"Amigo, sea sincero, no mienta y no vaya a donde no lo invitan"

Actualizado
  • 27/09/2016 10:41
Creado
  • 27/09/2016 10:41
Aristides Herrera Bravo me enseño el valor que tiene la palabra empeñada, la amistad sincera y la responsabilidad del trabajo periodístico

Lo vi caminar hacia mí. Parecía llevar una carga muy pasada sobre sus hombros, pero su rostro decía lo contrario.

Con la agilidad de un muchacho de 20 años, tomó el puesto entre el grupo de periodistas y fotógrafos que aguardaba la salida del entonces presidente de la República, Guillermo Endara Galimany (Q.E.P.D.).

Aristides Herrera Bravo estaba listo para la acción. Llamó mi atención no solo el felino movimiento mostrado a sus casi 60 años de edad. El pesado fardo con cámara fotográfica, lentes, rollos y otras herramientas propias de la fotografía periodística en los años 90.

Trabajaba por esos años en RPC Radio. Encontrarme con Aristides en plena faena siempre fue un deleite, por su jococidad a flor de piel, y el gusto por las damas hermosas; pero principalmente, porque se trataba de un hombre sabio, un maestro, un compañero de batalla period´ística, un mentor y un amigo.

Nacido en la ciudad capital el 29 de marzo de 1934, graduado en el Instituto Nacional, el talento de Aristides siempre fue desbordante. Dueño de un pluma fina, cultivada en el amor a la lectura, lente vivo, sentido de la oportunidad y sobre todo, agudeza y precisión, caracterizaron su rica y laureada trayectoria.

Su nieta, Maricarmen De Gracia Herrera, lo recuerda como el ser humano que buscaba la perfección, aún sabiendo que no existe; y que sin embargo, se acercó a ella casi hasta igualarla.

"Su mejor amigo fue el diccionario. Lo conocía de arriba hacia abajo, no había término que se le escapara. Un hombre que trabajó siempre, hasta lo último", cuenta Maricarmen.

El que yo conocí

Hacia 1996, el diario El Universal de Panamá comenzaba a destacarse como una alternativa a los medios impresos de esos momentos.

Con la tecnología del internet haciéndose presente, Aristides se resistía al cambio.

"No es lo mismo leer un libro que tienes en la mano, que uno que lees en la computadora; y tampoco es igual tener la foto en tus manos que verla en una pantalla", recuerdo vívamente tales comentarios, que cambiaría años despuiés, en el 2009 para ser más exactos, cuando acudió a la Universidad de Panamá donde pasó con éxito un curso para utilizar la internet, dirigido a personas de la tercera edad.

No hubo palabra ni pensamiento que Aristides Herrera Bravo dejará de sustentar con hechos. Los deportes, una de sus pasiones, al igual que la producción de crucigramas, siempre estaban presentes en los temas de conversación que compartíamos a diario, en su pequeña, pero acogedora oficina en la Justo Arosemena.

Filosofaba a su muy peculiar estilo, con esa sabiduría de quien fue cultivado en las letras, con ese rasgo característico del hombre del barrio.

"No voy a donde no me invitan, porque después te dicen que fuiste a comerte la comida; para eso tengo mi plata para comer lo que quiera y donde quiera", me decía muy a menudo, en coberturas de ruedas de prensa, principalmente. Y nunca dejó de tener razón en esta apreciación.

Escritor. Varias de sus obras son coautorías realizadas con compañeros de letras; fotógrafo por excelencia, periodista, crucigramista consumado, tal vez el mejor que he conocido, pero sobre todo, amigo, compañero, maestro y ejemplo.

Aristides Herrera Bravo me deja con el pesar del que ve partir a un ser querido, pero con la alegría de saber que en el cielo, Dios le abrirá las puertas de par en par, con una máquina de escribir, una silla, un diccionario y muchas anécdotas por contar.

Descansa en paz, "Titín".

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