Penonomé cualquier mes

Actualizado
  • 22/04/2018 02:01
Creado
  • 22/04/2018 02:01
Aullido de loba

Hace un par de años tuve el honor de que Vasco Franco me invitara a participar en el festival ‘Penonomé en abril', una iniciativa que desde hace varias ediciones viene convirtiendo las plazas, los parques y los soportales de Penonomé en el marco ideal para la poesía, el cuento, los libros, la música… Un Festival que no solo atrae gente a los actos literarios, sino que saca la historia y la tradición a la calle, y recorren el pueblo, los que montan todo este tinglado, contándonos acerca de los esclavos, de las revoluciones y de los abogados en calzoncillos.

Me gusta la gente valiente, que se atreve a hacer aquello que otros dicen que se debería hacer pero no hacen. Me gusta la gente que se pone el mundo por montera y empuja para que pasen cosas divertidas, necesarias. Cosas como el II Encuentro de Escritores Centroamericanos de Literatura Infantil y Juvenil, como Gloria Rodríguez y su enorme sonrisa y su entusiasmo contagioso.

En Penonomé están pasando cosas, cosas interesantes que acompañan a un Festival que tiene un programa de actos para todos los gustos y para todos los públicos, y que coincidió este abril con la reapertura del Museo de Penonomé. Un museo que durante muchos años, demasiados años, durmió el sueño de los olvidados, cayéndose a pedazos, siendo nido de alimañas y guarida de la desidia y el pasotismo enquistados entre la gentuza inculta que nos desgobierna periodo tras periodo.

La reapertura del museo se da con una exposición temporal: ‘Donoso y La Pintada ancestrales', una mmuestrra con una cuidada selección de piezas arqueológicas y de mapas históricos. Una exposición que tuvo una hermosa inauguración, donde todos los involucrados tuvieron su momento de gloria… Ups, perdón, no. No todos. Los arqueólogos Carlos Fitzgerald y Álvaro Brizuela trabajaron con ahínco y ad honorem para que las cosas estuvieran perfectas, investigación, selección de piezas, corrección de textos. ¿Alguien tuvo la delicadeza y la honestidad siquiera de darles las gracias y destacar su apoyo? Un par de frases hubieran bastado en alguno de los rimbombantes discursos que pronunciaron las autoridades. Y no.

La mezquindad y el aprovecharse de los conocimientos ajenos sin reconocer los méritos, abundan en este miserable mundo.

En un mundo donde somos tan pocos, en un espacio tan reducido como el de la cultura en Panamá, deberíamos estar más pendientes de ofrecernos una mano que de escupirnos en los ojos. Las patadas en el culo deberían ser para alentarnos a avanzar más rápido, y no para empujarnos barranco abajo. Pero no.

La miserable condición humana, la envidia y la pigmea autoestima, nos embadurnan de mierda. Y así nos vamos, lustro a lustro, echando por tierra lo que otros hacen, usando a los que se dejan sin ofrecerles ni un agradecimiento. Negando la valía del que no es mi amigo, y así se pierden valiosos profesionales. Y así perdemos generaciones y oportunidades.

Por eso también hay que decir lo bueno. Y lo bueno es que en Penonomé hay gente que se mueve, que cuida lo suyo, que alienta a los jóvenes, que trabaja para que lean, para que estudien, para que sueñen. Para que conozcan lo que fueron y desde las raíces crezcan.

Gente buena, gente culta, gente de verdad, que sin choferes, ni sueldazos, ni prebendas ni oficinas con aire acondicionado pelean por aquello que algunos se pasan por el forro. Gente que se duele de verdad cuando se cae el Hotel Central, cuando se arrasa la Boyacá, cuando se quema la Wilcox, o cuando alguien decide que una iglesia del siglo XIX está muy vieja.

COLUMNISTA

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