• 05/08/2009 02:00

Colombianos y su realidad

A juzgar por las manifestaciones de ciudadanos de ese bello y gran país, los colombianos de hoy dejaron de ser ese pueblo aguerrido y vi...

A juzgar por las manifestaciones de ciudadanos de ese bello y gran país, los colombianos de hoy dejaron de ser ese pueblo aguerrido y visionario, con grandes tratadistas de diferentes disciplinas, para convertirse en un pueblo doblegado que, cansado de luchar, prefiere emigrar a otros países a intentar una vida diferente, aunque sacrificada. La filosofía, los discursos y la valentía de Jorge Eliécer Gaitán hoy son mera “retórica superada” que ni se escucha, ni se toma en cuenta. Gaitán, igual que otros líderes populares, fue asesinado. Nunca se supo (?) ni se juzgó a los autores intelectuales.

Se sostiene que al pueblo colombiano, poco a poco, le han diezmado la voluntad y las aspiraciones de libertad, paz y disfrute de una vida digna en su país. De sus expresiones se colige que un pequeño grupo con poder económico y político, ha ido consolidando su hegemonía. Liberales y conservadores — “los mismos con las mismas” — como los identificó Gaitán, mantienen sus cúpulas gobernando. A ellas pertenecen sus presidentes y la mayoría de sus ministros y embajadores, quienes se suceden en el poder por herencia, uniones sociales y ahora, muy probablemente, por reelección. Los que se les opongan corren serios riesgos, además, “no todo se lo quedan, algo dejan permear para justificarse” , dicen.

Voceros de esa aristocracia gobernante, me dicen, hacen parte don Enrique Santos Calderón, y su primo ministro y precandidato presidencial del mismo apellido, para el cual fue emitida una orden de captura internacional por la invasión y bombardeo a territorio del Ecuador. Esta acaudalada familia es propietaria del influyente periódico El Tiempo. Es lógico suponer que don Enrique emita, a través de los medios, la versión que se identifica con su grupo socio político, descalificando a presidentes como Correa de Ecuador y Evo Morales, a quien despectivamente llama “compañero” Evo, y a quien describe como un indio pobre, que ciertamente lo es, pero que, en Bogotá y para muchos colombianos, llamar compañero e indio a alguien, es ofensivo y denigrante.

Lo más grave, en opinión de muchos colombianos, es la falta de voluntad y compromiso por la paz. Instalar bases militares extranjeras o admitir personal e implementos bélicos de otro país no es la solución al narcotráfico ni contribuye al clima de paz que tanto anhelan los colombianos pobres, mayoría de los habitantes. Estas bases persiguen otros fines. El negocio del narcotráfico tiene su raíz y su eje dentro de EUA y allá deben solucionarlo. Colombia y los colombianos fueron introducidos y utilizados en el negocio, sostienen. Los colombianos tienen vocación de trabajo creativo y decente y no merecen seguir viviendo discriminación y desgracias impuestas por elites endógenas y exógenas que, hipócritamente y con minoría de votos del total habilitado, mantienen de rehén a todo un gran pueblo de nuestra América.

*Periodista.jhpertuz@hotmail.com

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