Padre nuestro que estás en el cielo... No nos dejes caer

Actualizado
  • 23/07/2012 02:00
Creado
  • 23/07/2012 02:00
Caminando por Calidonia y alrededores, en pleno centro capitalino panameño, una gran realidad parece pasar desapercibida entre lo cotid...

Caminando por Calidonia y alrededores, en pleno centro capitalino panameño, una gran realidad parece pasar desapercibida entre lo cotidiano. Sus calles son un reflejo de lo que ocurre en todo el país; bordeadas de edificios viejos, pisoteadas por gente de toda clase, si se mira bien, es fácil encontrar puertas que suponen entrada al paraíso através de la salvación.

En locales grandes o pequeños, a veces hasta improvisados en algún parquecito, la “gloria en las alturas” resuena con bombos y platillos en la tierra. Las iglesias católicas tampoco pierden terreno en cada sector. Por ejemplo: en línea recta desde la Iglesia Del Carmen en Vía España, pronto se llega a la basílica Don Bosco, a la iglesia Cristo Rey en La Exposición, a San Miguel, a la parroquia Santa Teresita en El Marañón, y se quiere pasando la peatonal Central, a la Iglesia de Santa Ana, sin mencionar las que están apretadas en el Casco Viejo. (Vea Infografías).

A simple vista sobra la fe. Esa aparente fuerza humana por hacer la obra de Dios: Hacer el bien amando al prójimo, sin esperar recibir nada.

¿Dar sin esperar recibir? Camino abajo o arriba, o a donde quiera en Calidonia, se suele encontrar siempre alguna mano extendida pidiendo ayuda para comer, sino es para saciar un vicio. Manos que extienden una lata para algún comedor caritativo, verdadero o inventado, o aquellas que ofrecen estampitas de santos, vírgenes y deidades milagrosas por una moneda.

Pantalones rotos, suéter, blusas, trajes mugrientos; piel curtida, barbas, cabezas trasquiladas. No falta la indigencia rebuscando en la basura, dormida en las aceras entre cartones, incluso en las puertas catedrales. Es el número viviente de la miseria, la desigualdad, la educación fracasada, los vicios y sobre todo de la mala distribución de la abundante riqueza económica de Panamá. Solo la mitad de estas riquezas engordan las cuentas del 10% de la población de poco más de 3,6 millones de almas. Lo reconocen autoridades y expertos economistas a diario.

En contraste, a finales de diciembre pasado un informe de la CEPAL alertó que la indigencia en el país sigue creciendo y que en 2011 su tasa aumentó 1,5 puntos porcentuales. La desigualdad deja mal parados, no solo a Panamá, si no a quienes pregonan la bonanza económica y que somos el quinto país en desarrollo humano en América Latina (58 en el ranking mundial del PNUD).

Pero esta no es la única forma viviente que toma la mísera necesidad, ésta sabe maquillarse. Aliada al oficio más antiguo, por estas calles también se le ve en tacón y minifalda mostradora apenas se esconde el sol. Chicas de barrios, madres solteras, extranjeras, transex; la oferta es amplia. Se extiende por todos lados, niveles; igual que la fe. Su rostro acapara casinos, sitios nocturnos hasta rincones y espacios de lujo que rascan el cielo, porque de eso se trata, de ganar dinero, y quienes tienen “cash”, a menudo caen en “tentaciones”.

ALMAS PERDIDAS En esta urbe cosmopolita los aullidos estridentes de ambulancias alertan otro grave problema, a menos que la mayoría de veces sea para abrirse paso en los tranques. La muerte dejó su guadaña siniestra, para tirar del gatillo y dar enviones de puñal. En los primeros cuatro meses de este 2012, los homicidios aumentaron en relación a igual periodo de 2011. Aunque los vinculados con las narcomafias disminuyeron, ahora están cobrando más vidas los conflictos personales: riñas, rencillas y venganzas.

“La sociedad panameña registra una enfermedad grave de violencia”, admite el ministro de Seguridad, José Raúl Mulino.

El Ministerio de Seguridad reveló que en el primer cuatrimestre hubo 263 homicidios, nueve más que en el primer cuatrimestre de 2011, casi la mitad (49%) fueron por lo que ellos llaman “crímenes sociales” y solo 17% se relacionaron al crimen organizado. El resto de los casos, 34%, se divide en 13% robos, 11% otros (muertes no aclaradas), 6% acción policial y 4% por violencia doméstica y pasional. Si la cantidad de asesinatos mantiene su tendencia hasta final de 2012, superará con creces el total del año pasado que alcanzó 704 víctimas. Este es el primer informe preliminar que intenta identificar lo que está ocurriendo en nuestras calles y comunidades. La mayoría de homicidios (204) ocurrieron en la provincia capital, le siguió Colón con 23.

LAS VÍCTIMAS Jóvenes entre los 18 a 34 años son los que mueren, nada alentador. Además, los domingos, mientras unos oran, otros se matan. Los domingos son los que más asesinatos registran, seguido de los sábados, otro día en el que las iglesias y templos de adoración tienen mucha actividad religiosa.

¿Oración? Pregunta la conciencia. ¿Cómo sería el mundo sin las religiones? “No creo que la fe en un Dios o la adhesión a una religión hace mejores o más pacíficos a los seres humanos”, afirma el científico Xavier Saéz-Llorens. Es más, asegura que los fanatismos extremos generan odio, violencia, matanza y guerras. La historia de la humanidad está llena de estos ejemplos, dice.

Saéz-Llorens es un investigador médico que se destaca por sus publicaciones sobre temas filosóficos, religiosos, políticos y sociales. Se confiesa ateo desde una perspectiva religiosa, agnóstico en temas científicos y no profesa ninguna creencia sobrenatural.

“La educación en casa y escuela, más los ejemplos del entorno son la base de la formación de individuos éticos, solidarios y bondadosos. Hay muchos ateos que son dignos de emular en sus proyectos de vida. Los países escandinavos, por ejemplo, tienen un porcentaje elevado de ateos y su gente practica la paz y el altruismo”, sostiene.

Sin embargo, la gran mayoría de personas en el mundo cree que la oración es la línea directa con Dios.

A pesar de esto, en los últimos años las estadísticas vaticanas registran que principalmente en Latinoamérica muchos optan por dejar de postrarse ante el ostensorium (que custodia la Eucaristía), para saltar en los centros evangélicos.

Es una corriente que tomó fuerza en la región latina entre las décadas de los 60 y 70. Esta extensión de los grupos evangélicos había surgido a finales del siglo XIX en América, principalmente en Estados Unidos. Por el lado de los que no creen o dejan de hacerlo, las tendencias liberacionistas y los pecados de algunos clérigos, desde los años 50 y con mayor intensidad desde los 80, han contribuido no solo a la deserción en el catolicismo, sino también al aumento del ateísmo.

Es el tiempo en el que la virginidad hasta el matrimonio es cosa del pasado. Y es el tiempo en el que no se ven curas con sotana en las calles. Para verlos hay que ir a las misas.

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