Los abogados y las defensas penales

Actualizado
  • 10/08/2019 02:00
Creado
  • 10/08/2019 02:00
En mi experiencia de defensor guardo recuerdos del brillante papel jugado por muchos fiscales superiores. Pero ninguno respondía a una estrategia tan planificada como la concebida por el fiscal Carlos Pérez Castrellón

Las defensas penales constituyen el esfuerzo intelectual más agotador del abogado. En ellas se combina la pasión y el conocimiento. No tienen la sobriedad de la cátedra porque en las defensas el propósito es transmitir con vehemencia un estado de convicción. En la cátedra se siembra la instrucción, tarea objetiva, estricta, siempre desprovista de toda afectación del lenguaje. Hay otras categorías. El abogado en el escritorio se ilumina en la meditación y se concentra en el silencio. El pensamiento del abogado en la tribuna tiene la celeridad del rayo, es antena atenta al detalle del discurso adverso, es ojo escrutador de las reacciones del jurado y el verbo lleva de la mano las constancias procesales y las doctrinas penales aplicables. El verbo se torna airoso cuando la defensa demuestra que el dominio del expediente predomina en su alforja intelectual y se torna invencible cuando engarza con claridad la teoría con el drama que se desata en la sala de jurados.

La palabra forense bañada de erudición tiene efectos misteriosos de extraño encantamiento en el auditorio. Si la bella música opaca el espíritu o dilata la nostalgia y hasta abre la fuente de la aflicción, la oración del buen defensor, como la prosa hermosa y el verbo angustioso, también rasga las paredes de la congoja y las lágrimas fluyen tímidas en señal, no de dolor, sino de humanísima admiración. Son los estremecimientos inexplicables que produce en los sensibles la lucidez de la criatura humana.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad:

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

Era lo que ocurría en la sala de jurados de Italia cuando Enrico Ferri, padre del positivismo penal, vestía la toga del defensor. Los fundamentos espirituales de aquella sala temblaron durante todos los días en que Ferri asumió la famosa defensa del chileno Carlos Cienfuegos, acusado del asesinato de la condesa de Hamilton. Un delito pasional que conmovió a toda Europa. El amor era el tema sensible del debate. Luminosamente Ferri profundizó, con palabras inmortales, en todas las estaciones del amor, desde el amor casto hasta el prohibido y luego de examinar los recónditos pliegues de la pasión, entró al análisis científico de los arrebatos de la cabeza loca, ardiente del homicida pasional. Aquellas palabras de Ferri sobre al amor eran y aún son nuevas para los profanos. En el hombre inocente el Edén perdura y solo anida el amor sencillo, candoroso, fiel. Sin embargo, ese amor sano resulta variable y Ferri paseaba su talento por los escenarios que ofrecían los distintos dramas de todos los amores y sobre todo del amor atolondrado, de ese amor inseguro que encuentra su martirio en la duda y que oscila entre el temor a la traición y la esperanza de la lealtad.

Enseña Ferri cuáles son las distintas Venus que enloquecen al hombre y ante la Venus del instinto, la Venus lasciva, se eleva la Venus de la pureza.

No hay oración forense sobre el amor, más profunda, noble y docente que la de Ferri en la defensa de Cienfuegos. Es un modelo de alegato por su estructura y por sus alegorías, por su fondo y por su forma.

Las defensas penales son, además, fruto de tácticas y de estrategias. A una audiencia no solo se llega con el verbo provisto de erudición. Se llega con un plan de acción, con un buen estudio de los bastiones fuertes del campo enemigo y de los puntos débiles del propio campo de batalla. La efectividad de los bombardeos dialécticos descansa en esta previa planificación. Llevar al adversario al terreno donde se es fuerte y concentrar allí todo el esfuerzo ofensivo es la proeza del penalista. Atacar con energía y sistemáticamente los puntos débiles del acusado es el método insuperable. Y hacerlo con profusión de argumentos, como quien lanza bombas de racimo para devastar el poder probatorio del Ministerio Público.

En mi experiencia de defensor guardo recuerdos del brillante papel jugado por muchos fiscales superiores. Pero ninguno respondía a una estrategia tan planificada como la concebida por el fiscal Carlos Pérez Castrellón. Era un martillo sobre el punto débil de la defensa. Sus golpes dialécticos y mortificantes eran incesantes, de modo que la compensación en el duelo verbal la daba la repetición de la misma táctica en el campo de la defensa.

La imaginación que llamaría preventiva es escudo y lanza de la defensa. Intuir los argumentos de la contraparte, examinarlos y destruirlos uno a uno, es tarea tan provechosa que algunas veces el fiscal queda desarmado. Es precisamente el método que usa el buen fiscal o el acusador particular para impugnar previamente el alegato final siempre en manos de la defensa.

‘La defensa basada en la Escuela Clásica tiene una inspiración y proyección muy distinta a la que se ajusta a las teorías de la Escuela Positiva, en las eclécticas o en otras modernas.

La defensa penal lógica y coherente debe descansar siempre en algunas de las doctrinas que definen el delito. La defensa basada en la Escuela Clásica tiene una inspiración y proyección muy distinta a la que se ajusta a las teorías de la Escuela Positiva, en las eclécticas o en otras modernas. Hay mayor vuelo en la oración forense cuando el abogado estudia ante el jurado la personalidad del homicida, su vida y su entorno, su conducta habitual y su crimen como un hecho social. El frío mandato de lo clásico de aceptar el delito como simple violación de la ley, atendiendo objetivamente el resultado, le resta dinamismo vital a la defensa penal. A pesar de que la estructura de nuestro derecho penal se identifica más con las definiciones clásicas, los grandes oradores forenses del país, algunos alumnos de Ferri ya desaparecidos como Alejandro Tapia, han incursionado con éxito en las interpretaciones de las reglas del positivismo penal.

Las defensas penales son un hermoso ejercicio del talento, de la buena hermenéutica y de la imaginación. Su divulgación con empeño docente serviría para desarrollar la conciencia jurídica de la sociedad. Además, constituyen la gestión más humanitaria y generosa del abogado. En las defensas penales la tragedia humana encuentra su bálsamo, su sanción o palabras de piedad.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus