• 28/10/2008 01:00

Selectividad democrática

El acontecimiento que ha acaparado las noticias estas últimas semanas y que ha sido centro de atención pública no puede, ni debe ser ign...

El acontecimiento que ha acaparado las noticias estas últimas semanas y que ha sido centro de atención pública no puede, ni debe ser ignorado. La muerte de un ciudadano hace 38 años se ha convertido en hito fundamental para la supervivencia de los valores democráticos o, al menos, eso es lo que algunos nos intentan señalar.

Para aquellos que hemos perdido seres queridos en hechos violentos, que nunca fueron esclarecidos y que permanecen en la impunidad, entendemos los sentimientos de impotencia y dolor que prevalecerán por siempre y aunque la justicia dictamine culpabilidad tardía nunca podrá devolvernos a los que se fueron. Sin embargo, nos llama poderosamente la atención la forma como se ha tratado este suceso.

Algunos se precipitaron catalogándolo como asesinato a sangre fría, a pesar de que no hay testigos presenciales que puedan señalar el acto como tal y de que ninguno de los familiares se presenta a formular cargos o ratificar las acusaciones.

Inclusive la información presentada desvirtúa el hecho, al mencionar aspectos suspicaces, como una habitación en penumbra y situando solamente a la víctima del hecho y al victimario en la escena.

Nos es la intención salir en defensa del ministro. Es resaltar cómo se ha pasado de una a otra cosa para mantener la atención pública. De insinuación de crimen premeditado a la inexistencia de algún fallo judicial.

Relacionando los acontecimientos. El ministro es la figura que impulsa los decretos leyes de seguridad, que han sido adversados por algunos grupos que no han logrado apoyo popular para lograr su derogación. Surgen ataques hacia la figura del ministro. En medio de esto surge la investigación periodística del caso e inmediatamente se pide la destitución del ministro.

Podríamos especular que “si no pueden evita la aprobación de los decretos, derriban la figura que supuestamente los representa”.

Sólo basta imaginar cuántos casos como este pudieron ocurrir después del golpe militar. ¿Qué tiene este de particular? ¿Porque está involucrado un ministro? ¿Será que los otros panameños con casos similares no merecen esfuerzos similares para esclarecer sus casos?

Los sucesos ocurrieron como en un guión de intrigas políticas y no faltaron quienes se abalanzaran dictaminando condena al implicado sin derecho a defensa y sin conocer los hechos.

Una extraña sensación ha quedado latente. Resta que ahora cada panameño común, aunque no esté relacionado con una figura preponderante, proceda a denunciar casos similares y que por “oficio”, reciban igual apoyo en los medios y de los grupos que defienden la democracia.

De no ser así, parecerá que este fue un caso selectivo, donde se utilizó el dolor de personas humildes con fines políticos y ajenos a la búsqueda de justicia. Pero... el tiempo transcurría y ojalá nos hallamos equivocado.

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