Del despiadado liberal al salvaje revolucionario

Actualizado
  • 04/02/2022 00:00
Creado
  • 04/02/2022 00:00
'Los casos de Cuba, Venezuela y Perú son un ejemplo del éxito de la violencia en alcanzar el poder para visualizar a poblaciones; pero también el rotundo fracaso del relativismo emocional y la falta de un estado de derecho liberal a la hora de gobernar'
'El uso del resentimiento o la violencia debe descalificar a cualquier candidato que pretende una nueva visión del futuro'.

A nivel político-social, el modernismo consagró al método científico y su visión binaria y lineal de la realidad como paradigma universal para la organización de la vida pública. La implementación y ferviente defensa del liberalismo en el siglo IX y XX y el neoliberalismo en el XXI resultaron en la industrialización de la sociedad latinoamericana y la generación de riquezas más cuantiosa en la historia de la región. Sin embargo las limitaciones del paradigma liberal no permitieron la visualización total del impacto social de decisiones tecnocráticas.

Los fracasos o las limitaciones del liberalismo dentro de una visión modernista de la sociedad resultaron en el amalgamamiento paulatino y exponencial de fuerzas iliberales. El choque cíclico entre el liberalismo y sus oponentes radicales dieron paso al posmodernismo en la política latinoamericana. En el 2022 la región verá tres modelos políticos que coexisten de manera anacrónica y que nos permitirán evidenciar la virtud del pasado, los errores del presente y advertencias de lo que podemos esperar para el futuro.

Defensa del liberalismo: Colombia

El gobierno colombiano de Iván Duque es un ejemplo de un gobierno clásico liberal en pleno siglo XXI. El manejo de las reformas tributarias en el 2021 dejó claro el principio operante del ocupante de la Casa de Nariño. Al Ejecutivo se le presentó un problema: el gobierno estaba en necesidad de $6 mil millones para sostener los programas sociales que se introdujeron durante la pandemia y garantizar la solvencia del estado.

Propanganda del régimen chavista.

La solución para el gobierno de Duque fue clara, una medida lineal: una reforma tributaria para recolectar un 2% del PIB en impuestos. El resultado de la fiel implementación del paradigma liberal por parte del gobierno colombiano durante el 2021 resultó en tragedia. Por un lado, el rechazo popular a las reformas tributarias por parte de fuerzas claramente iliberales irrumpió con el estado de derecho y interrumpió la vida pública.

Un 22% de empresas en el país tuvieron que suspender operaciones durante los bloqueos de calles en abril y mayo del 2021; y se calcula que la economía perdió alrededor de $2.8 mil millones en ventas (más de un tercio del monto que necesitaba recaudar el Estado).

Por otro lado, la respuesta implacable y binaria del gobierno liberal de Iván Duque arremetió contra vándalos y manifestantes por igual para restablecer el estado de derecho, dejando un saldo de mas de un veintena de ciudadanos muertos y cerca de mil heridos.

Iván Duque defendió el estado de derecho liberal y las reglas del juego político sin consideraciones por las motivaciones, reales pero pasionales, de aquellos que en rechazo interrumpieron el orden social imaginado. Entre el acento neogranadino, las patillas rectangulares y frondosas del presidente, y su glorificación del militarismo como garantía de seguridad, Duque encarna el espíritu liberal latinoamericano que surgió en la post-independencia. A pesar de representar un modelo clásico de gobernanza solo 22% de los colombianos aprueban de su gestión a la fecha. El modelo está agotado, y su fracaso en las urnas de la región durante la última década es evidencia suficiente.

Lucha revolucionaria: Perú, Venezuela y Cuba

En Perú el recién electo presidente Pedro Castillo es un ejemplo de la contingencia iliberal clásica: el revolucionario nativista. Un nuevo ejemplo de un gobierno bastardo de la revolución cubana, y bastardo por no ser abiertamente reconocido y acogido por las dictaduras de Cuba y Venezuela. El maestro rondero llegó al poder con una propuesta de rechazo al estatus-quo que amalgamó el descontento de una sociedad que en cinco años vio cinco presidentes y ninguna respuesta real a las demandas ciudadanas. Sin embargo el carácter iliberal de la coalición política que le dio la victoria en julio del 2021 a Pedro Castillo no tiene, por naturaleza, un compromiso con el método científico ni mucho menos una gestión política basada en un estado de derecho.

