• 06/02/2009 01:00

Por fa.. cuál clase política

En días navideños el dilecto amigo-colega Franklin Castrellón  mostraba su inquietud por la pobreza conceptual que,  en su bue...

En días navideños el dilecto amigo-colega Franklin Castrellón  mostraba su inquietud por la pobreza conceptual que,  en su buena voluntad, sugería  una especie de reencarnación de la mal denominada “clase política” panameña. Solicitada mi opinión (que no es tiempo de callar),  no me resultó difícil señalar al amigo que el vocablo “clase política”, en nuestro caso, está muy lejos de algún criterio clásico, ni nada que se le parezca. Todo lo contrario. El único norte que une o desune al   montón politiquero es el botín estatal, por mucho que ese mismo Estado sea maldecido y vituperado. 

    Lo dijo uno de aquellos recios liberales de los albores de la República, el Dr. Eusebio Antonio Morales, uno de los arquitectos de la Patria permanente (“ni nueva, ni vieja”; permanente) que ciertos  políticos, más que entidades  de principios, parecían personajes  en aquellos bailes de cuadrillas donde al vaivén del tambor entraban y salían de entre los danzantes, para al rato volver a los mismo, sin otro son, ni ton, que el golpe de tambor de quien pagara la orquesta.

Debo resaltar que  Don Eusebio fue un combatiente de la Guerra de los Mil Días, que la politiquería que él censurara borró del mapa del recuerdo histórico, precisamente.

  Ahora bien. ¿Hemos avanzado o retrocedido en materia política? Es la pregunta que parece perturbar los espíritus preocupados y menos contaminados. Si hemos de asomarnos al muro del vecino, vemos que “las monas no están para tafetanes”.

El pastel del desarrollo que se ha venido construyendo, convoca a la codicia. Los  comensales acuden en desaforada carrera, casi enloquecidos, atropellándose unos a otros en la ruta de Pompeya. La opinión del pueblo llano parece importar muy poco bajo el esquema de que la publicidad hará el resto, sin importar cuanto daño se ocasione. Así, vamos perdiendo sentido de nación, de pudor, vergüenza y estima colectivas.

  Debo recordar además, que una de las trágicas charadas de esta “clase” irresponsable ocurrió en 1968 cuando tirios y troyanos clamaban cada cual con su trompeta por la intervención militar que les asegurara el botín.

La paradoja, para quienes lo han olvidado o no quieren recordarlo con crudeza, fue que los gorilas al darse cuenta de la miseria moral de sus mentores se apropiaron del santo y la limosna.

Proporciones guardadas y lecciones mal aprendidas, el escenario tiene visos de reeditarse por lo que bien valdría la pena estremecer la memoria de aquellos  tiempos tormentosos.

Será necesario recuperar una buena dosis de valor y criterio para que quienes no pertenecemos a la “clase”, no  nos dejarnos engatusar, y reencontrar a la vez,  el verdadero camino que el país reclama en una época de insospechadas transformaciones.

- El autor es comunicólogo para el desarrollo sostenible. agalastica@yahoo.es

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