Relatos de abuso a mujeres

Actualizado
  • 14/02/2012 01:00
Creado
  • 14/02/2012 01:00
Los ngäbes buglés saben de sufrimiento. Tienen experiencia, una que podría remontarse a la misma conquista española y extenderse por la...

Los ngäbes buglés saben de sufrimiento. Tienen experiencia, una que podría remontarse a la misma conquista española y extenderse por la resistencia en mantener costumbres y creencias, hasta la defensa continua de los recursos naturales en una década en que el agua y el cobre se volvieron valiosas divisas. Ahora el dolor aparece de nuevo, pero de forma diferente. Les ha pisoteado algo que no se compra ni se vende: la dignidad.

Los testimonios de mujeres y hombres que fueron víctimas de agresiones verbales y físicas se suceden sin cesar desde el momento mismo en que fueron detenidos, tras los enfrentamientos de nueve días atrás en el oriente chiricano.

En las últimas horas, a los relatos de golpes, balazos y agonías, se sumaron otros que desentierran el costado más siniestro de la situación: mujeres abusadas y maltratadas por la policía.

Cabizbajas, presas del pánico y con ojos llorosos, algunas de ellas compartieron con La Estrella esas vivencias de horror, con la esperanza de que se haga justicia.

He aquí algunos de esos testimonios, en primera persona. Casos reales con nombres ficticios, para proteger a las víctimas. Historias que duelen más porque ocurren en pleno siglo XXI, en una región donde las autoridades se jactan y dicen al mundo que existe plena democracia y que el crecimiento económico sobrepasa el todos los gobiernos postdictadura.

ANA: ‘PEDÍAN QUE MAME’

‘A mí me agarraron en el Cruce de San Félix, en medio de la protesta. Me cayó un perdigón en el pie izquierdo y me desplomé. Vi cómo venían un montón de policías a atraparme: se tiraron encima de mí, comenzaron a lanzarme gases lacrimógenos y me montaron en un bus. Yo trataba de resistir pero eran muchos, se reían de mí y me gritaban todo tipo de vulgaridades. Me pusieron en el último asiento y comenzaron a subirme la ropa y a tocarme mis partes íntimas. Eran guardias hombres y mujeres que me metían la mano hasta adentro de mis parte íntimas. Unos me tocaban y el resto se reía. Yo lloraba, no podía parar de llorar, y trataba de resistir. Nunca, en mis 24 años, había vivido algo igual. Ellos me decían que tenía que quedarme callada y dejarme hacer todo lo que ellos querían porque si no me pegaban con el tolete. Eran diez. Yo no paraba de llorar. Después quedaron solo dos conmigo y los dos sacaron su cosa y querían metérmela en la boca. Me decían que probara, que eso era rico. Yo le quitaba la cara y ellos me pegaban en la cara porque yo no les quería mamar eso.... después se reían.

Cuando llegamos a la Sala de Guardia en David, me tenían en un cuarto cercado y no nos dieron nada de comida, estuvimos ahí el domingo, lunes y martes en la mañana, cuando nos llevaron a Dolega. Nunca había aguantado tanta hambre. Luego, por los dolores que tenía en todas las partes del cuerpo, me llevaron al Hospital Regional y cuando la doctora me atendió ellos se pusieron alrededor de mí y le decían a la doctora: ‘Atiéndala pero usted no está autorizada para preguntarle nada a ella’.

En el helicóptero que nos trasladó a David venían cinco compañeros, no veía que se movían, nada. A ellos se los llevaron a un lugar detrás de la guardia en David. Y llevaron a otro grupo de compañeros que no se movían a un monte’.

MARÍA: MÁS DE 2 DÍAS DE PIE

‘Unas unidades de Senafront me agarraron por las greñas y me arrastraron hacia un bus mientras me gritaban ‘¡Chola hija de puta, sabes tirar piedra ahora sí vas a tirar piedra!’ Me arrastraron hasta la misma vía Interamericana, junto a tres mujeres. Nos hacían meter la cabeza entre las piernas y nos amenazaban con tirarnos gas. De repente el bus comenzó a andar y llegamos a un aeropuerto y ahí estaba la guardia de darienitas. Nos decían: ‘Nos las vamos a coger por delante y atrás, vas a ver que vas a sentir un poquito de ardor’. Nos metieron como en una caseta chiquita. Al día siguiente, ya nos habían llevado al cuartel de David. Nos revisaron, nos quitaron la ropa y nos pegaban. A mí me cachetearon varias veces. El lunes en la mañana nos dieron una tortilla chiquita, como no quise me pegaron. Cuando usted pedía agua, daban agua sucia. Era agua de trapeador.

Estuvimos de pie por más de 48 horas, si nos sentábamos nos pegaban. Tengo la barriga toda inflamada. Estuve casi dos días sin dormir. Nos levantaban pegándonos con un tolete. Recién el miércoles en la madrugada fue que salimos rumbo a San Félix’.

CARLA: GAS EN LA CARA

‘A mí me agarraron en el cruce de Las Lajas con San Félix el domingo, me amarraron las manos con una liga, me pegaron y me tiraron gases lacrimógenos en la cara. Me metieron en un bus y nos decían: ‘Las vamos a violar, vamos a hacer lo que nosotros queramos’. Nos cacheteaban, nos pegaban con el tolete, nos agarraban por las greñas y nos gritaban todo tipo de vulgaridades. Cuando llegamos al Aeropuerto de Las Lajas, nos quitaron la cédula y todo lo que cargábamos. Después nos llevaron a la Cárcel Pública de David en avión. Nos amenazaban diciendo: ‘¡Te vamos a matar por andar cerrando calles’. Siempre estuvimos amarradas, no nos dejaban ir al baño solas, nos acompañaba una policía mujer y un hombre que a mí me subió la ropa y me tocó las partes’.

NEIR: DE RODILLAS AL SOL

‘Yo estaba mirando la manifestación en el Cruce junto a mis dos hijas, una de 13 y otra de 20 años. Cuando vimos que llegaron los antimotines, salimos corriendo al baño del restaurante del Cruce y ahí me agarraron. En eso vino un fronterizo y comenzó a tirarnos bombas lacrimógenas, uno me mira a los ojos y apunta con el cacho de la escopeta para pegarme. Yo alzé las manos y le dije: ‘Si me quieren hacer daño háganmelo a mí, a ella no’. A las dos nos montaron en un bus y luego nos llevaron al Aeropuerto de Las Lajas. Nos dejaron de rodillas bajo el sol desde las once de la mañana hasta las dos de la tarde. Éramos nueve mujeres. En todo ese tiempo nunca nos dieron comida ni agua. A la niña se la llevó un helicóptero y a las mujeres se las llevaron en otro. Cuando estábamos en el aeropuerto decían que yo era terrorista y que estaba transportando droga y bala. Esto por supuesto era falso. Cuando llegamos al cuartel de David, a unas nos dejaron allí y a otras las mandaron para Dolega. Nos trataron mal. No nos daban comida y al final, cuando nos iban a soltar nos decían: ‘Digan que las tratamos bien, nunca digan que las tratamos mal’. No sabía si reír o ponerme a llorar ahí mismo’.

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