Nito, en el puesto de mando

Actualizado
  • 06/04/2020 00:00
Creado
  • 06/04/2020 00:00
El presidente 'no pasará a la historia como quien no asumió su responsabilidad frente a una crisis sin precedentes que amenaza la salud y la vida de los panameños'

Desde que asumió el gobierno el presidente Nito Cortizo, hace escasos nueve meses, sabía que no iba a gestionar un tiempo de bonanza, dado los desequilibrios fiscales en que la irresponsabilidad criminal del varelismo –que prácticamente le cercenó las piernas al futuro del país– dejó sumido a Panamá.

Hay una gran diferencia entre asumir el poder y ejercer el liderazgo. La diferencia –como editorializó la semana pasada el madrileño El País– está en ordenar a una sociedad lo que debe hacer para ponerse a salvo o ser capaz de convocar todos y cada uno de los esfuerzos en la consecución de un objetivo.

No hay un manual que enseñe cómo ejercer el poder en tiempos de pandemia, en este caso exportada desde China por un sistema político autoritario que encubrió deliberadamente la gravedad de un brote ahora expandido a nivel global.

En la práctica lo que hizo Nito fue anticipar el peligro y tomar las riendas de la crisis, con un talante comedido, mesurado, oportuno. Desde el puesto de mando está navegando sobre el temporal para conducir a la nación a través de la tormenta actual. No ha recurrido al discurso retórico. Ha pedido a los ciudadanos dejar a un lado sus diferencias y acompañarlo para enfrentar esta emergencia sanitaria, convertido en un vector de unidad entre los panameños.

Nito se ha aferrado al timón para sacar adelante a Panamá. Ha demostrado autoridad y coraje ante situaciones que superan las capacidades ordinarias. Ha actuado con decisiones claras, rápidas y efectivas para guiar al país a través del estrés intenso y los enormes desafíos. Es el más consciente de todos de que esta es una crisis que no tolera improvisaciones.

La realidad que viven en estos días las democracias occidentales demuestra que en tiempos de crisis la gente busca refugio en las estructuras del Estado, agruparse todos detrás de la misma bandera. Panamá ha tenido que buscar en sí misma y dentro de sus fronteras, la fortaleza necesaria para enfrentar la pandemia.

Nito se ha impuesto al darwinismo de sacrificar a los más débiles para salvar a quienes dictan las pautas del mercado. Ha reiterado en todos los tonos y maneras que los panameños, sobre todo los más necesitados, deben creer en la bondad primaria del Estado, y que no están desamparados. No los va a dejar solos en esta lucha por la salud y la vida. Ha encarnado el sentido de humanidad que debe tener la política, sin los vicios del paternalismo. “Pase lo que pase –decía días atrás el presidente francés, Emmamuel Macron– la nación protegerá a sus hijos”.

Nito no pasará a la historia como quien no asumió su responsabilidad frente a una crisis sin precedentes que amenaza la salud y la vida de los panameños. Pero, por otro lado, el acompañamiento ciudadano en esta guerra sanitaria contra la pandemia actual determinará cómo será recordada esta generación de panameños.

No cabe duda de que Nito debe fomentar la conectividad social y promover mayor bienestar colectivo. Algunos de sus objetivos, como la prioridad de conquistar la sexta frontera de desigualdades sociales y vencer el virus de la pobreza, se verán ralentizados. Pero tiene claridad en el rumbo de marcha y los tiempos para alcanzar sus metas.

En el actual escenario de emergencia, hay que pensar en el día después. En la necesidad de un nuevo contrato social entre los ciudadanos. Eso comprende reconocer y aceptar que la pandemia está cambiando la vida de los panameños, la manera de relacionarse como individuos y la forma cómo interactuar como sociedad. Nito debe luchar por afianzar aún más los mecanismos de solidaridad nacional, con mayor asistencia a largo plazo, que garantice una renta básica y servicios públicos universales.

En este país que se enorgullece por haber desarrollado su conectividad con el mundo, Nito debe fomentar la conectividad social y promover mayor bienestar colectivo, aliviar las cargas familiares por la falta de ingresos y mitigar la ola de desigualdad que de seguro se incrementará y arrastrará a gran parte de la población una vez controlada la pandemia. Es lo que el sociólogo Martijn Konings define como la socialización de los riesgos y la privatización de los beneficios.

Solo una sociedad que pone a un lado sus intereses personales, en nombre de una comunidad más amplia, es capaz de salir airosa en una crisis como la actual. Nito ha reiterado que la palabra clave es solidaridad. Una solidaridad, que no surge solo como un imperativo moral, sino también como una estrategia de autopreservación, de egoísmo altruista. En este viacrucis del coronavirus nadie, a fin de cuentas, puede salvarse a título personal.

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