Para el desayuno o a cualquier hora

Actualizado
  • 31/07/2016 00:00
Creado
  • 31/07/2016 00:00
Después de algunas calles transitadas, semáforos y el cruce del ferrocarril, empieza a vislumbrarse el río Mississipi

Después de algunas calles transitadas, semáforos y el cruce del ferrocarril, empieza a vislumbrarse el río Mississipi. Estaba de visita en Nueva Orleans, una estadía muy corta y había que aprovechar todo momento. Por ello le dije a mis compañeros de viaje que a las 7 de la mañana saldría a hacer una caminata por la ribera del río y desayunaría algunos ‘beignets'. Quince minutos más tarde me daría cuenta de que no pude despertar el entusiasmo de los demás para dejar las sábanas a un lado. Partí sola.

Pasé por el Riverwalk Marketplace Mall y el Spanish Plaza con su fuente. Era un día de primavera y la temperatura era fresca. Algunos entusiastas trotaban o, como yo, caminaban aprovechando el silencio del área. En el fondo, solo se escuchaba el sonido del Mississipi.

A pocos minutos para las 8 de la mañana, aceleré el paso frente al Entergy Imax Theatre, y el Audubon Aquarium of the Americas. Llegué al parque Woldenberg, un espacio engramado que otrora albergara grandes bodegas cercanas a los muelles. Ahora, sobre todo en los meses de verano, el lugar recibe a familias que quieren pasar un rato relajado, descansar sobre la hierba y comer algunas populares delicias. Destacan el monumento a Malcom Woldenberg, filántropo que dio nombre al parque y el monumento al inmigrante, hermoso trabajo del italiano Franco Alessandrini.

Llegué al muelle de Natchez, donde descansa un barco de vapor que ofrece recorridos por el río. Es tiempo de entrar nuevamente a la ciudad, ya en el barrio francés. Estoy solo a unas calles de mi destino de la mañana: el Café Du Monde.

La verdad, ya sentía hambre. La caminata había despertado mi apetito. En la calle Decatur me enfrenté al Jackson Square, plaza principal que antecede la catedral de St. Louis. Desde allí se escuchaba una trompeta interpretar algunos clásicos del jazz.

El público se agolpaba afuera. La terraza del café aun no estaba abierta.

En operación desde 1862, el Café Du Monde es uno de los sitios más emblemáticos de Nueva Orleans. Su salón y ventanilla para órdenes para llevar permanecen abiertos las 24 horas del día, los 7 días de la semana.

‘Café Du Monde solo cierra en Navidad y en los días ocasionales en que un huracán pase muy cerca de Nueva Orleans', dice su página web. Sin embargo, su principal espacio, la terraza con sus aleros en lona verde, cierra en las madrugadas y abre a las 8 de la mañana.

Visitantes de cualquier lugar imaginable, así como vecinos de la comunidad de Nueva Orleans lo visitan a menudo, por lo que no es de extrañarse que ya a esa hora haya un nutrido grupo de gente.

Llegué justo a tiempo, abren la terraza y quedan muy pocas mesas vacías. El trompetista rompe el silencio de la terraza, salen los saloneros, toman las órdenes. De la cocina empiezan a salir enormes bandejas con tazas de café, frituras y vasos de agua. Hago mi pedido, una orden de beignets y un café au lait .

Escoger no es difícil, el menú del Cafe du Monde es bastante sencillo: Su café de tostado oscuro con achicoria se sirve negro o con leche y están los ‘beignets', frituras francesas tipo donut, de forma cuadrada cubiertas de azúcar pulverizada.

Además, sirven vasos de leche regular y chocolatada, y jugo de naranja fresco. La más reciente inclusión en la carta se hizo en 1998: café helado y gaseosas.

Mi pedido no tardó en llegar. En el resto de las mesas la misma operación se repetía. Mesa que se vaciaba, automáticamente recibía nuevos ocupantes.

Terminé mi desayuno, decidí darle la oportunidad a otros de desayunar y abandoné mi puesto. Me quedaban algunos minutos, lo suficiente para recorrer la plaza, ser testigo de una boda y ver cómo poco a poco iba despertando el barrio francés, las calles eran lavadas y los cocineros con sus filipinas inmaculadas salían a recibir los productos que horas más tarde servirían en el almuerzo y la cena del día.

Pasaban las nueve, debía regresar al hotel. Allí me esperaban los compañeros que bebían un café apurado. ‘¿Dónde estabas?', me preguntaron. ‘Caminé por la orilla del río, desayuné, fui a una boda y me di una vuelta por Bourbon... se lo perdieron', les respondí.

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‘Caminé por la orilla del río, desayuné, fui a una boda y me di una vuelta por Bourbon... se lo perdieron'

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