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- 07/05/2021 00:00
- 07/05/2021 00:00
La verdad es que esperé algo más de la Asamblea que no llegó; pienso que hubo dos leyes que tienen algo positivo para los ciudadanos, la primera es la ley que establece la placa vehicular por cinco años y la ley sobre el fuero de paternidad. Lo que realmente tuvo el impacto positivo fue el desempeño de la Comisión de Familia y de la subcomisión que generaron un escándalo de proporciones inimaginables, sobre el tema de los albergues y la Senniaf. La escogencia del defensor del Pueblo, la ley para reducir el porcentaje requerido para pasar el examen de medicina, los gastos constantes de la Asamblea, son temas que acentuaron la opacidad de este órgano del Estado. Hay diputados, y son casos excepcionales, que hacen su trabajo con respeto y compromiso; hay otros en una zona de bienestar que los coloca fuera del radar. Al estar fuera del radar para el elector es peligroso, ya que despierta la sensación de que desperdició su voto, y probablemente no vote por ellos para las próximas elecciones, aunque se aparezcan con media libra de lentejas y arroz.
No vi nada que pudiera destacar. Sé que estaba ahí solamente porque era el presidente del primer órgano del Estado. Creo que su desempeño será más notorio cuando presente leyes de impacto social.
Muy simple: están cómodos con el frac (traje a la medida) hecho a la medida. Hacer algo que los perjudique, los reduzca o atente contra el statu quo es inimaginable. Es como esperar que una hiena se alimente de hojas de espinacas o algas.
Que la crisis sanitaria y económica la tiene el pueblo, y no ellos. El pueblo debe asumir ese costo de austeridad y de sacrificio como siempre ha ocurrido, mientras que a los funcionarios los elegimos para administrar la cosa pública y crear leyes que beneficien a quienes les permitieron estar donde están, hacen todo lo contrario, siguen los alquileres de carros, de contratos de consultorías, gastos excesivos, sin reparo ni remordimiento alguno. Pero eso es culpa del mismo pueblo, que lo tolera y no se preocupa por llevar a esos puestos a personas comprometidas. La mejor muestra de ello es un diputado que salió de la Asamblea y lo ponen de director de una entidad, desconociendo la voluntad popular que lo llevó a la Asamblea.
No veo cambio alguno. La bancada oficialista presentará su candidato, ganará y se repartirá los espacios políticos, y colorín colorado este cuento se ha acabado. Esta será la dinámica que se seguirá hasta que terminen los cinco años de gobierno. Hay temas como la moratoria de bancos, temas financieros y otros, que deben abordar, pero no creo que exista esa intención.
La Asamblea Nacional requerirá de una gran transformación para que cambie en algo la percepción que tenemos algunos ciudadanos de su ejecutoria en cumplimiento del mandato constitucional. Eso tiene un fuerte componente de voluntad personal y política. No se trata de la cantidad de leyes aprobadas, sino de su pertinencia, del impacto en la gente y en los procesos de desarrollo del país. Promesas de cambios, de transparencia y rendición de cuentas quedaron en una especie de limbo, “se harán, pero todavía no” parece ser el momento. Rescato, sin embargo, el trabajo de diputadas que en momentos clave han logrado amalgamar esfuerzos con resultados positivos.
Me es difícil comentar sobre un trabajo sin mayores impactos, si bien se presentaron 334 anteproyectos y 225 fueron prohijados y 129 de ellos aprobados en tercer debate, el tiempo nos dirá si responden al mejor interés del país. No se puede seguir usando la pandemia como justificación en un órgano que goza de todas las prerrogativas para ejercer su función.
Desprenderse de prebendas y condiciones especiales para justificar lo injustificable no parece parte de la agenda de una mayoría de los diputados; señalo mayoría porque si hubiese una mejor correlación de fuerzas internas para hacer cambios al reglamento interno, ya lo hubieran aprobado. La ciudadanía es testigo de los esfuerzos de algunos diputados que, en minoría, presentan propuestas para cambios importantes en dicho reglamento, pero chocan con la pared de una mayoría para “cambiar nada”.
El ministro de Economía y Finanzas ha hecho declaraciones importantes sobre el futuro inmediato de las finanzas públicas. Cada órgano del Estado tiene que hacer los ajustes y sacrificios propios para que el país no sucumba en manifestaciones de violencia como en países cercanos. Las necesidades que tiene el país en materia de salud y educación, y la desigualdad, son incongruentes con el aumento del presupuesto de la Asamblea; en lugar de enfocar esos recursos en necesidades sociales y sanitarias. La eficiencia y la eficacia contribuyen en ahorros; por ejemplo, la reducción de la planilla, digitalizar las sesiones y reducir el uso de las instalaciones pueden ser fuente de ahorro, así como otros gastos superfluos en arreglos de locales, transporte, alimentación, pago de celulares y sabrán cuántos más.
No se trata de cambios de figuritas, pues ya se escucha “yo soy el que soy”, sino de propuestas para mejorar la eficiencia de la Asamblea Nacional en cumplimiento de sus funciones. Debe haber un compromiso real para el cambio: más transparencia, mayor pertinencia, más sentido común, pero sobre todo identidad con las necesidades reales de la población para legislar y rendir cuentas. Este próximo periodo debe estar conformado por diputadas en los tres cargos: presidenta y dos vicepresidentas, no hay excusas, hay mujeres para ello.