• 10/06/2010 02:00

Armonizar y tranquilizar al país

El país asistió con ánimo reconciliador al acto en el que el presidente Ricardo Martinelli pidió perdón, en nombre del Estado, por la de...

El país asistió con ánimo reconciliador al acto en el que el presidente Ricardo Martinelli pidió perdón, en nombre del Estado, por la desaparición de Heliodoro Portugal. Pero disipado el efecto mediático, la ceremonia resultó en la oferta del mes de un gobernante que no ha podido separar la gestión pública de la gerencia de supermercados. Pocas horas después arremetió contra el PRD, vaticinando su desaparición, mientras voceros de su círculo íntimo de poder se lamentaban de que los presidentes Mireya Moscoso y Martín Torrijos no estuvieran presos y calificaban a Arnulfo Arias y Omar Torrijos como líderes muertos.

Es repudiable que Martinelli considere a los miembros del PRD como meros objetos que pueden comprarse o atemorizarse, ensañándose contra cualquier signo de oposición. Panamá no es patrimonio de Cambio Democrático. El país reafirmó un contrato consigo mismo, con valores que están más allá de la crispación que el oficialismo procura profundizar con rencores que anidan en los pliegues de su propia versión de la historia.

La jornada por la paz, con la que la calle desafío a la política, obligó al gobierno al montaje de conversaciones con la sociedad organizada, para el consumo interno y externo. Desde el Palacio de las Garzas, mientras tanto, no se depone el ánimo belicoso ni la rencilla deja su protagonismo. Algo de eso fue lo que dio al traste con los intentos de imponer en la Asamblea Nacional el proyecto de consultas populares con el que el Ejecutivo quería un cheque en blanco para usurpar las funciones del Legislativo. Dos líderes de la bancada oficialista enfrentaron a Martinelli y el proyecto de ley deberá esperar después de julio.

L a obsesión por dividir y fracturar ha llevado al mandatario a dividir la historia y fracturar el presente. La vocación rupturista y egocéntrica pareciera ser lo único coherente de este gobierno. Esa coherencia es la que abona las constantes fisuras que generan una inestabilidad política y social permanente. El país posee una rica biodiversidad, pero Martinelli no reconoce la diversidad política, sectorial, religiosa y social. Ese sesgo le impide trabajar en un marco de acuerdos, en la convergencia de voluntades y en el impulso de políticas, para superar el fraccionamiento del presente y generar oportunidades colectivas futuras. Lo que se promueve desde el gobierno es el clientelismo, la corrupción, la persecución a políticos, empresarios, sindicalistas y periodistas no martinellistas.

Es tiempo de que el espíritu de armonía y tranquilidad sobrevuele los cielos panameños. Hay que construir un tiempo nuevo para el país. Desde el gobierno deberían hacerse esfuerzos por desandar el camino hacia la estación de la irracionalidad y el conflicto. El oficialismo está obstinado en alentar enfrentamientos que nadie quiere, en desoír las voces que convocan al reencuentro, la amistad cívica, el respeto mutuo como el único sendero posible hacia un futuro común y venturoso.

Importantes núcleos ciudadanos rechazan el proyecto político y económico de tratar de rearmar el Estado al servicio de Martinelli y su núcleo de poder que desconoce concesiones. Aspiran, por el contrario, a una coexistencia menos traumática que la actual. Esos sectores mantienen viva la esperanza, porque finalmente triunfe la tolerancia y la convivencia fructífera sobre los ánimos de ruptura y división, que se imponga un clima social y un espíritu diferente, que depare al país horas más fecundas que las actuales.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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