Continuando por Milán tras Leonardo Da Vinci

Actualizado
  • 16/01/2022 00:00
Creado
  • 16/01/2022 00:00
El Viaje de Autor de Javier Sierra que visita en Milán los escenarios de la novela 'La cena secreta', continúa en el refectorio de Santa María delle Grazie, el castillo Sforzesco, la basílica de San Lorenzo y la pinacoteca de Brera, entre otros impresionantes puntos de la ciudad
La última cena, de Leonardo Da Vinci

En la entrega anterior conté algunos de los lugares que visitamos en el “Viaje de autor”, junto a Javier Sierra, su esposa Eva y el dueño de la agencia que lo organizó, Amadeo Fernández, incluyendo el famoso teatro La Scala, la galería Vittorio Emmanuel II, el Duomo, que estaba engalanado con un precioso árbol de Navidad, el osario de la iglesia de San Bernardino alla Ossa, y la iglesia que está en el Museo Arqueológico, una pequeña capilla sixtina con hermosos decorados. También el Cementerio Monumental de Milán, que abarca 26 hectáreas y otros lugares.

El momento cumbre del viaje fue, definitivamente, la visita al Cenacolo, o refectorio de Santa María delle Grazie, donde está la famosa pintura de Leonardo, “La última cena”. En el libro La cena secreta se explica muy pormenorizadamente porqué el artista toscano se tomó tanto tiempo en culminarla, para desesperación de toda la curia y cómo se ganó la fama de hereje. Cada personaje allí sentado representa un individuo que vivía en esa época y Da Vinci, gran fisonomista, tuvo el tino de buscar el tipo que representaba a cada uno de los apóstoles.

Pero volviendo a la visita, Amadeo nos había mandado una canción de Enya, “Pax Deorum”, que debíamos escuchar cuando íbamos entrando. Fue escénico y, como muchos saben por haber visto esa famosa pintura, no se puede uno estar allí más de 15 minutos. En medio de la emoción, Javier nos explicó la composición, el punto de fuga de la pintura, la disposición y todo lo relacionado, pero nos sugirió que entráramos viendo el otro fresco que está frente a “La última cena”, que pintó Gaudenzio Ferrari, titulado “Crucifixión”, para después deslumbrarnos con el “buon fresco” de Leonardo. Salimos exultantes de allí.

Después recorrimos la iglesia y sus jardines exteriores, para dirigirnos a la basílica de Sant'Ambrogio, donde está el Santo Sepolcro, que ya mencioné en mi artículo anterior.

Castillo Sforzesco

Un detalle que no puedo documentar porque no conseguí tomar una buena foto fue la del famoso caballo de bronce de Leonardo, que vimos de pasada bajo una tormenta de nieve. Este caballo, concebido por Leonardo, no pudo realizarlo él, pero sus dibujos sirvieron de guía para que la escultora Nina Akamu, estadounidense de ascendencia japonesa, lo ejecutara en 1994. Leonardo llegó a hacer un molde de arcilla que fue destruido, pero sus pormenorizados estudios dieron vida al monumento de 7 metros de alto que está en el hipódromo de San Siro.

Seguimos el recorrido para llegar al Castello de los Sforza, de una gran solemnidad, con muchas esculturas que exaltaban la gloria de esta familia, así como muchos objetos religiosos y tapices impresionantes, lo mismo que cuadros de madonas. Los Sforza desplazaron a los Visconti en el poder de Milán en el marco de una historia muy abigarrada. El castillo lo empezaron a construir en la mitad del siglo XIV y después de muchos incidentes y cambios, quedó como se visita ahora, con la huella de Leonardo en las muchas obras que allí dejó.

Terminamos de recorrerlo para dirigirnos a la basílica de San Lorenzo, que tiene un hermoso nacimiento y, como estábamos en época pre-Navidad, era de obligatoria visita.

Milán se nos ofrecía en todo su esplendor, así que aprovechamos para ver su parte moderna, sus famosos canales, la Piazza XXV, la Porta Nova, con sus tiendas de moda y construcciones futuristas.

Bocetos de Leonardo en el Museo de Ciencia y Tecnología

Llegamos entonces a la pinacoteca de Brera, un museo imprescindible de conocer y al que tuvimos que entrar en dos turnos por los aforos permitidos. En sus inicios era solamente una colección conformada por obras de los alumnos que estudiaban en la Academia de Bellas Artes. Durante la época napoleónica surgió la iniciativa de crear una Academia Real que siguiera el concepto del Museo de El Louvre, en París. Fue inaugurada oficialmente en 1809, el 15 de agosto, que era el día del cumpleaños de Napoleón, por entonces rey de Italia y emperador de Francia y que había promovido esta región de Lombardía para glorificar su poderío.

