• 26/01/2009 01:00

Los intestinos electorales

Hace poco me ocupé en escribir sobre “El secreto del voto”, según nuestras regulaciones legales y el comportamiento de esta sociedad. Me...

Hace poco me ocupé en escribir sobre “El secreto del voto”, según nuestras regulaciones legales y el comportamiento de esta sociedad. Me agradó el tema, sobre todo, por la comparación emocional sobre las campañas políticas y los carnavales, con la diferencia que lo primero dura más y no mojan masivamente a la gente de agua, sino más bien con decepciones y lágrimas.

En cada colectivo subyacen las pasiones, engaños y traiciones, con algunos aderezos de lealtad, esto es comprensible, porque vivimos en un mundo de intereses y comodines, con recaderos que se quieren quedar con el mandado. Así se corre con el abono del disgusto público y es por eso que se corea que la política es el arte de gobernar.

Primero la partitocracia, con un rumbo en la conformación de los grupos destinados a la aceptación de un nuevo giro, que siempre debe tener como norte la gastada democracia, cuya tendencia como doctrina, es la de la intervención del pueblo en el gobierno, dicho de otra manera, es el predominio del pueblo en el compuesto político del Estado. Este asunto no es fácil, porque nuestra sociedad está constituida por capas de pensamiento en consonancia, con las necesidades y aspiraciones de los pocos que les sobra de todo, y de los muchos que no tienen nada, si los primeros lucran del resto.

Los neólogos idealistas son los encargados en cada colectivo de ajustar el contenido de las promesas para atraer a las huestes a las inscripciones y así, los incautos se suman públicamente para engrosar las filas, que, por las obvias razones numéricas, no tendrán acceso a la miel de la cosecha con el triunfo que disfrutarán sus dirigentes. Ya lo explicó el filósofo Gustavo Bueno, “la partitocracia o partidocracia, constituye una deformación sistemática de la democracia”, y se entiende por los desaforados ataques o alianzas que surgen entre los partidos políticos, frente al resto de los intereses políticos.

Cada vez que hay estas promociones para gobernar, se trenzan o diluyen coaliciones en la efervescencia política partidista, con el consabido perdón a las insalvables enemistades y los furibundos ataques al resto que no comulga, de cara a convencer a los indecisos, que cada vez suman más. Si analizamos las actuales rupturas y reacomodos, nadie puede tirar la primera piedra, sin descontar a los amnésicos que hablan con la boca llena. Todo esto sobre manipular es añejo, ya en el siglo III, existió el sabio Manes, que en Babilonia fundó esta religión de tipo dualista y gnóstico, que admitía dos principios creadores, uno para el bien y otro para el mal, de allí las propagandas negativas y las infundadas. En el maniqueo se aprecia la realidad a base de una valoración dicotómica. Es decir, la clasificación en divisiones y subdivisiones, puesto que sólo tienen dos partes, y con los resultados, se crea esta inestabilidad ofensiva a la democracia, aparte que si lo observamos a profundidad, esta práctica viola el secreto del voto ajeno, contemplado en el Código Electoral.

Profetizo, seguirán en los partidos, o personas, los brincos que antes decían que “el que no salta es sapo”, en esta álgida polarización en que naufragamos. Seguro que los movimientos peristálticos del aparato digestivo de cada partido o persona continuarán, por las naturales contracciones electoreras, para impulsar o expeler adeptos a conveniencia en la oportunista digestión eleccionaria.

-El autor es abogado y profesor universitario.cherrera@cwpanama.net

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