1968, el fracaso de la razón

Actualizado
  • 16/07/2013 02:00
Creado
  • 16/07/2013 02:00
La Asamblea Nacional por abrumadora mayoría depuso al Presidente Marco Robles. Se llamó al Primer Vicepresidente, señor Delvalle, y pres...

La Asamblea Nacional por abrumadora mayoría depuso al Presidente Marco Robles. Se llamó al Primer Vicepresidente, señor Delvalle, y prestó el juramento de rigor.

Había llegado el momento de despejar las incógnitas. La primera, la relativa a la Guardia Nacional. Pocos minutos después que la Asamblea Nacional dio posesión al señor Delvalle, la Guardia Nacional remitió a la televisión un comunicado desconociendo lo actuado por dicha Asamblea Nacional y cerró los edificios de dicho Órgano del Estado. Se Instauraba una dictadura.

A punta de bombas lacrimógenas y de golpes las reuniones del señor Delvalle, de su Gabinete y la de los Diputados fueron disueltas por miembros de la Guardia Nacional. La incógnita de la Guardia Nacional se despejaba enfáticamente. No quedaba la menor duda que los Altos Mandos de la Guardia Nacional rechazaban la candidatura del Dr. Arnulfo Arias. Sus proclamas de neutralidad respondían a sus viejas consignas y solo servían para engañar a los incautos y desarmar toda tentativa de rebelión ante la consumación de los fraudes.

La segunda interrogante era la relativa a la actitud del Gobierno de los Estados Unidos. La Embajada de dicho país en Panamá expresó en los círculos sociales y económicos, que ellos sólo reconocían el Gobierno del Sr. Marco A. Robles. Se despejaba la conducta del Imperialismo. En cuanto a la oligarquía, fue ella entonces, en ese momento supremo, luego de conocer la acción de la Guardia Nacional, la que se tornó confusa y rencorosa. Fue dejando solo al nuevo presidente, y de pronto se fueron olvidando de él entre sonrisas irónicas y vocablos despectivos. Pero el juicio de Robles, los desaires a Delvalle y el tono injurioso de los órganos de comunicación engendraron enemistades tales entre los oligarcas, que ya no podían abandonar las naves y cada cual se amarró más a su propia barcaza electoral.

El pueblo fue totalmente indiferente al final del juicio al Presidente Robles. Veía los nuevos episodios como una cuestión ajena a su propio destino. No brinda respaldo ni a Robles ni a Delvalle y vio la disputa, no tanto como un intento de depuración electoral, sino como una controversia de la oligarquía en el pináculo de su crisis.

La actitud de la Guardia Nacional salvó al Presidente Marco A. Robles de su destitución, inició la liquidación de las instituciones y hundió la candidatura de David Samudio. De su papel de ‘neutral’ pasó al papel de beligerante. Además de clausurar la Asamblea Nacional, la Guardia Nacional cerró violentamente las oficinas de la Unión Nacional y encarceló a numerosos adherentes del panameñismo. Los actos de beligerancia de la Guardia Nacional contra la candidatura de Arnulfo Arias y los ataques a sus centros políticos, lógicamente vincularon la candidatura de Samudio a tales actos y desde ese instante la candidatura de Samudio era abiertamente la de la Guardia Nacional, y este hecho fue desastroso para el candidato del liberalismo.

Esa situación obligó al Dr. Arnulfo Arias y a sus dirigentes panameñistas a celebrar reuniones urgentes, ellos solos, sin sus confusos aliados para examinar la nueva situación. Se determinó que el precio que se pagaba en la alianza con la oligarquía era muy alto y se variaron todas las tácticas. Se aprobó recoger las viejas banderas. El Dr. Arnulfo Arias debía salir inmediatamente en gira por todo el interior y debía formular sus viejos planteamientos. El Dr. Arias fue a todas partes del interior y de la capital y atacó violentamente a la Guardia Nacional y en particular a su Jefe el General Vallarino. A los autores de los proyectos de Tratados los calificó de traidores. Levantó dos de sus banderas tradicionales: la antimilitarista y la anti-yanqui. Le dejó al Ing. Samudio la lucha anti-oligárquica. Ante los nuevos planteamientos electorales, la masa panameñista vibró de entusiasmo, volvía a despertar lo instintivo: ¡el odio, el rencor, sus propias esperanzas! La Guardia Nacional, a su vez, recorría la República en plan político, pidiendo el respaldo a la candidatura de Samudio. La campaña electoral adquirió una dimensión bélica. ‘Dispara tu voto’, decía el ‘slogan’ de la Unión Nacional. Un ‘slogan’ de contenido psicológico tremendo en la conciencia revolucionaria, pero frustrada, por traicionada, del pueblo panameñista.

Mientras que el Dr. Arnulfo Arias se tornaba desafiante y asumió el control personal y absoluto de la campaña, el Ing. David Samudio cometió la ingenuidad de no revisar el nuevo esquema electoral y perdió el control personal de su campaña al pasar éste a las manos del General Bolívar Vallarino. En esta etapa le fallaron al Ing. Samudio sus técnicos por lo que había en ellos de oportunismo, les bastó la definición abierta prisioneros de las órdenes de los militares y pensar que bastaba el respaldo de la Guardia Nacional para triunfar.

