El efecto Drexler

Actualizado
  • 04/03/2012 01:00
Creado
  • 04/03/2012 01:00
S uperlativo. Si alguna de las privilegiadas 707 personas que llegaron el jueves al Ateneo a ver a Jorge Drexler tenía expectativas alta...

S uperlativo. Si alguna de las privilegiadas 707 personas que llegaron el jueves al Ateneo a ver a Jorge Drexler tenía expectativas altas, el músico uruguayo se encargó de colmarlas con creces a lo largo de las dos horas que duró el íntimo e inédito concierto, que se realizó gracias a Pandora Productions, Fundación Ciudad del Saber y la Embajada de Uruguay.

Carlos Méndez, acompañado de su primo Víctor en la guitarra, fue un aperitivo con sabor a plato fuerte que cuajó perfecto en el menú de la noche veraniega. Lo del panameño fue un derroche de talento en cinco canciones acústicas que dejaron satisfecha a la gente que, sin dudas, se hubiera animado a pedir otra ronda.

‘Buco tiempo sin ponerme así de nervioso, pilla. Pero está buena esta vaina’, reconoció Carlos en pleno show.

Después de un intervalo de 15 minutos, llegó el momento que todos esperaban con muchísima ansiedad. Entre el público, algunos hacían un breve repaso por el repertorio del uruguayo y jugaban a adivinar cuáles iba a tocar; otros, como la cantautora panameña Karla Lamboglia, no podían esconder la emoción de que en instantes tendrían a Jorge Drexler a escasos metros de distancia. Por su parte, Tamara Fernández no paraba de agradecerle a Carlos Weil, quien a pesar de haber sido operado de la vesícula la noche anterior fue al concierto, por venderle una entrada que le sobraba a último momento.

Se apagaron las luces. Silencio total. Un sonido ambiente fue llenando los espacios vacíos hasta darle entrada a los acordes de la guitarra que se escuchaba pero que no se veía. De la nada, Drexler apareció en el escenario corriendo y tocando. Casi automáticamente, cada persona del público saltó de su asiento impulsada por la euforia contagiosa que transmitió el ganador de un Óscar en 2005 con la melodía de ‘Hermana duda’ que abrió el repertorio.

Después de tocar en San José, Costa Rica, el pasado miércoles, Drexler y su equipo desembarcaron por primera vez en nuestro país para cerrar el tour Mundo Abisal. Esta fue razón suficiente para que le escriba una décima —estrofa de diez versos octosílabos con rima consontante— a Panamá. El público respondió con gritos y aplausos y se puso de pie por segunda vez en solo 10 minutos de concierto.

Al finalizar ‘Eco’, Drexler, con una comodidad digna de alguien que ha tocado varias veces ante el mismo público, relató cómo nació ‘Noctiluca’, canción dedicada a su hijo y que iba a tocar a continuación. Si uno cerraba los ojos podía imaginarse que estaba en un living conversando con el uruguayo y no en un teatro junto a 706 personas. Así de íntima fue la velada.

‘Inoportuna’, ‘Tres mil millones de latidos’, ‘Que el soneto nos tome por sorpresa’, por la que ganó el premio Goya 2011 a la ‘Mejor canción original’, y ‘Don de fluir’ continuaron con el dinámico ritmo del concierto. Dinamismo que Drexler logró solo sobre el escenario, a excepción de algunas canciones que tocó con invitados.

FUSIÓN URUGUAYO-PANAMEÑA

Uno de los varios puntos altos que tuvo el espectáculo llegó cuando, sentado en la silla, entre risas y en complicidad con el público, reconoció ‘estar en deuda’ con Rubén Blades. Por eso, sacó de su baúl de canciones una versión de ‘Pedro Navaja’, que hacía tiempo no tocaba y que ‘era un éxito en la Universidad de Medicina’ cuando estudió en Uruguay.

