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- 31/05/2014 02:00
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Quizás recuerden a Mateo Beltrán, el niño de 3 años que quería un cupcake aunque su madre, Linda, se negaba a dárselo. En un video de YouTube que ha sido visto 14 millones de veces, Mateo imploraba: ‘Escucha, Linda, escucha.’
Según peritos en comunicaciones, no todos tenemos la misma capacidad de escuchar.
Hace varios años, me senté en un vuelo junto a un hombre que trabajaba como instructor privado de golf. Le pregunté cuáles eran los estudiantes que escuchaban más sus consejos. ‘Los que escuchan más son los actores y los atletas,’ dijo. ‘Están acostumbrados a recibir dirección y entrenamiento’.
¿Los peores estudiantes?
‘Los oficiales militares de alto rango retirados, cirujanos, directores ejecutivos jubilados —personas no acostumbradas a recibir órdenes’, dijo.
Hace unos meses, cuando mi hijo comenzó a participar en la Pequeña Liga, le dije que yo esperaba dos cosas: que se divirtiera y que escuchara a sus entrenadores para poder aprender el juego. Al final de la temporada, los entrenadores lo felicitaron por prestar atención.
Hay gente que no escucha porque no quiere. Otros, porque no pueden. A mucha gente, y me incluyo, le gustaría escuchar mejor, especialmente entre familiares y amigos. A menudo, no sabemos cómo mejorar.
A veces, es necesario pasar vergüenza. Hace como una década, mi suegra me estaba contando una historia y yo no le prestaba atención. Entonces me examinó: ‘¿Qué acabo de decir?’. Yo no tenía ni idea, pero tartamudeé una respuesta. Ahora me aseguro de prestar atención, y mi suegra dice que soy uno de los que saben escuchar mejor en la familia.
En realidad, considero que estoy en proceso de aprender a escuchar. Si estoy mejorando, quizás sea por conducir tantas entrevistas, aunque tengo a veces el hábito de apresurarme a la pregunta siguiente antes de digerir totalmente la respuesta de la anterior. Creo que también ayuda ser locutor de radio; oigo voces en mis audífonos, de oyentes y productores, pero no veo rostro alguno. Sin esa distracción visual, me veo obligado a concentrarme exclusivamente en la voz.
Me propuse escuchar con atención a Lisa Orick-Martínez, profesora de Comunicaciones en el Central New Mexico Community College de Albuquerque y certificada internacionalmente como profesional del escuchar. También es exdirectora ejecutiva de la International Listening Association, una organización profesional que promueve la información sobre saber escuchar y el impacto que tiene en nuestras vidas. Entre sus miembros encontramos empresarios, maestros, profesores, entrenadores de vida, y ejecutivos de ventas —todo el que tenga que tratar con el público.
Mi primera pregunta fue si existe una diferencia entre oír simplemente algo o realmente escucharlo.
‘Oír y escuchar son la misma cosa hasta que las palabras llegan al cerebro,’ dijo Orick-Martínez. ‘Ahí es donde las procesamos. Y algunos tienen más capacidad de procesamiento que otros’. Explicó los seis elementos básicos de escuchar: oír, comprender, recordar, interpretar, evaluar y responder.
Para comunicarse efectivamente, son necesarios los seis.
¿En qué ocupaciones, pregunté, escuchar es realmente importante? Recitó de un tirón: abogados, médicos, oficiales de policía, consultores, etc.
¿Hay ocupaciones donde hay más individuos que no saben escuchar que en otras?
‘En la política,’ dijo inmediatamente. ‘Es mutuo. Mucha gente no escucha a los políticos porque pensamos que todos mienten. Y los políticos no escuchan al público porque piensan que nuestras preocupaciones u opiniones no son dignas de su atención’.
Puesto que hermanos criados en una misma familia pueden tener diversa capacidad de escuchar, pregunté si hay algunos individuos que naturalmente saben escuchar o si es una destreza que se desarrolla con el tiempo.
Orick-Martínez afirmó que la crianza juega un papel. Citó el ejemplo de padres que no escuchan a sus hijos y los que contestan las preguntas formuladas a ellos, de manera que estos no aprenden a escuchar.
Entre otros peligros están la falta de atención, nuestra tendencia a realizar simultáneamente muchas tareas, el no estar consciente del momento en que vivimos, y lo que la profesora considera como el problema más serio para saber escuchar, esos omnipresentes aparatos electrónicos que nos distraen. Escuchar mejor no es algo que ocurre naturalmente, cuesta trabajo, dijo Orick-Martínez. ‘Puede ser bastante laborioso. Hay que estar presente, atento y consciente para saber escuchar’.
COLUMNISTA