La Democracia Cristiana se dedicó, por su parte, a esperar la cosecha de sus siembras espectaculares, pero éstas no vinieron porque la nueva alternativa. A pocas semanas de las elecciones, la Democracia Cristiana no pudo montar un nuevo acto dramático, y de la táctica de la instigación pasó a otra de contenido ético y dio instrucciones de convertir a los Demócratas Cristianos del país en fiscales de la pureza final del sufragio. Así sentó las bases para jugar un papel de importancia en los días post-electorales, cuando entró en vigencia la propia Iglesia.

El 11 y 12 de mayo de 1968, el Gobierno Nacional y en particular la Guardia Nacional hizo todo lo humanamente posible para torcer la voluntad popular. El 12 de mayo el entusiasmo de la oposición no tenía paralelo en ningún acto político realizado durante la campaña. El triunfo del Dr. Arnulfo Arias fue arrollador. En ese instante pudo haber surgido la figura cimera de 1972. Si el Ing. Samudio hubiera reconocido su derrota, a partir de ese momento se pudo constituir en el abanderado de grandes sectores de la oposición. No lo hizo porque él –como queda dicho— ya no dirigía sus propios actos políticos. No los dirigía desde el instante en que se desconoció con excesos innecesarios la presidencia del Sr. Delvalle. Él cometió el gravísimo error de confiar en el apoyo del Jefe de la Guardia Nacional, hasta las últimas consecuencias. Pero se olvidó que el General Vallarino era consciente de la dimen sión de su atropello y de lo que había significado en votos tal atropello. Se ha estimado que la intervención represiva de la Guardia Nacional le restó al Dr. Arnulfo Arias alrededor de cincuenta mil votos. Y una vez se hizo el cómputo de los votos emitidos, el General Vallarino se enteró de la real y aplastante victoria del Dr. Arnulfo Arias. Era, para él, muy difícil arriesgar su respaldo hasta las ‘últimas consecuencias’, incluso hasta provocar un injusto clima de violencia.

La Iglesia católica, bajo la rectoría del Arzobispo Tomás A. Clavel, entró en escena en los días dramáticos post-electorales. Hábilmente los grupos cívicos que organizaron un movimiento nacional de defensa del voto incorporaron a sus filas al propio arzobispo de Panamá. Era la Democracia Cristiana nuevamente en acción. Esta actitud de la iglesia ha sido muy comentada y de diversos modos. Para unos constituyó una intromisión de la Iglesia en la vida política y sectaria del país. Para otros, la decisión de Monseñor Clavel sirvió para conjurar si no una guerra civil, al menos un apreciable derramamiento de sangre. Al margen de toda discusión tradicional o tal vez anacrónica sobre la Iglesia y la política, nosotros estimamos que Monseñor Clavel fue muy consecuente con el pueblo en su gesto de paz y de respeto al sufragio. Lo que ocurrió posteriormente, o sea el desconocimiento de otros triunfos electorales, a la Asamblea Nacional, ya no fue culpa de Monseñor Clavel, sino, en todo caso, un acto de inconsecuencia del Dr. Arias para con el movimiento que reclamó para él absoluta probidad electoral, probidad electoral que el Dr. Arias no respetó con relación a otros.

El Presidente Robles, por su parte, después del juicio seguido por la Asamblea, se constituyó en simple titular del cargo de Presidente y dejó en manos del General Bolívar Vallarino todos los resortes del gobierno. Ya nada podía hacer contra el triunfo electoral del Dr. Arias; ni siquiera adoptar medidas desesperadas porque el control de la política, de modo íntegro, fue asumido por la Guardia Nacional.

El Dr. Arnulfo Arias en esta etapa de enfrentamiento con la Guardia Nacional, puso sus intereses electorales en manos de los sectores oligárquicos y no pudo encontrar negociadores más efectivos. Tras acuerdos de media noche, luego de dilatadas reuniones y protestas de mil garantías, los Jefes de entonces de la Guardia Nacional reconocieron el triunfo electoral del Dr. Arnulfo Arias.

El Dr. Arnulfo Arias tomó posesión el 1° de octubre de 1968. Hizo cambios en los mandos en ejercicio de sus funciones constitucionales, pero tales cambios constituían incumplimiento de los Acuerdos pactados como condiciones para su reconocimiento como Presidente Electo y fue víctima de un golpe militar el 11 de octubre de 1968. Lo que ha ocurrido desde entonces ya podría ser materia de otros comentarios, de distintos propósitos a los que sustentaron los puntos de vista que vienen expuestos.

Sin embargo, este análisis político del proceso electoral de 1968 quedaría totalmente vacío, si no incluyera algunas conclusiones:

1. La lucha electoral de 1968 constituyó la prueba más espectacular de la crisis de la oligarquía panameña que la descalifica para gobernar;

2. Quedó igualmente probado en 1968 que los partidos políticos panameños funcionan sin lineamientos ideológicos;

3. Los partidos y sus dirigentes no han sabido interpretar ni encauzar las nuevas esperanzas e inquietudes de la sociedad panameña;

4. No queda otra misión que luchar por la vigencia plena de un régimen auténticamente democrático y de Derecho. Sólo un pueblo con recia cultura política puede vencer las explotaciones y los atropellos. Una patria sin explotaciones y sin atropellos es la que debemos buscar para vencer las crisis del futuro. Desde la pugna electoral de 1968 este objetivo, que implica un cambio estructural significativo, se encuentra o debe encontrarse en el pensamiento de todo panameño honesto.

5. El futuro político del país debe enfrentarse con partidos ideológicos, con capacidad y coraje para iniciar y profundizar un proceso revolucionario del pueblo panameño.

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