El papa, un hombre universal

Actualizado
  • 19/01/2019 01:00
Creado
  • 19/01/2019 01:00
Juan Pablo II es la expresión viviente de una verdad imbatible: más fuerte que toda la materia del mundo es el espíritu al servicio de la humanidad. 

La visita del Sumo Pontífice a Canadá, Guatemala y México ha servido para poner de relieve, una vez más, su extraordinaria calidad humana. Se trata de un anciano visiblemente enfermo, con voz a ratos imperceptible, apagada, pero con unos ojos atentos, ojos de centinela, vivaces, como si fueran lámparas de su espíritu. ¿Qué lo mueve en su peregrinaje? Pienso que lo mueve su convicción de que el compromiso humano cesa únicamente con la muerte. Mientras exista un soplo de vida y si ese soplo lo alimenta el fuelle de la solidaridad y de la justicia, el hombre no abandona sus deberes.

‘¿Qué lo mueve en su peregrinaje? Pienso que lo mueve su convicción de que el compromiso humano cesa únicamente con la muerte'.

El ser humano cautivado por el individualismo, postrado ante su Yo, vive una vejez estéril, egoísta y solitaria. Pero un hombre-pueblo nimbado por la fe, el optimismo y los ideales, a pesar de que su cuerpo permanezca marchito, el impulso vital se fecunda en los entretelones del alma. Es lo que he percibido en el drama que lleva por el mundo Juan Pablo II

Su estampa tan conmovedora hace que su presencia en las multitudes sea acompañada por la ternura. No la ternura que brota de la conmiseración; es la ternura que sazona el evidente sacrificio de un hombre que reclama para todos los seres de la tierra amor y paz. Por eso, los pueblos responden a su extraordinario poder de convocatoria y cuando los feligreses lo rodean lo acarician con sus ojos y sus manos, desean convertir sus miradas en bálsamo para sus inocultables dolores. La compenetración espiritual que hay entre el Papa y su pueblo es de tal magnitud, que en los actos litúrgicos prevalece un arrobamiento colectivo. No se trata de un momento de éxtasis provocado por la magia de los sortilegios, es un encuentro consciente con un padre lejano y ejemplar.

Así lo entendieron millares de jóvenes de Canadá y de Guatemala; y así lo aceptaron gentes de las dos culturas mexicanas, quienes en la Basílica de la Virgen de Guadalupe sellaron como compromiso fraterno la advertencia del Papa: ‘México no puede vivir sin los indígenas y los indígenas no pueden vivir sin México'. Palabras de severidad y de moral política que se extienden a todos los países con poblaciones indígenas.

El Papa para los católicos es un padre lejano y ejemplar. Para quienes profesan otras creencias, o no las tienen, es el hombre más universal que hoy habita en la tierra. A nadie se le ocurre objetar al padre lejano por su condición de viejo, como ocurre en nuestro medio con la existencia de leyes que proscriben a los de tercera edad del ejercicio público.

El octogenario Juan Pablo II convoca a millares de jóvenes de América y esos jóvenes aclaman al viejo sacerdote. ¿Por qué se da el fenómeno de millones de jóvenes apoyando a un viejo en las plazas de América? Porque ese anciano Papa tiene probidad, tiene ideales, responde a principios superiores, es un pedagogo de todas las ciencias y de todas las reglas, y satisface todas las exigencias éticas de la condición humana. Y también porque estos pueblos tienen una sed infinita de probidad, de ideales y de principios.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

El Papa es un ser sin odios, sin espíritu vengativo como debe ser todo conductor social. Un descarriado delincuente quiso asesinarlo y luego que la justicia cumplió con su misión sancionadora, el Papa lo perdonó. Es un anciano ejemplar. Es un pacifista. Lleva a cabo 97 giras por el globo, visita gobiernos de todos los pelajes ideológicos, prefiere los escenarios conflictivos donde se estremecen las pasiones más amargas. En cada surco que abren sus pisadas deja la buena semilla de la libertad política, de la tolerancia religiosa y de la fraternidad. Por lo expuesto, a la altura de sus 82 años, los jóvenes del mundo creen en sus palabras y lo aplauden.

De modo que el problema contemporáneo no es ser joven o viejo; ni crear polémica necias sobre las edades. La cuestión es tener principios o no tenerlos, es tener probidad o no tenerla. Ser espiritual o sufrir de todas las gulas del materialismo.

Los pueblos también creen en él por su humildad. Un hombre de carne y hueso, como es el Papa, albacea de la tesis que postula la infalibilidad del Gran Pastor, se enfrentó al dilema de ser hombre o de ser un tocado de la divinidad; y por aceptar humildemente que es hombre y que la Iglesia no es congregación de arcángeles, un día sorprendió al mundo al pedir perdón a otras iglesias y a la misma historia por los errores cometidos a lo largo de los siglos por la Casa de Pedro. Es la posición limpia y permanente del Papa con relación a las fallas de ayer y a la ilicitud de hoy.

Juan Pablo II es la expresión viviente de una verdad imbatible: más fuerte que toda la materia del mundo es el espíritu al servicio de la humanidad. Esta verdad explica por qué el Sumo Pontífice no abandona el cargo a pesar de sus sufrimientos; él ya no vive de su cuerpo ni en su cuerpo, vive de su espíritu lúcido y vigoroso.

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