Educar en valores (judeocristianos)

Actualizado
  • 24/07/2016 02:00
Creado
  • 24/07/2016 02:00
Casi nadie entiende lo que significa ser coherente con las creencias

Es gracioso que esta frase tan manida salte a la palestra cada vez que se despotrica acerca de lo mal que está nuestra sociedad, siempre hay alguien que afirma que la solución es ‘educar en valores'. ¿Ríos de basura? Hay que educar en valores. ¿Tipos manejando por el hombro? El problema es la educación en valores. ¿Menores embarazadas? La culpa la tienen los padres por no educar en valores. Valores que, todo el mundo sobreentiende, son judeocristianos, claro está.

Pues no sé yo qué decirles. Quizás si nos apartásemos un poco de la palabra del Ungido y regresáramos a las bases éticas... Porque la ética no empezó con el Nazareno. El honor no lo inventó él. El apego a las leyes tampoco, ni la bonhomía, ni la rectitud moral.

Porque aquí todo el mundo habla de la educación en valores y casi nadie entiende lo que significa ser coherente con las creencias, nadie tiene muy claro lo que es el honor, ni la lealtad. Voy a darles un ejemplo con este último concepto, lealtad.

La lealtad, señores, no implica seguir ciegamente a aquel que te da un saco de arroz, o que nombra a tu querida en el ministerio por cuatrocientos palos al mes. No. Eso es corrupción. La lealtad es otra cosa.

Yo tengo pocos amigos, muchos conocidos, pero pocos amigos de los de verdad, de los que te abofetean en privado cuando metes la pata, pero se acuchillan con quien sea para defenderte en público. Uno de esos amigos murió hace ya algunos años. Aún lo extraño y lo lloro. Hace unos días recibí una comunicación de una persona a la que no puedo ver ni en pintura y que se portó con él espantosamente mal. Nunca se lo he perdonado. Ni se lo perdonaré nunca.

Eso es lealtad para mí. No, yo no acepto un trabajo que me ofreces después de haber botado a un amigo de ese puesto. No, yo no dejo de defender a los míos aunque estén muertos.

Soy coherente con mis ideas y con mis aprecios. Si te quiero, te quiero. Si haces algo suficientemente estúpido como para que deje de creer en ti, te apartaré de mi vida. No entiendo el concepto cristiano del perdón. Es decir, sí, vale, es probable que no te busque con la espada en la mano y la misericordia entre los dientes para zanjar la disputa con una puñalada trapera, pero tampoco nunca más, (y eso implica nunca, nunca más), voy a volver a darte la mano. No me busques. No lo intentes. Me jugaste una mala pasada o fuiste mala persona con alguien a quien yo quiero. Muérete. Y a ser posible, de forma dolorosa.

Ese es el problema en Panamá: la poca memoria con los agravios. La gente perdona y olvida. Si dejas pasar el tiempo suficiente todo pasa y todos vuelven a ser amigos. Así, los buenos están siempre en manos de los malvados. La moral judeocristiana y lo de perdonar setenta veces siete, y lo de poner otra mejilla ha hecho tanto daño, que seguimos una vez y otra vez confiando en aquellos que no se lo merecen y votando por ellos. El tema del arrepentimiento ha hecho tanto daño que si alguien hace un acto de contricción público todo está bien. ‘Pobrecito, ya se arrepintió'. Dejémosle salir de la cárcel. Ya lo han asoleado bastante. Solo era un matrimonio y él iba borracho, pobrecito, no sigamos persiguiéndole. Digo ‘Dios primero' y gerencio un prostíbulo.

Que te digan que eres coherente, en este país, es un insulto. Y así nos va.

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