Sábato, un hombre grave

Actualizado
  • 08/05/2011 02:00
Creado
  • 08/05/2011 02:00
Una fotografía en la cual el escritor parece haberles contagiado la seriedad a sus acompañantes, muestra un Ernesto Sábato 17 años más j...

Una fotografía en la cual el escritor parece haberles contagiado la seriedad a sus acompañantes, muestra un Ernesto Sábato 17 años más joven mirando el mundo a través de unas gafas oscuras, con el gesto adusto de alguien a quien poco se le vio sonreír. Junto a él su esposa Matilde, también seria, la amiga suiza Valery Gaillard, a quien parecía habérsele congelado una sonrisa que apenas empezaba a nacer y Roberto Díaz Herrera, sorprendido, halagado y orgulloso, sin duda, por ser uno de los pocos panameños que pudo conversar nada menos que durante casi cuatro horas con el talentoso argentino autor de ‘El túnel’, Abdón el exterminador’ y ‘Sobre héroes y tumbas’, entre otras obras.

Roberto Díaz Herrera vivía su exilio en Buenos Aires y en 1994 consiguió que el escritor lo recibiera en su casa de Santos Lugares, en las afueras de la capital argentina, donde falleció a los 99 años el fin de semana pasado. ‘Al visitarlo iba pensando que como lo iba a tratar a uno’, recuerda el militar panameño. ‘El Maestro Sábato era conocido por ser severo, cascarrabias, que nunca reía y encima llegué como con 20 minutos de atraso’, relata Díaz Herrera.

Pero como recordó su hijo Mario el día del sepelio del escritor, su padre habría pedido ser velado donde vivió ‘para que la gente del barrio pueda acompañarme en este viaje final y quiero que me recuerden como un vecino, a veces cascarrabias pero en el fondo un buen tipo’ y decenas de vecinos se acercaron a la modesta vivienda donde vivía el escritor y dejaron flores o pegaron carteles en las rejas del jardín demostrando el cariño que habían sentido por él y contradiciendo así la fama de ‘insoportable’ que se había ganado entre algunos de sus compatriotas.

Y para sorpresa de Díaz Herrera, que al llegar a la casa del escritor esperaba la típica actitud arrogante de un porteño hacia un caribeño, fue el mismo Sábato quien abrió la puerta metálica de su campestre casa de Santos Lugares y sin conocerlo no sólo se permitió conversar con él largamente, si no que además hizo partícipe de la reunión a su esposa Matilde, ya delicada a causa de una artereoesclerosis, y pidió a una amiga educadora que se encontraba presente que leyera algunos poemas escritos por la pareja del Maestro.

EL POZO DE RECUERDOS

Díaz Herrera refirió en un ensayo de su autoría titulado ‘Panamá: política y magia’ este encuentro. ‘El postre fue inmejorable, exquisito’, dice el militar en su escrito. ‘Conocía que esa señora era dama de carácter y letras. ¡Ignoraba cuánto! Los mensajes me parecieron dignos de la altura de Alfonsina Storni, Gabriela Mistral y, por momentos evoqué al bardo peruano César Vallejos’, plasmó en el escrito sin poder disimular su admiración.

Un sentimiento que aún hoy 17 años después de ese encuentro todavía envuelve sus recuerdos. ‘En Sábato, Argentina tenía un hombre al que reverrenciaba a pesar se su fama de poner una barrera entre él y la gente’, comenta Díaz Herrera. ‘Lo recordaré como un hombre que no se permitía cinco minutos para echar un chiste, lo que decía era siempre profundo, serio y grave. En Sábato el mundo no era broma, la destrucción del medioambiente era grave, la incomunicación entre los seres humanos también era grave’, agrega el ex coronel.

Algo que no olvida Díaz Herrera y por lo que se sintió profundamente halagado como panameño, especialmente viniendo de un escritor de la talla de Sábato, fue el comentario que éste hiciera acerca de una de las mejores plumas panameñas. ‘Me dijo que había conocido la obra de Guillermo Sánchez Borbón ’El ahogado’ y que era un buen libro, aunque no recuerdo si me dijo si conoció o no al autor’, refiere.

Los pormenores de este encuentro y lo que se habló quedaron grabados para siempre en la memoria de Roberto Díaz Herrera. En una charla cuyo camino fue guiado en su totalidad por Sábato, se mencionó la inminente extinción de vida digna en el planeta, la vuelta al campo, la hipocresía y las falacias de ‘los científicos’ sobre la ecología, la vida y la muerte, la angustia, la depresión. ‘Hasta la metafísica y la astrología recibieron repaso en las tres horas en las cuales a mi amiga Valery y a mí nos obsequió el Maestro’, escribió el panameño.

LA DESPEDIDA

‘Al despedirme del Maestro que nos acompañaba hasta al auto, una media luna hermosa se colocaba sobre Santos Lugares. No pude dejar de pensar que Ernesto Sábato, lanza en ristre, la protege de la maldad de algunas miradas humanas’, concluye en su texto.

Sábato, un grande de la literatura latinoamericana del siglo XX, que siendo doctor en física de formación fue seducido por las letras, se llevó en 1984 el Premio Cervantes. El mundo quedó en deuda con él por no haberle concedido el reconocimiento más anhelado por los escritorres del mundo, el Nobel de Literatura para el que fue propuesto como candidato en 2007.

Sábato nos deja como legado su obra y su compromiso inlcaudicable con los derechos humanos patentizado en el informe final de la Comisión Nacional Sobre la Desaparición de Personas (Conadep)- que presidió - creada por el gobierno democrático para investigar los excesos cometidos durante la ‘guerra sucia’ antisubversiva, titulado ‘Nunca Más’, del que Sábato fue redactor, documento que impulsó los juicios contra las Juntas Militares en la segunda mitad de la década de 1980. Murió a punto de cumplir 100 años, el próximo 24 de junio.

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