Obama y el fin del racismo

Actualizado
  • 09/12/2008 01:00
Creado
  • 09/12/2008 01:00
He expresado muchas veces mi poco entusiasta respuesta a la candidatura de Obama y su posterior elección. Sin tomar esto en cuenta, Obam...

He expresado muchas veces mi poco entusiasta respuesta a la candidatura de Obama y su posterior elección. Sin tomar esto en cuenta, Obama se mostró, dentro del contexto de la presidencia de EEUU, o de aspirantes a la presidencia, poco peor o mejor que los anteriores presidentes y candidatos. Sin embargo, fue capaz de atraer un amplio rango de ideologías a sus ideas y políticas que eran de hecho contrarias a sus ideas y políticas. En el pasado he llamado a esto “locura temporal”, y creo que esos términos todavía se aplican. Los liberales, que sugirieron que, antes que nada, debíamos asegurarnos de que Obama ganara, pero que el verdadero trabajo empezaría después de las elecciones, han permanecido extrañamente callados mientras la administración Obama empieza a tomar forma. Primero fue el anuncio de que Rahm Emanuel sería el jefe de Gabinete. Emanuel, uno de los más ardientes defensores del sionismo de apartheid practicado por Israel, también votó por la autorización de la Guerra de Irak, y trabajó para derrotar a un candidato antiguerra en Illinois (ver Tammy Duckworth v. Christine Cegelis). Después, Lawrence Summers fue elegido para encabezar el Consejo Nacional Económico y fungir como asistente presidencial para política económica. Como presidente de Harvard, Summers declaró que las mujeres eran inferiores a los hombres en matemáticas y ciencias, lo que explicaba las bajas cantidades de mujeres en esas disciplinas. Más recientemente vimos como Hillary Clinton, un halcón de aquellos, fue seleccionada para ser secretaria de Estado.

Incluso con esto, no fue ninguna sorpresa que la elección de Obama levantara toda clase de preguntas concernientes al “fin del racismo”. Muy pocos de los consultados opinaron que esta elección marcaba el fin del racismo. Por otro lado, muchos medios señalaron que la victoria de Obama evidencia un cambio drástico en el panorama racial. Para un país nacido del genocidio, la esclavitud y el robo, la elección de un hombre negro como presidente es impresionante. Considerando que EEUU fue una de las últimas naciones en mantener un sistema institucionalizado de apartheid, el significado simbólico de la elección de Obama no puede ser ignorado. Lastimosamente, es poco más que simbólico. Los presidentes de EEUU tienen la tarea de mantener la supremacía norteamericana en el mundo económica y militarmente y con respecto a consumo y acceso a recursos. Obama se ha mostrado dispuesto a hacer la tarea. Es sólo dentro del marco mental de la presidencia que le parece aceptable que tenga el derecho de discutir planes de retiro parcial, reducción de tropas, o el mantenimiento de fuerzas “residuales” en Irak. ¡Irak no nos pertenece! ¡Venezuela, Bolivia, Afganistán, Pakistán y Palestina no nos pertenecen!

Para un hombre con un martillo, todo parece un clavo. Para un hombre con un martillo del tamaño del ejército estadounidense, el mundo entero parece un clavo. El militarismo y el imperialismo siguen siendo militarismo e imperialismo, sin importar quién está en la Casa Blanca, y a pesar de que el racismo no ha muerto con un negro en la Oficina Oval, el excepcionalismo estadounidense sigue progresando. Russell Redenbaugh escribió en su artículo “Barack Obama: sólo en EEUU”: “El ascenso de Obama es la definición del sueño americano”. Un editorial del San Diego Union Tribune aseguraba que la elección es “una afirmación de los ideales americanos a un mundo que se ha vuelto escéptico de ellos”. El mismo Obama ha dicho que “en ningún otro país mi historia sería posible”.

La elección de Obama es histórica, pero el racismo aún está y estará entretejido en el material de EEUU mientras la “guerra contra las drogas” sea utilizada como pretexto para encerrar a personas de raza negra en números desproporcionados y con condenas más altas. Mientras continuemos construyendo muros alrededor de nuestras fronteras para mantener a los indeseables fuera, mientras sigamos mirando con odio a los más débiles entre nosotros –los pobres, inmigrantes, los indigentes— el racismo/clasismo seguirá siendo una parte integral de nuestra sociedad. Mientras nuestra política exterior siga privilegiando las vidas estadounidenses sobre las vidas iraquíes, afganas, pakistaníes, palestinas, cubanas, haitianas, mexicanas y sudanesas, la elección de Obama no marcará el fin del racismo, sino más de lo mismo.

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