Historia de amor

Actualizado
  • 07/07/2018 02:00
Creado
  • 07/07/2018 02:00
Lágrimas se escapan y recorren tu inexpresivo rostro producto del Parkinson. 

Ahí vas, cada pisada es un esfuerzo para ti y el dolor de espalda te limita. Llegas a la silla y te echas pesadamente. Ella te quita los zapatos, las medias y va con la camisa. Te incomodas, puedes hacerlo solo, eso dices. Intentas quitártela pero los brazos se te traban en las mangas y con un gruñido le dices que te ayude. Te la desabotona lento, la saca como si fueras un niño y sientes el aire gélido. Extiendes los brazos y te dejas poner esa ridícula bata. Ahora toca el pantalón. Toma tus manos para sostenerte, haces lo mismo y te impulsas con dificultad por la rigidez, mientras ella tracciona para levantarte. Tus débiles piernas tiemblan como gelatina, te bajan los pantalones y vuelves a sentarte para que terminen de desvestirte, por lo menos la batita te tapa, no como las otras que te dejan el trasero al aire y bueno, al menos te permiten quedarte en calzoncillos. Está inclinada frente a ti, concentrada en colocarte esos zapatitos azules de tela. Ya se insinúan varias hebras color plata en su melena negra azabache. Te le quedas mirando y recuerdas las tantas veces que se sentaba en tus piernas para que le hicieras trenzas en su larga cabellera. Te emocionas con la remembranza de su voz infantil, sus muestras de amor, el calor de sus abrazos y su risita. Sientes un nudo en la garganta, se te aguan los ojos recordando cuando la buscaste después de aquella fiesta de quince años. ¡Oh, que rápido se te ha crecido y que poco tiempo la disfrutaste!, viene a tu mente cuando te fuiste del hogar y todos los páramos que pasaron ellos por tu irresponsabilidad con el dinero. No comprendes cómo ella puede ayudarte y quererte después de todo lo que has hecho, te sientes culpable pero al mismo tiempo alegre al sentirte perdonado por Dios y por ella.

MELISSA MELINNA SÁNCHEZ SALAZAR

Autora emergente

Nació en Panamá, 1979. Egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá como Doctora en Medicina.

Actualmente labora como especialista en la Policlínica ‘Dr. Manuel Ferrer Valdés'.

Inicia su formación literaria desde octubre del 2016 hasta julio 2017 en el Programa de formación de escritores PROFE del INAC (Sección cuento).

En el 2017 continúa en los talleres de cuento avanzado con el escritor Enrique Jaramillo Levi.

Realiza su primera publicación de un cuento en la revista ‘Maga' en diciembre, 2017. Forma parte del libro colectivo ‘Esto, aquello, lo otro y lo de más allá' (Foro/taller Sagitario Ediciones, Panamá, 2018).

Lágrimas se escapan y recorren tu inexpresivo rostro producto del Parkinson. Tu cuerpo está lento y adolorido, pero tus pensamientos y recuerdos van a mil. La sigues mirando, sin que lo note te secas las lágrimas, mientras ella con rapidez y paciencia se para, sonríe y te viste la cabeza con ese gorrito celeste de hospital. Vuelves a extender los brazos y te levanta. Quisieras decirles tantas cosas pero solo logras balbucear ‘Espérate nena, pásame el bastón', con voz ronca y entrecortada. Das un paso a la vez, sientes su brazo sosteniéndote por la axila izquierda. Echas un vistazo, que frío lugar. Te deprimes un tanto por ver ese salón de color verde pálido. La huraña enfermera te indicará que esperes en una de las sillas de plástico negro frente a ti y el calzón no evitará ese súbito frío en la retaguardia. Ella con voz dulce dirá que te espera afuera. Te colocarán en una silla de ruedas, te llevarán y te meterán en la máquina, solo, en penumbra, escuchando ruidos agobiantes, con la respiración acelerada, el corazón como tren en marcha y esa desesperante sensación de claustrofobia. Sudarás profusamente a causa de la angustia, intentarás gritar pero las palabras son confusas y la voz hueca, casi imperceptible, por lo cual no te harán caso y terminará la resonancia magnética. ¡¡¡Gracias Dios!!! Te sacarán, tambaleándote serás sentado y levantado. Ella entrará y te quitará la bata incómoda, de nuevo el frío. Desesperado y toscamente le dirás que te quite ese gorro y los zapatitos aquellos. Nadin volverá a inclinarse frente a ti y te ayudará a ponerte el pantalón y la camisa, con lentitud intentarás ayudar a abotonarte. Te pondrá las medias de algodón negro como si fueras un bebé. Refunfuñando le das indicaciones, te volverás a sentir inútil y frustrado, también arrepentido por haberte perdido mucho de su vida. Escucharás su voz paciente y suave decirte ‘Pa, con cuidado, yo te ayudo'. Aun cuando solo salgan quejas de tu boca, en tu corazón tendrás un amor acumulado e ilimitado por ella. Te sentirás emocionado y feliz por su compañía y al mismo tiempo melancólico, por saber que ya hace tiempo dejó de ser tu niñita y se irá con otro, te imaginarás ese día, cuando tengas que entregarla en el altar. Rezas fervoroso a Dios, para que la acompañe siempre y sea muy feliz. Saldrás junto a ella de ese hospital, apoyado en su brazo, como días más tarde iras tú, dándole el tuyo, débil y enfermo. De tripas corazón, caminarás adolorido, pero orgulloso por ir a su lado en ese largo pasillo de la hermosa basílica blanca y morirás de felicidad cuando al dejarla, ella te de un beso y te diga; Papá, te amo.

MÉDICA, ESTUDIANTE DEL TALLER DE CUENTO AVANZADO

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