El chavismo instruye a la población en tácticas de guerra por posible ofensiva de Estados Unidos

  • 06/10/2025 18:16
Habitantes sin experiencia reciben formación paramilitar; autoridades organizan prácticas, despliegues y registros; la población responde con distancia, dudas, prioridades domésticas y búsqueda de ingresos urgentes

Las imágenes reportadas por el diario español El País son impactantes: hombres y mujeres de distintas edades, a menudo sin antecedentes militares, reptando por el suelo con fusiles, cubriéndose detrás de terraplenes para esquivar supuestos disparos, apuntando con concentración y disparando en formación improvisada. Hay quien cruza un río sujetado a una cuerda, quien se encaramó a un árbol con prismáticos para vigilar el horizonte. En el aire —según los organizadores— se siente la amenaza.

En los últimos días el oficialismo ha multiplicado las jornadas de instrucción básica destinadas a población civil, ante la advertencia de una presencia naval de Estados Unidos en el Caribe y mensajes desde Washington que catalogan al gobierno de Nicolás Maduro como ilegítimo. Aunque para muchos la hipótesis de un choque armado parece remota, el Ejecutivo ha trasladado las señales externas a una política de preparación preventiva.

Desde la cúpula chavista se asegura disponer de millones de posibles combatientes —una cifra difícil de comprobar— y se trabaja para engrosar esas filas mediante entrenamientos acelerados. El Gobierno y sus voceros evocan ejemplos históricos como Vietnam y Afganistán para subrayar su convicción de que la resistencia es posible, pese al abrumador poderío militar que representan potencias externas.

Quienes participan en las prácticas, en su mayoría, tienen alguna vinculación con el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV). Los organizadores lo presentan como una obligación patriótica. Las sesiones han sido televisadas y se han realizado en zonas como Petare, Coche, La Guaira y Guarenas, cercanas a Caracas. La Fuerza Armada Nacional Bolivariana también ha mostrado en las avenidas transporte y armamento pesado. Según informes oficiales, la intención es incorporar a los Consejos Comunales y otros colectivos pro-gubernamentales.

La instrucción incluye formación en marchas y órdenes cerradas, desmontaje y manejo de armas, prácticas de tiro, ejercicios físicos y clases teóricas. A la vez se intenta movilizar a los llamados “movimientos sociales”: jefes de calle, UBCH, integrantes de los Consejos Comunales, grupos culturales afines, beneficiarios de programas sociales y, en general, a quienes portan el Carnet de la Patria.

No obstante, en las barriadas la respuesta popular dista de ser masiva. Muchos vecinos muestran una mezcla de escepticismo y distancia: la urgencia de resolver problemas cotidianos —empleo, comida, servicios— pesa más que el llamado a enrolarse. Activistas locales reconocen que las convocatorias rinden poco en términos numéricos: “Convocas a cien, se registran quince”, cuenta un voluntario de Las Palmas, y describe un proceso de “pellizcar” personas zona por zona hasta reunir grupos manejables.

Entre los reclutados hay quienes expresan lealtad militante y quienes participan por necesidad o por presión social. Algunos milicianos rehúsan hablar sin autorización de sus superiores; otros, con menos compromiso, admiten que no saldrían a combatir pese al entrenamiento. “Trabajas con ellos, pero nada más —dice un vecino—. Nadie va a salir a matarse cuando hay tantas necesidades”, apunta, reflejando una sensación común en muchos sectores populares.

Recientemente, el Ejecutivo declaró el estado de Conmoción Exterior, una figura constitucional activable en estas circunstancias. Observadores advierten que esa medida puede servir para endurecer controles, aumentar la censura y restringir garantías civiles, en un contexto donde el aparato estatal ya concentra amplias facultades.

Desde las filas oficialistas, dirigentes de las organizaciones sociales argumentan que la intervención extranjera busca apropiarse de recursos, y llaman a la movilización como defensa de la soberanía. “Aquí hay dignidad —asegura un líder social en La Florida—; el país está por encima de las diferencias”. Sin embargo, fuera de los círculos afines al poder, la sensación dominante es de distancia: la disposición masiva a la lucha armada aún no se materializa y la población parece priorizar la supervivencia cotidiana antes que el combate.

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