Al lado

Actualizado
  • 10/11/2018 01:00
Creado
  • 10/11/2018 01:00
En los Libros de la Vida estaba consignado que ellos iban a ser uno de los tantos amores a primera vista que de tiempo en tiempo toman cuerpo en la Tierra

En los Libros de la Vida estaba consignado que ellos iban a ser uno de los tantos amores a primera vista que de tiempo en tiempo toman cuerpo en la Tierra. Es más: ciertas apostillas en los Libros decían, ad litteram , que sería un amor para siempre, definitivo, frenético. Cosa rara en él, que era de proceder taciturno, lejano a los arrebatos; aunque hubiese resultado natural en ella, quien de ese modo amó siempre a su marido, a pesar de la ruptura que para ambos significó el llamado a filas. Pero las anotaciones de los Libros de la Vida no se rebaten: se acatan, sin saberlo; se cumplen, sin posibilidad de apelaciones ni de segundas oportunidades.

Esa mañana ella salía de la Oficina de Correos, como todos los jueves cuando llegaba la esperada carta desde el frente. Él venía cruzando el parque, cubriéndose bajo la sombra de unos guayacanes que a esa hora ya dejaban caer su lluvia de colores, listo para enviar al diario el reportaje sobre los que se quedan atrás, en los pueblos mustios por el abandono y por la amarga tarea de parir carne para los cañones. Era una tarea solitaria, ingrata y acaparadora, justo lo que necesitaba para ir poniendo a un lado su repentina viudez.

En media calle se toparon. El hombre sintió el escalofrío que suele acompañar el cumplimiento de un designio y, contra su costumbre, se paró en seco, intrigado por el desequilibrio inducido por la mujer que le pasaba al lado, la vista fija en la hoja amarilla de un telegrama. Hizo más aún: abrió la boca para llamarla, para pedirle que le confesara la causa de los sollozos que empañaban la presentida belleza de sus ojos.

Pero no lo hizo. Apenas sacudió la cabeza, un instante o dos, conjurando la sorpresa que lo maniataba, mientras la mujer a sus espaldas iba tapándose el rostro para que nadie viera su llanto, bajo el pertinaz asedio de las flores radiantes.

Ambos ignoraban que por su lado, en un instante irrepetible de sus vidas, acababa de pasar el único ser en el mundo que, según los Libros, podría haber colmado para siempre la inmensa y letal soledad que se les venía encima.

(Y es que de no ser por esa fractura en la infalibilidad de los Designios, ellos hubiesen sido protagonistas de una pasión trascendental, de las que solo se ocupan los novelistas y los dramaturgos, y —muy de vez en cuando— uno que otro escritor de cuentos).

ESCRITOR Y DOCENTE

‘En media calle se toparon. El hombre sintió el escalofrío que suele acompañar el cumplimiento de un designio y, contra su costumbre, se paró en seco, intrigado por el desequilibrio inducido por la mujer que le pasaba al lado...'

ARIEL BARRÍA ALVARADO

Escritor

Las Lajas, Chiriquí, 1959. Profesor de Español (Universidad de Panamá, 1987); Posgrado en Docencia Superior (USMA, 2012).

Docente de Español, Redacción Creativa y Semiótica en la USMA; facilitador en el Diplomado en Creación Literaria de la UUTP, en el Programa de Formación de Escritores (INAC-USMA) y en seminarios literarios y de redacción.

Ha ganado en cinco ocasiones el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró: en 2000, 2006 y 2014 en novela; en 2006 y 2015, en cuento).

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