Con Venezuela y con su pueblo

Actualizado
  • 10/03/2013 01:00
Creado
  • 10/03/2013 01:00
Si hay algo cierto es que Hugo Chávez ha muerto. Llegan a su fin los meses de incertidumbre y zozobra, llenos de rumores y faltos de not...

Si hay algo cierto es que Hugo Chávez ha muerto. Llegan a su fin los meses de incertidumbre y zozobra, llenos de rumores y faltos de noticias; un puñado de semanas sin verle la cara, sin saber de él y con el hermano país de Venezuela a la deriva. Yo creo que ya estaba muerto hace rato, pero el gobierno venezolano no estaba preparado para anunciarlo. Si me equivoco o no, la verdad es que no puedo probarlo y no sé si importe mucho ahondar sobre ello ahora. Quizá lo importante en este momento sea analizar qué fue lo que este líder latinoamericano dejó y cómo sigue esta historia.

Yo desconfío de los políticos en general –sean de izquierda o de derecha-, y de todo aquel que detente el poder. No me dejo impresionar fácilmente y los observo a la distancia, sin apasionamientos. Aun cuando sean buenos, son solo políticos y hacer bien su trabajo es lo que les toca. Sin embargo, confieso que por Chávez siempre tuve sentimientos encontrados. Nunca despertó en mí gran simpatía, pero tampoco lo percibí jamás como un mal presidente. Sí me hacía mucho ruido su excesivo protagonismo y su populismo demagógico, pero no por eso creo que sea el demonio que sus detractores se empecinan en retratar. Tampoco creo que sea ningún santo, héroe ni mártir. Es detestable ese tono fundamentalista y radical con el que la gente divide el mundo en buenos y malos, pasando por alto las zonas grises y la complejidad de los seres humanos.

Claro que no soy venezolano ni he vivido nunca en Venezuela, por lo que no tengo información de primera mano para juzgarlo con integridad. Como latinoamericano, sí voy a extrañar la beligerancia con la que se opuso al imperialismo y al capitalismo. También su actitud altiva a la hora de cantarle cuatro verdades a las potencias mundiales, que insisten en meterse en nuestros asuntos y darnos cátedra de democracia, cuando no tienen moral para hacerlo (y nadie se lo ha pedido).

Es más, sospecho que el fervor con el que Hugo Chávez defendió la unión en Latinoamérica, fue uno de los puntos que más ronchas levantó a nivel internacional. Un discurso que no es ni original ni novedoso (y no por eso menos necesario), pero que sigue incomodando a los gobiernos de Estados Unidos y Europa, que aún se creen con derecho de aprobar a nuestros líderes y dirigir el rumbo de nuestros países. Espero ver el día en que el colonialismo infame llegue a su fin. Y si no, creo que puedo permitirme este momento de sana y esperanzadora ridiculez.

Nunca llegaremos a conocer toda la verdad de un ser capaz de desatar tantas pasiones. Lo que no cabe duda es que este hombre lleno de virtudes y plagado de defectos, según cómo se mire, pasó a la historia como uno de los grandes líderes políticos del mundo. Un título que se dice fácil pero que no se construye de la nada. Tampoco significa gran cosa si ese liderazgo no estuvo al servicio de los intereses del pueblo que lo eligió. Latinoamérica debe trascender el caudillismo y, pasado el estupor, la Venezuela sin Chávez debe decidir cómo sigue esta historia.

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