Una Final perdida en la memoria

Actualizado
  • 13/07/2014 02:00
Creado
  • 13/07/2014 02:00
Es el año de 1986. Tengo ocho años. Mi padre está en casa. Es la hora de la tarde. Hace sol...

E s junio. Es domingo. 1986. Allí, en una esquina, está el televisor encendido, es un caja pequeña y vieja. En esa caja pequeña y vieja hay fútbol. Hay un equipo que se llama Argentina, hay otro que se llama Alemania. Argentina son los celestes, dice mi padre, a esos hay que ir, hijo, son argentinos, son latinoamericanos, hay que jalar por ellos, el mundial lo tiene que ganar Latinoamérica. No Alemania, papá. No, hijo, los alemanes son europeos, y juegan muy bien, pero no son de acá, están jugando en México, de donde es su abuela, hijo, jalemos que gane Argentina. Dale, papá: ¡Argentina, Argentina, Argentina! Salto y salto. En la mano izquierda tengo a He-man, en la derecha un G.I.-Joe. No recuerdo cómo se llama el G.I Joe, solo sé que es un soldado rubio muy fuerte. Sacudo en el aire a He-man y al G.I. Joe. ¡Que viva Argentina! ¡Que viva Latinoamérica! Estoy contento. Mi padre está en casa. Es la hora de la tarde. La casa está amarilla de sol. La casa está amarilla de la presencia de mi papá. Mi papá no está bebiendo. ¡Goooooool! Lo veo alto, joven y feliz, Argentina acaba de meter un gol y mi padre está ‘buenisano’ y lleno de sol. Me carga en brazos. Es alto y fuerte mi papá. No está borracho hoy mi papá. No se ha ido a la cantina. (Buenisano es una palabra que aprendí, mi madre la repite mucho; la dice y llora, mi madre). Argentina gana 1 a 0. El partido se pone aburrido. No entiendo mucho. Entiendo esto: los argentinos (los celestes, a esos vamos), y los alemanes (los verdes, a esos no vamos, ¡fuchi!), quieren coger la pelota y meterla en el arco del contrario.

Salgo al patio a jugar con He-Man y con el G.I Joe. y escucho la narración del comentarista desde afuera. De repente ¡gooooooooooooool!, Argentina acaba de anotar otro gol, mi padre dice ¡gooooooooool! junto al comentarista y veo a través de la ventana que aprieta ambos puños, yo corro y entro a la sala, me tiro al piso, me deslizo por el mosaico y pongo a He-Man y al G.I Joe a debatirse, mi padre me recoge del suelo y salta conmigo. Argentina gana. Latinoamérica gana. ¡Argentina, Argentina, Argentina! Papá, y ¿cuándo hay Mundial de nuevo? En cuatro años, hijo. ¿En cuatro años? Sí, para el próximo mundial tendrá usted doce años, hijo. ¡Doce años, ¡ooooohhh, eso es un montón de años! Y tú, papá, ¿cuántos años tendrás? Otro montón. Mi papá sale al patio a fumar. Salgo tras él. La tarde está menos amarilla. Y, papá, espera, déjame hacer la cuenta, en el 2000 yo tendré, este (dejo a He-Man y al G.I. Joe en el suelo y uso los dedos), eh, ¡veintidós años! Sí, hijo, pero saca la cuenta bien, en ese año no hay Mundial, habrá en el 2002, luego en el 2006, luego en el 2010, 2014 y así sucesivamente. Ah, sí, papá, y yo en el 2014 tendré… espera, espera, eh, treinta y síes, tendré treinta y seis años en el Mundial de 2014. Sí, hijo, esa edad tengo yo ahora. O sea, papá que tú tendrás , ay, espera, espera, ya, ya, ¡sí, sesenta y cuatro años en el 2014. ¡Jo!, sí, hijo, ya seré un viejo. Pero falta muuuuuucho, papá, eso está muy lejos. Mi padre sonríe y fuma y me dice: Sí, hijo, falta mucho. Gol, Alemania acaba de anotar un gol. Mi papá y yo vamos a la sala y miramos la tele. Mi papá está preocupado. Yo creo que también estoy preocupado, pero solo un poquito, porque mi padre está buenisano y nada me preocupa.

Al poco rato, otro gol de Alemania. ¡Carajo!, grita mi papá. ¡Vamos, Argentina!, grita. ¡Vamos, Argentina!, repito yo. Voy afuera y recojo a He-Man y al G.I Joe, los pongo a pelear y entonces ¡gooooooooooool!, gol de Argentina. Argentina 3, Alemania 2. Se acaba el juego. En la pantalla del televisor aparecen unas letras cuadradas que se apagan y se encienden, dicen: Argentina Campeón. Mi papá salta, sonríe, me carga en brazos. Latinoamérica es campeona. Mira, ese que levanta la copa se llama Maradona, es el mejor jugador del mundo, me dice mi papá. El tal Maradona levanta la copa, la besa y la sacude. Mi papá me levanta, me besa y me sacude. Está contento, está buenisano. Pienso: Ojalá jueguen de nuevo Argentina y Alemania alguna vez, pero que mi papá esté conmigo, feliz, fuerte, joven y buenisano.

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