La Academia de Bellas Artes de Brera había sido fundada 30 años antes, en 1776, en un antiguo palacio que era ocupado por un colegio jesuita, por la emperatriz austriaca María Theresa, que también fundó allí la Academia de Ciencias y Letras. Después de muchos cambios que afectaron su funcionamiento, por las guerras mundiales que ocurrieron durante el siglo XX y, aunque la estructura fue cerrada, las obras fueron puestas a buen recaudo, y se ha ido enriqueciendo, ofreciendo una valiosa colección que se ve destacada por la museografía que resalta por sus colores vivos en cada salón y la iluminación directa con que fue rediseñada le da un valor agregado invaluable. Destacan las pinturas de muchos famosos como Mantegna, Picasso, Tiziano, Bellini, Tintoretto, Modigliani, Donato Bramante, Piero della Francesca, Raphael, Caravaggio, Rembrandt, Rubens, Van Dyck, Canaletto y el más emblemático “El beso”, de Francisco Hayez, que se convirtió en un ícono de la pinacoteca y es una de las más admiradas pinturas italianas del siglo XIV. Mostrado en 1859, la escena romántica de una joven pareja vestida con ropas medievales lleva una alegoría de la alianza entre Italia y Francia en las guerras italianas de independencia. Los colores de los vestidos representan las banderas de las dos naciones y están tratados con particular realismo. En general, esta pinacoteca es una magnífica colección de arte del Renacimiento, principalmente italiano, que también tiene secciones de arte moderno. Es una especie de pequeña galería de los Uffizi en Milán. Un artista que Javier Sierra destaca en varios artículos por lo detallista de su obra es Carlo Crivelli, que me encantó.

Para ir culminando el tour, visitamos el asombroso Museo Nacional de Ciencia y Tecnología Leonardo da Vinci, donde se encuentran las maravillas de sus diseños de todo tipo, tanto de anatomía como sus inventos, y los estudios de “La última cena”. Es una parada obligatoria si queremos comprender la inmensidad de la obra del genio italiano, cuya vida y ejecutorias son irrepetibles.

Este museo representa la exhibición permanente más abarcadora sobre la obra del Leonardo ingeniero y humanista. El montaje de todas las salas es sencillamente espectacular, empezando con la Florencia del siglo XV y sigue los pasos del genio toscano y las influencias que recibió de profesionales de su región de nacimiento hasta su estadía en el Milán de los Sforza. Es una maravillosa travesía a través de las piezas de arte bélico, trabajos en evolución, estudios de aparatos voladores, represas y diseños arquitectónicos que dan una idea de la perspectiva que el artista aportó a la región lombarda en el Renacimiento, junto con sus pinturas y esculturas. Incluye una inmensa instalación dedicada a sus últimas investigaciones.

El beso, obra de Francisco Hayez

El museo comprende unos 1,300 metros cuadrados y 170 modelos históricos, piezas de arte, bocetos antiguos que narran esa época de su vida. Fue inaugurado en 1953 y es una institución única en el mundo que intenta inspirar nuevas generaciones en el aspecto cultural, humanista y artístico, así como la investigación, el entusiasmo por crear y experimentar en todos los aspectos de la vida. Hay una sección infantil interactiva para que los pequeños vayan desarrollando su creatividad.

La figura de Leonardo es estudiada dentro del contexto histórico, vinculando su trabajo como ingeniero y humanista al desarrollo de la ciencia, arte, técnicas de diseño y el pensamiento renacentista. La visión del museo es consistente con los más recientes estudios de la vida del artista, en los que se destacan su inagotable curiosidad y su incomparable habilidad de observar e interpretar tanto la fisonomía humana y animal, como la naturaleza, junto con la atención que les prestaba a sus colegas, con los que siempre mantenía una permanente comunicación.

Principios universales como el deseo de saber, la habilidad para observar y el pensamiento transversal son de las herencias más preciadas de los métodos de trabajo que heredamos de Leonardo Da Vinci y que, hasta hoy, se mantienen vigentes.

Pinacoteca de Brera

Ni dudar por un momento, después de conocer a Leonardo en Milán, que la expresión de “hombre del Renacimiento” es la mejor para definir su grandeza.

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