• 09/06/2009 02:00

La virtud de una efectiva transición

Los panameños nos hemos acostumbrado, por lo menos hasta el año 2004, a ser testigos de transiciones en donde abundan las críticas de un...

Los panameños nos hemos acostumbrado, por lo menos hasta el año 2004, a ser testigos de transiciones en donde abundan las críticas de uno y otro lado, y donde más bien pareciera que en vez de entregar el poder, lo que se produce es una batalla donde el gobierno saliente rinde armas ante el entrante.

Pienso que esto era una demostración de inmadurez política, porque cuando los pueblos escogen a su futuro dignatario lo que debe existir es una honesta disposición a entregar la administración del gobierno en buena forma, sin traumas y como consecuencia de la voluntad del pueblo.

Lo anterior propiciaría que la continuidad de las tareas públicas se produzca en el marco de una democracia adulta en la que queda entendido que más allá de la transferencia político partidista, exista un concepto de trabajar en beneficio del conglomerado nacional.

Por supuesto que los gobiernos son producto del resultado de una contienda electoral, pero al final de la misma los triunfadores deben empinarse sobre las diferencias partidistas y dar paso a la sensatez y al sentido común.

Afortunadamente esto es lo que pareciera está ocurriendo en Panamá cuando el mandatario saliente y el entrante colocan los intereses de la patria por encima de cualquiera diferencia política, lo cual aporta tranquilidad a todos los sectores que precisamente buscan que el país se comprometa con el desarrollo nacional.

Debemos sentirnos orgullosos de que esto esté ocurriendo así. Observo en cada intervención del presidente electo, Ricardo Martinelli, una efectiva vocación de que el proceso de transición se realice en forma armónica, sin que ello signifique que no haya capacidad para reclamar o exigir explicaciones.

De eso se trata precisamente. El tiempo de “los locos somos más” ha dado paso a la presencia de un estadista dispuesto a conseguir que Panamá siga creciendo. Esa es la clase de estadista que la mayoría del pueblo confía tendremos a partir del 1 de julio, reconociendo que el presidente actual igual está realizando la parte que le toca.

De igual forma, todos entendemos que el nuevo gobierno debe tener la visión que le permita darse cuenta de que independientemente de lo bueno o lo malo del actual gobierno, lo importante es darle continuidad a los programas sociales, para que los más necesitados no sufran el trauma de quedar sin la respuesta que se le venía dando. Esa fue la impresión que me quedó cuando en un acto reciente, tanto Torrijos como Martinelli coincidieron en la necesidad de que el país, con la ayuda del gobierno, el de hoy y el de mañana, esté en capacidad de enfrentar los efectos de la crisis financiera internacional, la que ha sido comparada a una tormenta de la cual podemos salir fortalecidos, siempre y cuando tengamos templanza e ingenio para contrarrestarla.

-El autor es periodista.emacor@cableonda.net

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