Concesionaria Madden Colón llevó a cabo un simulacro de accidente sobre la autopista como fase final del Curso de Formación de Brigadas de Emergencias,...
- 04/10/2011 02:00
- 04/10/2011 02:00
PANAMÁ. Era tarde de bingo en San Joaquín. Como sucede los fines de semana en los barrios populares, las zonas comunes de las multis estaban llenas de gente, de niños corriendo por ahí, con los cajones de cerveza yendo y viniendo y el regué a todo volumen. Hace un año ya, el sábado 12 de agosto del 2010.
Estaba llegando la noche cuando una ronda policial comenzó a mandar a todo el mundo para adentro. No se sabe bien qué desató todo, pero la policía terminó tirando gases en los pasillos internos. La gente se ahogaba, los bebés no lo podían soportar. Los botellazos no se hicieron esperar. La policía retrocedió hacia el ‘precinto’ con la muchedumbre encrespada. Se escucharon unos disparos.
Un joven, Esteban Roncevic Sianca, cayó al piso. Un balazo en la cabeza. Murió dos días después en el Hospital Santo Tomás. Era un ‘pelao sano’, como lo recuerdan en el barrio. ‘No tenía tatuajes’. Ni manchas en su récord policivo. El día de su entierro hubo una tregua entre las bandas en problemas para que todos pudieran asistir a su sepelio. No tenía enemigos. Estaba por empezar a trabajar en un proyecto del gobierno como electricista. Le decían ‘Lindín’.
MADRE
Himelda Sianca Moreno, la madre de la víctima, no encuentra consuelo. ‘Todo lo que tuve que pelear para criar a mi hijo, todo lo que le pegué para que no se juntara con maleantes y me salga correcto… para que me lo mate la policía’, dice sentada en un banco en la entrada de San Joaquín. De fondo un muro inmenso está pintado con el nombre de su hijo y, debajo, decenas de mensajes que todavía, un año después, siguen escribiendo sus vecinos.
Himelda tuvo a Lindín a los 14 años. Vivía en San Miguel. ‘La leche que tomaba ese niño. Yo ahora me siento culpable porque pensaba cuándo crecerá para no tener que comprarle más leche... y hoy quisiera que no hubiese crecido’.
Lindín nació en 1989. Es un hijo de la democracia panameña. ‘Iban a venir tiempos mejores pero al final estamos peor que antes’, se lamenta.
A pesar de las dificultades —madre soltera y casi niña— Himelda salió adelante. Terminó el colegio, fue a la universidad y se recibió de despachante de Aduana. Se mudó a San Joaquín porque allí podría estar sola con su familia, que se amplió con otra niña.
‘Aquí en San Joaquín se vive bien. Hay problemas de pandillas pero a mí me gusta mi barrio. El problema es cómo nos ven de afuera. Imagínate que los buseros ni quieren entrar. Se piensan que somos criminales. Y no es así. La mayoría de la gente que vive aquí es gente trabajadora. O deportistas. De aquí salió el ‘Patón’ Phillips, el ‘Matador’ Tejada’. Levanta el orgullo barrial y hasta cita la canción de Kafu Banton: ‘no todo es malo en el gueto ni todo lo malo viene del gueto’.
Dice que a nadie le importa la muerte de su hijo porque son de San Joaquín. ‘Qué si esto le hubiese pasado a un yeyesito otra sería la vaina. Pero a los yeyesitos esto no les pasa’. Habla del Panamá del boom económico y el crecimiento a tasas chinas como si fuera otro país. ‘Donde yo vivo las cosas están tan difíciles con los aumentos de la canasta básica que a la hora de preparar la comida, la lechuga se terminó divorciando del tomate’. Es aquí donde explotan las tragedias silenciosas en un país que tiene el mayor crecimiento de la región y también la mayor cantidad de presos por habitantes, una de las peores tasas de distribución de la riqueza y una educación paupérrima que se presenta como el mayor freno del desarrollo. El abuelo de Lindín es víctima del dietilenglicol. No murió pero su vida terminó seriamente afectada. Es la historia de una familia destruida por el Estado.
LOS EXPEDIENTES
A pesar de que intentó movilizar el proceso judicial, no se ha avanzado nada. No cree en la justicia terrenal y menos en la panameña. ‘Tuvieron la mala suerte que la bala quedó alojada en la cabeza de mi hijo. Pero eso no importa: en más de un año no han entregado el informe de balística. Solo Dios le hará justicia a mi hijo’. Himelda mira hacia atrás y recuerda que aquellos días fueron los de la Ley 30 y la represión en Bocas. ‘Yo creo que mi hijo es víctima de esa ley’, asegura.
La Estrella tuvo acceso al expediente judicial en el que se reúnen las declaraciones de los testigos. Los vecinos hablan abiertamente de abuso policial, de que llegaron reprimiendo, diciéndole a todo el mundo que se metiera en las casas cuando se estaba realizando un bingo. Que empezaron a tirar gases y una bebita recién nacida se ahogó y se puso medio morada y que la gente reaccionó. Que las balas salieron de parte de la policía.
Los agentes de la Fuerza Pública reconocen haber hecho más de 60 disparos con armas de fuego y munición de metal, pero todas al aire, para dispersar a una población hostil. En relación a la muerte de Roncevic, aseguran que los disparos salieron de la propia muchedumbre. ‘Pero como no saben manejar las armas, se matan entre ellos’. En varias declaraciones dejan constancia de que San Joaquín es un lugar hostil y peligroso. De hecho, presentaron como evidencia un sin fin de reportes de desmanes, enfrentamientos y muertes en el barrio. En ninguno figuraba Roncevic Sianca.
Consultado el ministro de Seguridad, José Raúl Mulino, sobre el caso, semanas atrás, declaró a La Estrella que algo había escuchado por ahí.
—Pero ustedes saben cómo es San Joaquín—, contestó.
—¿Hace un año que no se entregan los resultados de los informes de balística?
—La verdad, no sé cuánto tardan.