Arma de uso y abuso

Una y otra vez nos lo repiten. Allegados de Noriega advierten: el general no incluyó en el equipaje las 1,500 cajas de secretos inconfesables. Los medios, yo incluido, resistimos sacar el ingrediente morbo tras el regreso y tratar al personaje casi como atracción circense. No hay nada más tragicómico, tampoco lección más rotunda, que aquel general, una vez todopoderoso, ahora enfermo y vulnerable. Risible —una vez supuso, eternizaba el poder absoluto cuando nos recetaba manguera y lacrimógena a discreción.

Difícil admitir que, agazapado entre calzoncillos rojos, varias condecoraciones de la DEA y el departamento antinarcóticos de Francia, no asome torpe, sus largas orejas el interés político de unos poderosos. Los voceros oficialistas insisten en insinuar, quienes sospechamos su papel de espada de Damocles estamos prisioneros de malicia.

Un poderoso adversario, envalentonado por la enorme derrota de Balbina y equipo, lucía como invencible. Atacó desde varios frentes. El PRD añora quien lidere el debate interno para desentrañar aquel tren que pasó encima en el 2009. Y en su traquetear imparable, sonsacó diputados y alcaldes.

El general se topa con un PRD que aún añora líderes fuertes. Mas, Noriega significa la antítesis del liderazgo que exige el otrora ‘brazo político de la revolución’. El torrijismo necesita superar el trauma de la derrota de 2009. La desunión y ausencia de liderazgo aún muerden el cuello del partido con intensidad.

Sin embargo, el gobierno permanece arrinconado por los escándalos. El partido marca primero en simpatías. El optimismo y combatividad parecen iniciar una recuperación espontánea, siempre con el signo SXXI, un liderazgo formal ausente.

La reposición de una cartelera exitosa hace dos décadas despierta por el momento la curiosidad ciudadana. Abusan del optimismo quienes creyeron que el interés que levantaría esta mini serie permitiría capítulos extras. Olvidaron que coincidía su llegada con el período navideño.