• 02/02/2009 01:00

De pesadillas y sueños

He tenido suficientes experiencias que me hacen conceder a Dios demasiada importancia. Valoro igualmente ciertas simbologías de tipo eso...

He tenido suficientes experiencias que me hacen conceder a Dios demasiada importancia. Valoro igualmente ciertas simbologías de tipo esotéricas, que me han impactado. Algunas bien decisivas para Panamá por los años 1985 y 1987. Jung se enamoró de la interpretación de los sueños. En el otoño de 1913 tuvo la visión onírica de que toda Europa se inundaba hasta su Suiza natal, y las aguas se teñían de sangre.

El miércoles en la madrugada me desperté sobresaltado, sudaba copiosamente. Me pareció vivir otra vez aquel junio de 1987: tropas con fusiles y màscaras antigases patrullaban la ciudad en especial el Casco Viejo rodeando el Palacio Presidencial. El Palacio Justo Arosemena estaba totalmente acordonado por tropas. Distinguí a diputados exaltados gritándole a un oficial, que con un altavoz les decía: “Por favor no nos obliguen a arrestarlos esposados, salgan por su voluntad”. En el àrea revertida, en las escalinatas de la Corte, estaban agentes con arreos militares. Pude ver muy claramente al magistrado Mitchell forcejeando con varios policías que intentaban esposarlo al resistirse a abandonar el local. Había manifestaciones violentas en distintos puntos capitalinos, entre ellos por la 12 de Octubre. El Diario La Prensa se había clausurado desde la noche anterior y llevaban a empujones a un sedán negro con vidrios ahumados a Fernando Berguido y a Bobby Eisenmann. En el local del PRD centenares de dirigentes gritaban: “No al dictador millonario”. A Guillermo Endara le había dado un lamentable infarto. En el Palacio Legislativo varios diputados del PRD, Elías Castillo y Denis Arce, entre ellos, y algunos del panameñismo, José Blandón y otros que no pude distinguir, empuñaban banderas panameñas protestando airadamente.

Era el 9 de julio, pude ver un reguero de diarios La Estrella esparcidos en el Cuartel de Ancón con la fecha, y un gran titular que decía: “Martinelli rompe la institucionalidad democrática”. Un sumario agregaba: “El nuevo mandatario ordena la suspensión de la Asamblea y del Órgano Judicial, manifiesta que gobernará por decreto con el aval del pueblo, hasta la integración de una asamblea constituyente”. En el pase a la página 2-A alcancé a leer: “Relección indefinida, principal consigna oficial, mandatario reclama poderes extraordinarios de urgencia para ordenar arrestos y evitar subversiones”. Los obreros de la Suntracs junto con segmentos universitarios se habían tomado el sector de la Colina, en cuyo revuelo observé lanzando piedras al propio cura Conrado Sanjur. En la Basílica Don Bosco varios miles de personas protestaban por el ambiente autocrático ante la Conferencia Episcopal, cuyos voceros eran los obispos Cedeño y Lacunza. En el edificio de la CAPAC ditinguí a Billy Quijano, Héctor Ortega, Nacho Mallol, Herman Bern, Roberto Roy, entre otros que se unían a unos tres mil manifestantes portando pancartas que decían: “No queremos dictaduras, ni de derechas”. En Tocumen fuertes contingentes armados impedían el ingreso a Panamá de corresponsales extranjeros, retenidos para ser devueltos a sus países. Las escuelas, clausuradas indefinidamente. Las televisoras y radioemisoras, intervenidas por censores oficiales por órdenes del ministro de Gobierno Roberto Henríquez, el cual, en la TV en cadena nacional leía disposiciones con ropa color caqui y una gorra verde, tipo militar; a su lado, Martinelli sonreído. Allí desperté. Todo era tan real sin embargo. ¿Raro no?

-El autor es embajador de Panamá en Perú.homiliadiaz@gmail.com

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