Opinión

Plata rápida mata unidad

  • 30/09/2025 11:20
Aunque recopilamos y organizamos datos con el fin de entender la realidad, ella puede ser ilusoria. Lo que no es ilusorio es el impacto de la desconfianza en la economía. Aunque el PIB crece, no derrama suficiente bienestar y nos mantenemos como un campeón regional de la desigualdad

En Panamá la plata rápida mata la unidad. El juegavivo es la causa una desconfianza limitante, que sofoca objetivos nacionales de largo plazo. Es una de las causas por las que nuestro crecimiento económico no se acompaña de un desarrollo social adecuado.

Sostengo que la geografía y la historia explican los atajos de distancia y deshonestidad con los que los panameños realizamos transacciones. Tal como ya sabemos, confiar es un requisito para cualquier relación productiva. Lo demuestra el acuerdo más eficiente que existe: el dinero como medio de cambio.

Hace cinco mil años dejamos constancia de deudas para evitar el trueque y hace dos mil acuñamos monedas. Así, por ejemplo, el papelito con el rostro afable de Benjamín Franklin funciona perfectamente, gracias a una convención social: aunque su valor propio es insignificante, siempre nos permite pagar o cobrar cien dólares. Para desarrollar mi punto, citaré la encuesta “Valores, instituciones y economía en la sociedad de la hiperdesconfianza”, hecha en 2019 por el Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales (CIEPS), dirigido por el Dr. Manolo Alcántara Sáez.

Raisa Urribarri, Nelva Araúz y Claire Nevache, académicas del CIEPS, hallaron que el 80% de los panameños confía en la gente “pocas veces o nunca”. Mi lectura de esto es que vivimos anticipando que nuestra contraparte nos mienta y engañe. Así que es oportuno revisar unas consideraciones históricas sobre nuestro rol como hub comercial. Usemos como punto de partida el año 1000 a. C., cuando los mayas desde Mesoamérica y los chibchas desde Colombia transaban aquí.

Con el paso del tiempo solo cambió la tecnología del transporte. En un principio el oro y plata viajaban a España a lomo de mula, gracias al esclavo que guiaba su fuerza animal a través de dos caminos: el Real y el de Cruces. Después, con la combustión de vapor, desde 1855, el ferrocarril ha transportado bienes y, a partir de 1914, el canal lo hace con electricidad. Hoy generamos un producto intangible llamado “plataforma de servicios globales”, que vendemos gracias a cables de fibra óptica, redes Bluetooth y panameños talentosos poseedores de una educación sofisticada. Reconozcamos que en ese mundo digital en el que vamos adentrándonos, la desconfianza crecerá cada vez más, por aquello que Guillermo Chapman llama “nuestra economía de amiguetes”. La explicó en un documento publicado en 2021. Señala que, a pesar de que cambien los colores políticos del gobierno de turno, cuatro primos siempre se rotan los privilegios y las oportunidades. Ahora reflexionemos sobre la ciencia estadística. Las cifras señalan que somos el país número 78, de 195 a nivel mundial por volumen de producto interno bruto (PIB) y el de mayor per cápita en América Latina. ¡Eso bastaría para darnos por satisfechos!

Aunque recopilamos y organizamos datos con el fin de entender la realidad, ella puede ser ilusoria. Lo que no es ilusorio es el impacto de la desconfianza en la economía. Aunque el PIB crece, no derrama suficiente bienestar y nos mantenemos como un campeón regional de la desigualdad. Y seamos sinceros, ¿acaso al panameño le importa cuánto crece el PIB si vive agobiado pues no recibe agua de forma confiable, su hijo va a una escuela con carencias y al enfermar no consigue medicinas?

Además, según René Quevedo documenta en sus investigaciones, la planilla estatal aumenta, financiada con deuda y la informalidad galopa, perjudicando en especial a jóvenes y mujeres.

También es por la desconfianza que la recaudación es más baja de lo que debería. Por otra parte, reconozco que el transitismo tuvo una faceta positiva: nuestro patrimonio cultural y magnífica diversidad étnica. Somos una ensalada hecha con europeos, grupos originarios, africanos y asiáticos, sazonada con carácter caribeño. Quedó reconocido porque los caminos mencionados arriba ahora son la “Ruta Colonial Transístmica de Panamá”, que hace poco quedó inscrita en el Comité del Patrimonio Mundial de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, un gran éxito de María Eugenia Herrera, ministra de Cultura.

En el marco de ese logro, siento justo admitir que la colonización nos benefició con herramientas, nuevas plantas, animales e ideas que nos transformaron. El intercambio de doble vía arrancó unas riquezas y sembró otras. La ensalada es paradójica : ¿un indígena naso en Bocas del Toro, un campesino en Cañazas, un negro costeño colonense, una boqueteña descendiente de inmigrantes suecos y un chinito en Metetí comparten una visión e interés nacional común? No lo comparten y, con lo que expuse aquí, espero haber sustentado que el juegavivo (nuestra supuesta virtud de ser flexibles y adaptables), es muy dañino. El panorama no es alentador pues, desde hace veinticinco años, carecemos de un proyecto unificador. Resuelta ya la devolución del Canal y su exzona adyacente no tenemos raison d’être. ¿Usted piensa distinto?

El panorama no es alentador pues, desde hace veinticinco años, carecemos de un proyecto unificador. Resuelta ya la devolución del Canal y su exzona adyacente no tenemos raison d’être. ¿Usted piensa distinto?
Lo Nuevo