En seis meses el mandatario de izquierda ha renovado su gabinete ministerial tres veces. Entre los que han fungido como ministros de Castillo ya se encuentra: ex terorristas (Iber Maraví dimisionado ministro de Trabajo y ex miembro de Sendero Luminoso); un abusador condenado (Guido Bellido el expresidente del consejo de ministros, un confeso comunista quien fue sancionado por violencia psicológica y ordenado a recibir terapia); y un investigado por narcotráfico (Alfonso Chávarry, un ex coronel de la Policía que es investigado en dos casos de trafico ilícito de drogas) entre otros agentes del desorden. El desorden y constante cambio de rumbo del gobierno de Castillo es similar a la versatilidad ideológica de las dictaduras en Cuba y Venezuela. A pesar del rechazo al liberalismo, las fuerzas revolucionarias clásicas de América Latina solo existen en una construcción social moderna y binaria.

La crítica Marxista de la sociedad moderna nunca escapo el apego a una realidad epistémica. La “revolución” solo ha existido en oposición al liberalismo y por eso no escapa de los ciclos de causales y consecuencias que ha vivido la región desde la independencia.

La nueva derecha y la nueva izquierda

Los nuevos presidentes millennials de la región, Bukele en El Salvador y el presidente electo Gabriel Biroc en Chile, representan la primera propuesta de la “derecha” y la “izquierda” en una sociedad latinoamericana en donde el post modernismo ya entró en vigor.

Bukele y Boric proponen una alternativa que supuestamente si logra escapar los ciclos binarios entre liberalismo y la revolución. A primera vista la barba de los dos, la gorra de Bukele, y los tatuajes de Boric definitivamente trascienden la estética moderna del poder. Y a nivel discursivo ambos proponen una nueva realidad imaginada que no esta atada a una realidad científica si no un relativismo de valor y significado. Bukele impulsó en el 2021 una iniciativa legislativa que convirtió a El Salvador en el primer país del mundo en aceptar y utilizar criptomonedas como moneda de curso legal.

Boric, aunque no ha tomado posesión del cargo, ya presentó el primer gabinete de ministros con mayoría de mujeres y promete un gobierno de inclusión jamás visto en la región. El presidente electo de Chile incluso declaró que su gobierno pondrá fin al neoliberalismo a cambio de un gobierno altruista y social. A pesar de pretender romper con el pasado y la linearidad del tiempo, Bukele en el 2020 ingresó a la Asamblea Nacional escoltado por las fuerzas armadas para demostrar poder y exigir la aprobación de su plan nacional de seguridad territorial. Por su parte Boric cambió su plan de gobierno más de tres veces entre la primera y segunda vuelta electoral para poder amalgamar un grupo más grande de personas en contra del estatus quo y su candidato José Antonio Kast.

Es decir que ambos presidentes millennials acudieron al resentimiento y la violencia como herramientas para alcanzar el poder… acciones bastante lineares y binarias.

Advertencia

El liberalismo clásico sacrificó un sin fin de consideraciones sociales a favor de la estabilidad. Las limitaciones de una realidad binaria excluyeron a millones del sistema de beneficio social a cambio de seguridad y resultados medibles. El caso de Colombia es el perfecto ejemplo de como un imperativo de seguridad liberal creó el país hispano más desigual de Suramérica y al mismo tiempo el más rico. Las revoluciones y los experimentos iliberales en la región, en el marco de la modernidad, violentaron el orden social para exigir la inclusión de nuevas subjetividades. Los casos de Cuba, Venezuela y Perú son un ejemplo del éxito de la violencia en alcanzar el poder para visualizar a poblaciones; pero también el rotundo fracaso del relativismo emocional y la falta de un estado de derecho liberal a la hora de gobernar. La advertencia hacia el futuro es que el nuevo modelo político-social de la región debe escapar el uso del resentimiento social y la violencia como herramientas para alcanzar el poder. El uso del resentimiento o la violencia debe descalificar a cualquier candidato que pretende una nueva visión del futuro. De lo contrario no nos dejemos confundir por discursos cada vez mas grandilocuentes. Las nuevas subjetividades incorporadas hacen del imaginario latinoamericano una realidad más complicada, no más compleja. Somos o despiadados liberales o salvajes revolucionarios.

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