El fin del imperio nazi: 80 años del suicidio de Hitler

  • 30/04/2025 12:28
Hace 80 años el líder del nazismo y causante de la Segunda Guerra Mundial se quitó la vida en su búnker. Su muerte marcó el colapso del Tercer Reich y el fin simbólico de su partido e ideologías

Hace ochenta años, en las profundidades de un Berlín en ruinas, Adolf Hitler se quitó la vida. Era el 30 de abril de 1945. En la superficie, el Reich que había prometido durar mil años yacía en llamas. Con las fuerzas soviéticas a escasos metros de su puesto de mando, el Führer del Tercer Reich se disparó en la cabeza.

Su esposa de un solo día, Eva Braun, murió a su lado por ingestión de cianuro. Juntos, sus cuerpos fueron quemados en un último e inútil intento por evitar la profanación pública en un final tan sombrío y simbólico como el imperio que construyó.

Reproducción histórica de una de las estancias de Adolf Hitler en el búnker berlinés en el que suicidó, parte de la exposición del Berlin Story GmbH.

El suicidio de Hitler, largamente esperado pero envuelto en secretismo y confusión durante décadas, marcó el fin simbólico del régimen nazi. Sin embargo, aún hoy, sigue siendo un momento de fascinación histórica, conspiración y cautela.

El colapso del Reich

A principios de 1945, la Alemania nazi ya estaba a punto de derrumbarse. El Ejército Rojo había avanzado hacia el oeste a través de Polonia y desplazado hacia Berlín con la mirada puesta en la venganza y la victoria. En Occidente, los Aliados habían destrozado las defensas alemanas en las Ardenas y ahora se abalanzaban sobre el corazón del Reich. Fuerzas británicas, canadienses y estadounidenses cruzaron el Rin, avanzando hacia los centros industriales del Ruhr. El frente sur no corrió mejor suerte. Las tropas estadounidenses y de la Commonwealth arrasaron el norte de Italia, avanzando hacia los Alpes.

Para el 18 de abril, unos 325.000 soldados alemanes se habían rendido en la Bolsa del Ruhr. El 20 de abril, día del 56 cumpleaños de Hitler, comenzó el bombardeo soviético de la capital alemana. Dos días después, los tanques de los Aliados legaron a las afueras de la ciudad. Para el 27 de abril, Berlín quedó prácticamente aislada del resto de Alemania. Se interrumpió el contacto por radio con las unidades militares de dicho país. La comunicación dependía ahora de líneas telefónicas frágiles y transmisiones públicas interceptadas.

Una antigua fotografía publicada de la década de 1930 del llamado desfile de banderas con los llamados carteles de campaña o estandartes del NSDAP en un congreso del partido.

En este ambiente de colapso, Hitler recibió la noticia de la traición de Heinrich Himmler.

El 28 de abril, Hitler fue informado a través de una emisión de la BBC de que el Reichsführer de las SS, Heinrich Himmler, uno de sus tenientes más leales y jefe de las SS, había ofrecido la rendición de Alemania a los aliados occidentales a sus espaldas. La traición conmocionó profundamente a líder nazi. Estalló de ira y ordenó el arresto de Himmler, tildándolo de traidor. También ordenó la ejecución del SS-Gruppenführer Hermann Fegelein, enlace de Himmler y esposo de la hermana de Eva Braun. Fegelein fue fusilado esa misma noche por deserción.

Para entonces, el Ejército Rojo había avanzado hasta la Potsdamer Platz, a solo un kilómetro del búnker. Hitler sabía que la partida había terminado.

Esa noche, en la sala de mapas del Führerbunker, Hitler y Eva Braun se casaron en una discreta ceremonia civil. La novia vestía de negro. Entre los testigos se encontraban el jefe de propaganda, Joseph Goebbels, y el jefe de la Cancillería del Partido Nazi y secretario privado de Adolf Hitler, Martin Bormann. Tras un modesto desayuno nupcial con champán y sándwiches, Hitler llamó a su secretaria, Traudl Junge, y le dictó su testamento.

En el documento, reafirmó su ideología antisemita, culpando a los judíos de la guerra, y nombró al almirante Karl Dönitz como su sucesor como jefe de Estado y a Joseph Goebbels como canciller. El testamento se firmó a las 4 de la madrugada del 29 de abril. Entonces, el hombre que una vez comandó a millones se fue a dormir.

Ese mismo día, llegó la noticia de la muerte de Benito Mussolini. El aliado de Hitler en tiempos de guerra había sido capturado y ejecutado por partisanos italianos. Su cuerpo, junto con el de su amante Clara Petacci, fue colgado de los talones en una plaza milanesa. Las imágenes atormentaron a Hitler. No permitiría que le sucediera lo mismo.

El fin

Para el 30 de abril, el avance soviético había llegado a las inmediaciones de la Cancillería del Reich. El mariscal de campo Wilhelm Keitel informó que las fuerzas de socorro alemanas habían sido rodeadas o repelidas. El general Helmuth Weidling, comandante de la defensa de Berlín, advirtió que la ciudad se quedaría sin munición al anochecer. El destino de Berlín estaba decidido.

A las 14:30, Hitler y Braun entraron en su estudio personal. Afuera, el SS-Sturmbannführer Otto Günsche montaba guardia. Se oyó un solo disparo.

Minutos después, el ayuda de cámara Heinz Linge entró en el estudio. La puerta estaba cerrada. Informó del olor a pólvora y a almendras quemadas, el delator olor a cianuro. Dentro, Hitler estaba desplomado en el sofá, con una herida de bala visible en la sien derecha. Una Walther PPK descansaba a sus pies. Eva Braun estaba junto a él, sin vida, con el rostro desencajado por el veneno.

Sus cuerpos fueron envueltos en mantas, llevados por las escaleras de emergencia y depositados en un cráter de bomba poco profundo en el jardín, detrás de la Cancillería del Reich. Allí, mientras los proyectiles soviéticos seguían cayendo, los rociaron con gasolina. El primer intento de prenderles fuego fracasó. Bormann cogió un grueso fajo de papeles, los prendió fuego y los arrojó sobre los cadáveres. Una docena de leales permanecieron en la entrada del búnker y alzaron los brazos en un último saludo nazi mientras las llamas consumían los cuerpos. El Führer se había ido.

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