según los locales, el archipiélago es el mejor lugar de Taiwán para degustar mariscos y pudimos comprobarlo: ostras, percebes, longorones y cangrejos, fueron algunos de los que degustamos en pintorescos restaurantes del poblado como ‘La casa de la abuela’.

Todo como parte de una importante oferta turística cuyo principal mercado es el chino. Actualmente tres ferris diarios comunican en 90 minutos Fuehoo en China continental con Nangan y la idea es intensificar este flujo y utilizar las islas como puente hacia Taiwán. Mientras que para China continental Taiwán es la provincia rebelde, muchos taiwaneses todavía creen que deben ‘recuperar el continente’. Quizás lo están haciendo, por lo menos a nivel turístico. Así entre enero y julio de 2009 la isla recibió 500 mil turistas chinos y este año durante el mismo periodo ha recibido ya un millón y apuesta a recibir más en los próximos años. Lo cual con el enriquecimiento paulatino de la cada vez más capitalizada población china, no es un sueño lejano.

EL DISTRITO ECOLÓGICO

Después de atravesar por 10 minutos el quinto túnel más largo del mundo y el segundo de Asia, con 12,9 kilómetros que comunica el distrito de Taipei con el de Yilan, llamado el distrito ecológico porque sus pobladores se niegan a aceptar industrias que afecten su entorno, llegamos a esta verde y tranquila área agrícola. De allí salió la primera gota de whisky fabricado en Taiwán en el año 2006 por el Grupo King Car dueño de la primera destilería del país. La empresa, altamente automatizada, da empleo a mil personas que en este año han producido 9 millones de botellas del licor además de medicinas, té, agua embotellada, café, bebidas ácido lácteas e insecticidas.

Con sus inmensos arrozales y sus verdes colinas, Yilan es también una zona de aguas termales, lo cual constituye uno de sus principales atractivos turísticos. Hoteles cinco estrellas con todo el lujo oriental y las comodidades de la más alta tecnología en paisajes de montaña, compiten con tradicionales restaurantes en el centro de la ciudad. En el museo Lanyang se puede conocer a fondo la historia natural y social del área, y el Centro de Artes Tradicionales, con cuadras de tiendas de todo tipo de artículos, constituye un deleite para la vista y un golpe para el bolsillo. Pero sin duda lo más importante, a pesar de la barrera del idioma, es la calidez de su gente.

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