Bolsonaro se lava las manos mientras crisis del COVID-19 se profundiza en Brasil

Actualizado
  • 01/05/2020 00:00
Creado
  • 01/05/2020 00:00
Las acusaciones de 'interferencias políticas' para proteger a sus hijos acusados de corrupción, se suman a las críticas por no asumir la responsabilidad contra el Covid-19 que ya tiene en Brasil más muertos que China

“Soy Mesias, pero no hago milagros”, así fue como respondió este miércoles a los periodistas el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, luego de que el país registrara en un solo día 400 fallecidos como consecuencia del Covid-19, superando así el número de decesos de China.

Brasil registra 5,466 fallecidos y 78.162 casos confirmados, de acuerdo a cifras del Ministerio de Salud brasileño.

En un juego de palabras con su segundo nombre, Mesías, el mandatario se lavó las manos sobre la crisis, que ya registra 5,466 fallecidos y 78,162 casos confirmados, de acuerdo con cifras del Ministerio de Salud brasileño.

Una respuesta que retrata la gestión del mandatario durante la pandemia por el nuevo coronavirus, que coloca a Brasil como la nación con el mayor número de muertos y casos de toda América Latina y el décimo primero en el mundo, solo superado en el continente por Estados Unidos, que esta semana sobrepasó el millón de contagios.

Y es que el manejo del líder de extrema derecha ha ido a contramano del resto del planeta, que tomó fuertes medidas para contener el avance del brote y evitar que este sobrepasase la capacidad del sistema sanitario brasileño, como ocurrió en China, España, Italia, ciudades como Nueva York (EEUU) o el vecino Ecuador.

Denostando la gravedad del asunto desde el principio, Bolsonaro ha trasladado la responsabilidad del brote a los gobernadores y alcaldes, adelantando que “la factura” de la crisis debe “ser enviada” a los gobiernos locales, quienes en solitario han venido impulsado medidas de contención para frenar el avance de la enfermedad.

La situación es particularmente compleja en ciudades como Río de Janeiro, Manaos, Recife y Sao Paulo, esta última concentrando los peores números; al punto que al menos 12 de los 24 estadios de fútbol de la Serie A brasileña se han habilitado para atender la creciente demanda de pacientes.

Fueron precisamente las autoridades locales las que ordenaron cuarentena y encierro voluntario, medidas que pese a tener el aval de casi todas las instituciones sanitarias del mundo son cuestionadas por Bolsonaro, llegando incluso a participar en protestas callejeras para eliminarlas en apariciones públicas sin mascarilla e incumpliendo el distanciamiento social. Una actitud que lo llevó a chocar con su propio ministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, el cual fue destituido por estas diferencias con el jefe de Estado.

Estas tensiones entre el gobierno federal y las entidades estatales ha llevado a escenas insólitas, como el llamado del alcalde de Sao Paulo, Bruno Covas, a inicios de abril para respetar la cuarentena, y Bolsonaro instando a sus seguidores a romperla.

Casos como los de la ciudad de Manaos, donde cavan fosas comunes y se reportan morgues desbordadas por el volumen de muertos diarios no han hecho cambiar la postura de Bolsonaro, que insiste en la apertura inmediata del país indistintamente del virus; recibiendo por esto duras críticas de casi todo el espectro político brasileño –incluyendo a partidos aliados–, además del rechazo del Congreso y la Corte Suprema de Justicia.

Las diferencias entre los aliados del mandatario se han agudizado de tal manera, que políticos derechistas, como el gobernador de Sao Paulo, João Doria, habla de que combaten contra el coronavirus y “bolsonarovirus”.

Pandemia y divisiones internas, tormenta perfecta

A lo interno del gobierno las cosas no pintan mejor. La renuncia del ministro de Justicia Sergio Moro denunciando “interferencias políticas” por parte de Bolsonaro revelan las cada vez más tensas relaciones dentro del Ejecutivo brasileño.

Moro, exfiscal estrella de la operación anticorrupción “Lava Jato”, que encarceló a múltiples empresarios y políticos, entre ellos al expresidente Lula Da Silva, allanando la victoria presidencial de Bolsonaro en 2018, justificó su salida por el cese de Mauricio Valeixo como jefe de la Policía Federal, una entidad que trabaja como un órgano auxiliar en las investigaciones judiciales.

De acuerdo con la prensa brasileña, las presiones para sacar a Valeixo estarían ligadas a las pesquisas que le sigue la justicia a los hijos del mandatario: Flavio y Carlos Bolsonaro; el primero es senador y está bajo investigación por corrupción en un caso que lo vinculan grupos parapoliciales relacionados al crimen organizado, mientras que el segundo es concejal de Rio, y se le señala de liderar una maquinaria de fake newscontra los rivales políticos de su padre y que jugó un rol clave en la derrota del candidato del Partido de los Trabajadores en los pasados comicios generales.

Aunque la movida del mandatario fue frustrada por el Tribunal Supremo, que revocó el nombramiento de Alexandre Ramagem en la jefatura de la Policía Federal luego de denuncias de amistad con sus hijos en medio de acusaciones de querer “blindar” al “clan Bolsonaro”, la mala gestión del nuevo coronavirus y las luchas intestinas dentro de su gobierno empiezan a agitar el fantasma de un juicio político.

Todo esto parece estar dinamitando el capital político del inquilino de Planalto. La caída en las encuestas, que de acuerdo con la última encuesta de Datafhola rondaría el 31%, sumado a la profundización del drama en los estados infectados por el Covid-19, coinciden con la grave crisis dentro de su gobierno.

Con apenas 13 meses en el cargo, el sondeo de Datafhola arroja que el 45% de los brasileños estaría de acuerdo con un impeachment al mandatario.

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