Trabajo doméstico, entre la desvalorización y el miedo

Actualizado
  • 30/10/2017 14:07
Creado
  • 30/10/2017 14:07
La falta a los derechos de quienes se dedican al trabajo doméstico, y el temor a hablar de ello, es generalizado. 

El trabajo doméstico no es apoyo, es trabajo. Esta consigna que pareciera ser materia aprendida, en Panamá no encuentra total comprensión.

Había acordado encontrarme con Magdalena. No la conocía, tenía referencias del recién creado Sindicato de Trabajadoras del Hogar de Panamá, una aspiración de hace 30 años, y que según Nelva Reyes, Secretaria General de la Central General Autónoma de Trabajadores de Panamá, les reconoce los derechos como a cualquier persona trabajadora.

Magdalena no podía atenderme en días laborales. Sentí que citarnos tan temprano teniendo que viajar desde lejos y en su domingo libre, era inmoral de mi parte. Su teléfono enviaba mensajes en sucesiones repetidas y a destiempo, hasta que llegó un “disculpe, el sueño me venció”, que hizo fallida la primera cita.

Al menos contestaba una de las fuentes, porque de Josefa no supe nada, su temor a movilizarse en la ciudad y la desconfianza, la hizo refugiarse en el silencio.

La falta a los derechos de quienes se dedican al trabajo doméstico, y el temor a hablar de ello, es generalizado. El Diagnóstico Situación de las Mujeres Indígenas en Panamá del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, refleja que las trabajadoras domésticas indígenas reciben por debajo del salario establecido, en relación con las no indígenas y extranjeras.

Para Juana Camargo, socióloga, dicho temor atiende a que muchas personas que contratan este trabajo lo desvalorizan pensando que no amerita preparación, sin embargo, no es así, pues las exigencias demandan saber cocinar, leer, limpiar, cosas asociadas a una extensión del trabajo de la mujer, de ahí lo desvalorado.

En el segundo intento, tuve la impresión de que llegué a aturdirla con mis preguntas, a las cuales respondía con mayor rapidez. Apenas una respuesta gané:  "Vengo en un tranque pesado".

Estoy detrás de una trabajadora doméstica que teme hablar, mientras estoy rodeada de otras tantas, empezando la lista desde mi abuela materna, una tía, la hermana del editor, y un sin número más, y yo, tras Magdalena.

Reviso las probabilidades y le doy una tercera oportunidad. Esta vez llegó, con camisa blanca y jeans, maquillada como para una entrevista de televisión. Entró en mi auto con desconfianza, aún a sabiendas de las referencias.

Magdalena es una de las 4 mil 181 empleadas domésticas indígenas registradas, que representan el 20% del mercado laboral panameño, las domésticas no indígenas, el 13%. Es oriunda de Veraguas y tiene 25 años de servicio. Es una de 12 hermanos, de los cuales ninguno estudió más del noveno grado. Ella culminó el séptimo.

Sus hermanas, también trabajadoras domésticas, tienen historias de vida difíciles. “Trabajan días libres y no se los pagan, ni les dan las gracias”, lamentó.

El tiempo apremia. Rapidito me cuenta que a sus 40 años reconoce los abusos. En trabajos anteriores se debía levantar desde la madrugada y acostarse hasta la noche. No le pagaban décimo ni vacaciones. En ocasiones sintió que el cansancio era demasiado para el sueldo. Además, vivió el acoso, algo “flash”, señaló, con un trabajador de la casa, sin más detalles. Respeté el silencio de quien en estos momentos tiene un horario de 8 horas, de los cuales robé 15 minutos.

En ese hogar trabaja desde hace 7 años, y aseguró, se siente cómoda, porque le permite buscar a su hija a la guardería en Las Cumbres. Es un compromiso, solo se tienen la una a la otra.

Ya no es tan joven, su rutina de trabajo varía cuando el cuerpo no le acompaña con las energías. Pero esos son malestares pasajeros, otros se recuerdan: “Lo más difícil fue sentirme no valorada. Me llamaban pa tal oficio y terminaba haciendo todo por poquita plata. Somos personas del campo, no podemos defendernos, no sabemos la ley, el valor del trabajo".

"Las personas no saben lo que viven las muchachas domésticas, me gustaría que les valoraran, muchas son papás y mamás, merecen que se les pague como es debido, no lo que les da la gana”, expresó Magdalena antes de irse apuradita, no percibí temores, quizás los guarda de vez en cuando.

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