El público se notó hipnotizado y extasiado con la espontaneidad y alegría que emanó el músico, quien en varias ocasiones resaltó lo bien que se sentía con una sinceridad que podía palparse.

El fascinante enlace que logró con la gente quedó en evidencia cuando esta lo ayudaba a cantar cuando él se olvidaba de alguna línea de la famosa canción o, cabe destacar, cuando no alcanzaba a leer del cuaderno que puso casi en el piso y no en el atril para que las personas de las primeras filas pudieran ver. ‘¿Ahí ven?’, se aseguró mientras calibraba la posición del artefacto.

Luego de tocar ‘Soledad’ y ‘A la sombra del Ceibal’, el artista se dio otro gusto. Llamó a Carlos y Víctor Méndez y tocaron ‘Ella también’, del difunto músico argentino Luis Alberto Spinetta, la cual ensayaron y armaron durante la prueba de sonido, pero que quedó como si tuviera días de preparación. ‘Lo que escuché del set de Carlos me pareció precioso, felicitaciones’, reconoció con humildad el uruguayo.

CADA VEZ MEJOR

La noche continuó ganando intensidad. Drexler, enemigo de la barrera que separa al artista del público, conversó y se rió con la gente. Escuchó peticiones y agradeció una y otra vez a los presentes. ‘No saben lo lindo que es escuchar desde acá arriba que pidan mis canciones. Gracias’, confesó. ‘¡Gracias a ti por venir, Jorge!’, replicó uno emocionado.

‘Mi guitarra y vos’ desató el ‘uuuhhhh’ al unísono de la gente; la alegría de ‘Aquellos tiempos’ les hizo mover la cabeza de lado a lado; ‘La vida es más compleja de lo que parece’ y ‘Las transeúntes’ desbordaron aún más el mar de emoción. En menos de una hora y media, Drexler ya había tocado 15 canciones, y aún sobraba espacio para más. Mucho más.

Contento con la acústica del Teatro Ateneo y que exista la Ciudad del Saber como espacio cultural, ‘me pone muy contento de verdad’, reconoció, prosiguió a tocar ‘Deseo’ y ‘Me haces bien’, esta última parado en el centro y adelante del escenario y usando esta característica de la edificación. El sonido se propagó perfecto y llegó a las fibras de cada una las personas que no paraban de sonreír ante tal despliegue de calidad del músico de 47 años.

Como anunciando el final, la lírica y melodía al estilo semi-rap de ‘Disneylandia’ antecedió a ‘Sea’, canción que puso fin al repertorio, pero no al concierto. La gente, de pie, otra vez, unió las fuerzas de sus voces al grito de ‘¡ooootra, ooootra!’ para que Drexler saltara al escenario de nuevo. Y lo hizo rápidamente lejos de hacerse desear.

La ternura melódica de ‘Salvapantallas’, inspirada en sus hermanos, volvió a desprender el coro multitudinario para darle paso a ‘Todo se transforma’, con lo que puso fin, ahora sí, a una noche de magia y música como nunca antes vista en Panamá. ‘Ha sido una alegría y una sorpresa enorme. Muchas gracias’, dijo con la sonrisa que no se le desdibujó ni un segundo del show.

‘Qué lástima que haya terminado’, lamentó una señora mientras camina hacia una de las dos salidas del lugar; ‘al fin puedo decir que vi a Drexler después de tantos años de escucharlo’, apuntó otra; ‘lo amo, lo amo, lo amo, lo amo’, no paró de repetir una señora ante la risa de su acompañante; ‘me cambió el humor. Hasta tengo ganas de agarrar una guitarra y empezar a tocar’, confesó un joven.

C ada una de las personas que hizo fila desde las 6:00 p.m. se retiró sin nada que reclamarle al músico, que junto a su guitarra española, que por su manera de tocar parece más una extensión de su cuerpo que un instrumento, hizo un vasto recorrido por su trayectoria, dejó afónicas a varias voces y rojas las palmas de cientos de manos. El efecto Drexler hizo un gran efecto.

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