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- 27/04/2010 02:00
ESPAÑA. Grecia lleva ya más de cuatro meses buscando una solución a su grave situación financiera. Pero cada paso que da en el sentido de superar la crisis, queda disipado por culpa de la presión de los mercados y las reticencias de algunos de sus socios del euro. Asimismo, los problemas que está encontrando la UE para solucionar la tragedia griega han puesto de relieve los defectos de carecer de una política económica común, lo que ha dejado al país mediterráneo indefenso ante los ataques de los especuladores, que ya han puesto sus ojos en la siguiente víctima de la llamada primera crisis del euro: Portugal.
Grecia ha vivido fiscalmente hablando por encima de sus posibilidades en la última década.
Durante años, ha gastado más de lo que ingresaba y se ha saltado a la torera el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE que limita el déficit público por debajo del 3% y obliga a controlar la emisión de deuda, que no puede superar el 60% del Producto Interior Bruto.
Y para ocultarlo no dudó en manipular sus estadísticas oficiales. Dentro de esta tendencia, Grecia cerró 2009 con un déficit público del 13.6%, según el último dato revisado de Bruselas, al mismo tiempo que su deuda pública escalaba al 115% del PIB.
Estos niveles son insostenibles para cualquier economía y hacen dudar de su solvencia a la hora de pagar.
Y a mayor riesgo, menos demanda, lo que obliga a Grecia a ofrecer una mejor rentabilidad por sus bonos para poder colocarlos entre los inversores con una consecuencia clara: la prima de riesgo y el interés de los títulos de deuda de la República Helénica han marcado sus máximos desde que entró en el euro. Este sobrecoste hipoteca los ingresos del Estado, le impide reducir el déficit y bloquea las eventuales medidas para estimular la economía. Una espiral difícil de romper y que, a medio o largo plazo, le llevarían a la bancarrota.
Grecia debe encontrar financiación urgente para afrontar los pagos por 52.000 millones de euros que vencen este año, la mayoría en concepto de los intereses asociados a su alto nivel de deuda.
Aunque podría ser más: hay quien eleva esta cifra hasta los 80.000 millones, como el presidente del banco central alemán, Axel Weber, o varias casas de análisis financiero. De esta cifra, solo el próximo mes debe abonar 8.500 millones.
No obstante, sus arcas se han quedado vacías con los compromisos que tenía en abril, y eso que ha podido realizar modestas emisiones a corto plazo en las últimas semanas, aunque con una rentabilidad que más que duplicaba las anteriores operaciones de similares características que hizo el pasado enero.
Por este motivo, ante la imposibilidad de recurrir al mercado europeo por sus altos precios para captar el grueso de los fondos que precisa, Grecia ha sondeado también los mercados de Asia y Estados Unidos, pero también le han cerrado la puerta. Se da la circunstancia de que la mayor parte de la deuda griega está en manos de bancos franceses y, en segundo lugar, alemanes.
Grecia forma parte de la Unión Monetaria y, como tal, carece del margen de maniobra que le daría contar con una moneda propia, como podría ser una devaluación, para hacer frente a la amenaza de bancarrota.
Por este motivo, la solución a la crisis pasa necesariamente por que sus socios de la eurozona, que no pueden realizar inyecciones directas de capital entre sí, le echen una mano.
El pasado 25 de marzo, la UE llegó a un acuerdo de la mano de Alemania y Francia para salir en rescate de Grecia en caso de que lo necesitase y como última opción, eso sí con la participación del FMI.
Dos semanas después, la persistente presión de los inversores les obligó a aclarar su propuesta y a poner una cifra a este pacto político: créditos bilaterales por 30.000 millones de sus socios del euro y hasta 15.000 millones del FMI.
En total, 45.000 millones que, en teoría, deben ser suficientes para que el país mediterráneo pueda llegar a final de año sin renegociar los plazos de vencimiento de su deuda, lo que además afectaría a la credibilidad del conjunto de la eurozona pese a que Grecia apenas supone algo más de un 2% de su PIB total.
Además de los intereses asociados a los créditos bilaterales, que están por debajo del precio que supone recurrir al mercado, tanto Bruselas como sus socios del euro y el FMI le exigen que ponga en marcha un plan concreto y creíble de medidas de aquí hasta 2012 que de confianza sobre el compromiso de Atenas para reconducir sus finanzas.
El Gobierno socialista de Yorgos Papandreu se encontró con el problema de su delicada situación financiera nada más acceder al poder. Su primer paso fue reconocerlo y adecuar las estadísticas.
Después, para responder a las primeras exigencias de Bruselas para poner en marcha el plan de rescate, por un lado, y aplacar la presión de los mercados financieros, por otro, aprobó un duro plan de ajuste.
Este programa, que en un primer momento fue bien recibido por el Ejecutivo comunitario aunque ha causado numerosas protestas y varias huelgas generales en el país, incluye un importante recorte del gasto, la reforma del sistema de pensiones, la privatización de empresas públicas y la congelación de los sueldos de los funcionarios, entre otras medidas.
Todos estos sacrificios con el objetivo de cumplir con el límite del 3% del PIB que impone el Pacto de Estabilidad. No obstante, pueden no ser suficientes a la vista de cómo se está desarrollando la situación, lo que deja a Atenas en una difícil tesitura y sin apenas margen de maniobra.
“A los tiburones financieros se les llama así porque cuando huelen sangre, muerden para sacar todo el provecho posible. Grecia está débil, necesita dinero y ellos van a intentar cobrárselo al precio más caro posible”, resume José Carlos Díez, economista jefe de Intermoney al ser consultado por el caso griego. ©ELPAIS.SL.