Ejecuciones aún sin esclarecer

Actualizado
  • 03/10/2009 02:00
Creado
  • 03/10/2009 02:00
PANAMÁ. El 3 de octubre de 1989 el mayor Moisés Giroldi era el jefe de la compañía Urracá de las Fuerzas de Defensa, el grupo encargado...

PANAMÁ. El 3 de octubre de 1989 el mayor Moisés Giroldi era el jefe de la compañía Urracá de las Fuerzas de Defensa, el grupo encargado de la seguridad del Cuartel Central. Conforme a lo que había planificado junto a un grupo de oficiales jóvenes, ese día empezó muy temprano. Lo que se inició como un ejercicio de rutina se convirtió en una rebelión. La artillería que debía proteger al dictador Manuel Noriega, abrió fuego contra él bajo las órdenes de Giroldi.

Cerca de las 10 de la mañana, tenían al tirano preso, pero dos aliados claves le fallaron: el jefe del batallón 2000 Federico Olechea_ que se supone no atacaría la Comandancia y los norteamericanos que debían llevarse a Noriega, de acuerdo al plan.

A esa altura del día, ya era un hecho. Los gringos nunca llegaron y Giroldi se dio por vencido. Ese fue el principio del fin, el mayor rebelde empezó a negociar con Noriega, lo tenía de rehén, aunque el tirano estaba logrando voltear la situación. Pero cuando Giroldi supo que el batallón 2000 vendría en apoyo a Noriega, comenzó buscar una salida para él y el resto de los rebelados. Horas después, los primeros rebeldes eran ejecutados en los hangares de Albrook.

Hoy se cumplen 20 años de la denominada “Masacre de Albrook”. Esta fecha que ha marcado las páginas de la historia nacional revive el dolor y la sed de justicia de los familiares y amigos de los militares asesinados que piden que los asesinos y sus cómplices paguen por los crímenes cometidos.

PÁGINA DE LUTO Y DOLOR

“El día 3 de octubre del año 1989 yo me encontraba detenido en el Centro Penitenciario El Renacer, yo estuve detenido desde el 16 de marzo de 1988, ya para esa fecha estaba próximo a cumplir dos años preso por el mismo objetivo: sacar del poder al dictador”, relata Milton Castillo capitán (R) de las Fuerzas de Defensa.

“El recuerdo que tengo de aquella terrible tragedia que llena de luto y de vergüenza a toda una institución es que pese a los aciertos, errores y vicisitudes al menos teníamos la satisfacción gloriosa de haber abanderado la etapa final que le dio al pueblo panameño la liberación de su territorio”, dice Castillo.

“Definitivamente que la cuota institucional de los hombres de uniforme, algunos en la cárcel y otros enfrentados hasta la muerte valió la pena, porque hoy disfrutamos un país con plenitud de democracia, con plena libertad de ejercer el voto”, puntualiza.

EL FINAL DE LOS HÉROES

El grupo de 11 oficiales que se habían alzado, terminó detenido y eran torturados al ocaso de ese martes.

Giroldi había sido separado del grupo en un intento por obtener de él mayor información sobre la rebelión.

En los medios de comunicación, un parte de guerra de la dictadura los declaraba “muertos en combate”, sin embargo todavía a esa hora algunos suplicaban por sus vidas antes de ser asesinados atados de pies y manos.

MASACRE SIN JUSTICIA

Ante la imposibilidad de esclarecer qué pasó esa tarde, seguramente el mayor homenaje a esos oficiales es que las 11 viudas llevaron adelante a sus familias durante estos 20 años. Hoy sin rencores sus hijos siguen pidiendo justicia.

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