• 18/09/2009 02:00

Por un Proyecto de Nación

La actual encrucijada que vive nuestro país exige de sus dirigentes una clara visión de un programa estratégico de desarrollo económico,...

La actual encrucijada que vive nuestro país exige de sus dirigentes una clara visión de un programa estratégico de desarrollo económico, que permita la consolidación de un Proyecto de Nación. Toda nuestra historia ha estado llena de una rica experiencia en la lucha anticolonial que nos permitió recuperar la soberanía y la integridad territorial.

Culminada esta etapa de nuestra historia, el país marcha sin un rumbo claro y en un acelerado proceso de descomposición de sus valores. Nuestra juventud no tiene los bríos ni los ideales necesarios para enrumbar la Nación, está sumergida en un bombardeo permanente de publicidad, que la lleva al consumismo y a un proceso de enajenación peligroso para el futuro de Panamá.

Los partidos políticos han perdido credibilidad y son meros instrumentos electorales en la lucha por el poder, al margen de una propuesta programática que consolide la Nación y la proteja de los peligros de la globalización.

A partir de las elecciones del 3 de mayo del 2009, se abre una nueva coyuntura con el triunfo arrollador de Ricardo Martinelli. Sin duda alguna, el pueblo votó por un cambio y espera una transformación sustancial de la forma de hacer política, de gobernar y de establecer las prioridades dirigidas a resolver los problemas de los más necesitados.

Para logra este objetivo es necesario diseñar un programa estratégico nacional de desarrollo que tenga al panameño y panameña con motor e impulsor fundamental y a su bienestar material y espiritual, como su principal finalidad. Esta estrategia debe, en primera instancia, conservar la independencia y la integridad territorial de la República.

La nueva visión debe construir un régimen político institucional basado en la concepción libertaria del hombre y la sociedad, en el principio de solidaridad del Estado que le es propia, y en una definición nacionalista que proyecte a Panamá con fidelidad a su legítima tradición nacional.

Ello implica que se debe conjugar siempre, armónicamente, la autoridad y la libertad y favorecer la selección de los mejores hombres y mujeres para las tareas de gobierno. En medio de la actual crisis de la familia panameña, el nuevo Proyecto de Nación debe desarrollar en los panameños un cuerpo de valores morales y espirituales, que constituyan el fundamento del progreso cultural de nuestra sociedad, que estimulen sus capacidades y que acreciente los rasgos positivos de la idiosincrasia nacional.

No es posible transformar la sociedad sin lograr una base unitaria con nuestros aliados estratégicos en la comunidad internacional y sin que Panamá alcance, equilibradamente, en el menor tiempo posible, con equidad y democracia, un adecuado desarrollo político, económico y social, que permita siempre avanzar hacia un mayor bien común general, al servicio de todos y de cada uno de los ciudadanos.

Todas las propuestas de cambios que impulsa la Administración Martinelli deberían contar con el mayor consenso posible y desarrollarse dentro de un marco conceptual que impulse la tolerancia, el diálogo y forje la unidad de la Nación.

El ciudadano panameño espera que este gobierno respete el principio de la diversidad que caracteriza nuestra sociedad e impulse sin temor las transformaciones necesarias, para cambiar el oscuro panorama que representa el 40% de la población panameña sumida en pobreza y pobreza extrema.

Los dirigentes del cambio deben estar conscientes de su responsabilidad histórica y que el desarrollo económico del país, no solo es un proceso de crecimiento económico, sino que debe ser un proceso que se traduzca en una mejoría real de la sociedad y de sus sectores más vulnerables.

Con estos principios los actuales dirigentes del gobierno deberán comprender que el ser humano tiene derechos anteriores y superiores al Estado y que es éste quien debe estar al servicio de los individuos y no a la inversa.

Una rápida revisión de la agenda para construir un nuevo Proyecto de Nación nos lleva a mirar la educación como la piedra angular de la transformación necesaria. Debemos desarrollar un sistema educativo que se ajuste a las nuevas realidades y que tenga como objetivo la formación de un ciudadano pleno y de una democracia ilustrada.

En el camino de las reformas sociales, que el país necesita, está la salud pública, que hoy pasa por una terrible situación y que requiere urgentemente de atención prioritaria. Las reformas en educación y salud son prerrequisito para la construcción de un Panamá que esté a la altura de los cambios modernos.

No es posible enfrentar el problema del desarrollo económico integral sin un cambio sustancial en la forma de hacer política. El poder político es para transformar la sociedad hacia metas elevadas y no para enriquecerse en forma burda.

Los dirigentes políticos panameños, de gobierno y oposición, deberán entender que el proceso democrático actual no está consolidado y que nuevos fracasos pondrán en duda su viabilidad política.

*Ingeniero y analista político.blandonc@cwpanama.net

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