• 17/08/2009 02:00

Sus actos los definen

A través de los siglos, la humanidad se ha dividido en dos grupos de seres respecto a sus actuaciones: los hombres de bien, con sus idea...

A través de los siglos, la humanidad se ha dividido en dos grupos de seres respecto a sus actuaciones: los hombres de bien, con sus ideas definidas sobre política, moral o ética, aunque todo ello sea relativo e imperfecto; y los que buscan siempre imponer sus ideas, por extremas o antojadizas que sean, en base a la razón de la fuerza, física o la del poder material. En ese lado estaban los del Sanedrín y el Imperio Romano, perversos en sus fines, que liquidaron el cuerpo de Cristo, aunque solo por tres días. Ellos son sombras nada más, Él, La Verdad y la Vida. He sido parte activa de la historia panameña reciente. He tenido que ver rostros y personalidades disímiles, tanto en cuarteles como en altos despachos civiles. En ambas parcelas he visto la serenidad de la inteligencia o bien la cobardía de la violencia.

Pese al pecado, siempre vulgar, de un golpe militar, que se fue decantando en muchas facetas y variantes, admiro y admiraré a Omar Torrijos, como el más allegado a él, pese a varios que fueron igualmente sus íntimos colaboradores o amigos, porque 20 años de trabajos con él, siendo hasta el final su asistente, me hicieron conocerlo a fondo, y constituir parte del Torrijismo original, mucho antes que se pariera, una generación después, el hijo de ese proceso, el PRD, ya pasados los peligros de golpes y contragolpes, donde ningún civil, obvio, enfrentó las amenazas. Y, en medio de la polarización nacional, Panamá y el mundo vieron emerger una figura relevante y carismática, admirado en todas las latitudes no por el lenguaje soez y arrogante de las conductas propias de las satrapías somocistas, que son hoy páginas oscuras y reprochables, sino por el hombre sencillo, accesible, decente y docente, que bien se le puede hostilizar políticamente, pero jamás por la vulgaridad de sus actitudes.

De haber sido lo último, como lo fueron mandatarios tiránicos que ya se difuminaron en la historia denigrante, Omar solo sería una caricatura del poder, suerte de otros. El liderazgo de Omar trasciende las fronteras, y los panameños que laboramos junto a él, no nos quedamos con el recuerdo del calibre de su pistola ni su estatura física, la que se mide con metros simples; quedamos impregnados del orgullo de haber estado cerca de un dirigente que lo admiraron por igual el mariscal Tito, Willy Brand y Chabuca Granda, como nacionales de la estatura intelectual de Jorge Illueca y de otras personalidades destacadas, que jamás perderían tiempo en recuerdos de gorilas uniformados o civiles. Pero Omar quedó también en corazones humildes, de todas nuestras campiñas, y no por gestos o actitudes soberbias y vulgares. A éstos últimos, la historia les reserva el asiento de los que desprecia.

Napoleón, finalizando sus días en Santa Elena, cuando uno de sus antiguos lugartenientes queriendo adularlo le dice: “Generalísimo, a usted siempre se le recordará por la Batalla de Auterlitz, modelo militar aplicado a la guerra” ; el Gran Corso, moribundo, pero lúcido, le responde: “Auterlitz será opacada por la derrota de Waterloo, tal vez lo único que haga recordar mi nombre será el Código Civil que junto a los más grandes cerebros franceses le heredo a la sociedad humana”. Eso nos dice también dónde buscar a Omar Torrijos y dónde encontrar, agazapados, a todos los déspotas.

*Abogado.homiliadiaz@gmail.com

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