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- 16/11/2020 00:00
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Revisaba un cuaderno de apuntes en forma rápida, mientras esperaba el Metro en la estación de San Miguelito, cuando mis ojos tropezaron con el nombre de Ricardo Bennett, quien tuvo el singular apelativo de 'Loco Loco'.
“Vea usted”, pensé. En forma inexplicable, había puesto el nombre de uno de los boxeadores más aguerridos que tuvo el boxeo istmeño, entre las décadas de 1970 y 1980, en unos apuntes que trataba otro tema.
La verdad es que, en ese momento, no quise abusar de mi memoria para explicarme la situación. Primero, no estaba en el lugar adecuado, y segundo, porque a los pichones de investigadores a veces nos suele ocurrir.
Hablando de memoria. Los casi diez minutos que demoró el Metro en cubrir la ruta de San Maikel a la estación de la Virgen del Carmen, en Vía España, fueron más que suficientes para recordar al amigo Ricardo Bennett.
¡Qué tiempos aquellos! Jamás el boxeo panameño volverá a vivir una época como la que tuvo en esas dos décadas.
Es cierto, hubo otras muy buenas, con púgiles de gran cartel y que, con solo mencionar sus nombres, se escuchaban exclamaciones de admiración. Pero, ¿veinte años de “mongo y más mongo”, con calidad de exportación? No creo.
Bueno, de esa época es el afamado Bennett, quien falleció en febrero de 1999, a los 41 años.
Colón fue desde siempre, sin temor a equivocarme, la capital del boxeo istmeño. Una función, además de ser todo un acontecimiento, era la ocasión perfecta para que la economía de la ciudad se moviera a plenitud.
Los púgiles visitantes llegaban a la ciudad un día antes del pleito o la mañana de la función, mientras uno o dos autos se movían impacientes por las agitadas calles, alertando con poderosas bocinas sobre la cartilla en cuestión.
En el ínterin, las planchas a vapor de las distintas lavanderías preparaban los vestidos de los que asistirían esa noche a la esperada cita, tal si fuera un baile de debutantes o la celebración de una boda.
Y es que las veladas de boxeo eran la excusa perfecta para, una vez culminadas las mismas, los parroquianos compartieran en las decenas de bares de la ciudad, en medio de la interpretación de la mejor música jamás tocada, la de los combos nacionales.
Así de especiales eran las jornadas boxísticas en mi ciudad y, en ellas, figuraba el gran amigo Ricardo, ataviado con sus mejores vestidos, hechos a la medida, siempre y cuando no viera acción la noche en cuestión.
“Siempre andaba ensacado con un cigarro, de esos puros, en la mano, y en el ringside era muy reconocido. En esa época había mucha gente emblemática en la Arena”, recordó el colega Héctor Villarreal, quien por muchos años viajó desde la capital a transmitir con los inmensos Félix Piñango y Enrique Clark.
Ricardo realmente fue todo un personaje del ambiente boxístico colonense e irónicamente, nuestra amistad se desarrolló y fortaleció pocos años después de su retiro, cuando ambos éramos asiduos asistentes a la Arena.
Un día en plena tertulia, mientras algunos púgiles se preparaban en la improvisada plaza de entrenamiento, en que se había convertido el vetusto gimnasio, me confesó que jamás le gustó que lo llamaran 'Loco Loco'.
“No me gusta que me llamen así, porque no estoy loco. Estoy muy claro en mis cosas y por eso decidí retirarme, cuando entendí que ya no podía”, palabras más, palabras menos, me dijo en esa ocasión.
También me señaló que hablaba como si estuviera ñato porque en una refriega le rompieron el tabique y, de allí en adelante, no pudo evitarlo.
En otra oportunidad, recordó que el amanecer de la nefasta invasión de diciembre de 1989 lo encontró buscando un lugar donde comprar una harina (hojaldre) con bofe, pero lo que halló fue una bolsa que contenía unos cientos de dólares.
“Parece que a alguien que estaba huyendo se le cayó la bolsa por donde está el Súper Centro Caribe (hoy Zapatería Ávila), y la revisé pensando que era droga, pero era dinero, y antes de que alguien reclamara, me mandé a hacer varios vestidos”, me contó.
El otrora gladiador colonense es el que más público ha llevado hasta ahora a la Arena, cuando el 17 de noviembre de 1979 enfrentó al 'Toro', Ulises Morales, en una cartelera del empresario Sergio González, que recaudó la suma de 17 mil dólares.
Ricardo recordó esa noche y, por cierto, se ufanó de ser el “hombre récord” del boxeo colonense.
?“Estaba consciente de que estábamos rompiendo un récord esa noche en la Arena”, ?me dijo.
?Espera un momento, ?le interrumpí. ?¿Cómo es posible que supieras, si no fue hasta que terminó la cartilla que se conoció cuántas personas entraron a la Arena?, ?lo cuestioné.
?“Porque cuando iba saliendo de los camerinos sentí ese fogaje que había afuera, y pensé: es un lleno completo”, ?me respondió, mirándome fijamente.
No le creí, pero en ese momento solamente sonreí y guardé silencio.
No creo que durante la conversación hablamos sobre el resultado de la pelea, la cual perdió por decisión dividida frente al corajudo púgil capitalino.
?¿Crees que fuiste uno de los mejores boxeadores de Panamá?, ?le pregunté.
?“La verdad es que sí. Sé que no llegué a campeón mundial, pero me fajé con los grandes y ganando o perdiendo, siempre defendí la plata de los apostadores”, ?me dijo convencido.
?“¿Recuerda la pelea que hice con el (Aquilino) 'Dimar' Asprilla?”, ?me preguntó, y sin esperar respuesta, añadió: “Qué peleón y aunque perdí, me fajé como los buenos y estuve a punto de ganar”.
Sí, realmente Ricardo Bennett, quien ganó el título nacional de los pesos gallos en 1980, fue uno de los grandes del boxeo istmeño.
¿Qué no ganó título mundial alguno? Es verdad, pero les aseguro que tuvo muchas más agallas y categoría, que algunos de los que sí lo han logrado en el mundo.