• 02/07/2010 02:00

Prohibido olvidar

Son muchos los panameños que en una época auparon al general Manuel Antonio Noriega, y que aún persisten en defenderlo, como si fuera un...

Son muchos los panameños que en una época auparon al general Manuel Antonio Noriega, y que aún persisten en defenderlo, como si fuera un santo de su devoción. Entre ellos destacan periodistas, políticos y financieros, además de sus esbirros y muchos individuos del bajo mundo antiguamente protegidos por el ex dictador, quienes a diario exigen que el hoy residente en La Santé de París regrese a la tierra donde nació hace más de setenta y cinco años.

Pero, los avasallados por las Fuerzas de Defensa bajo el mando del diminuto militar tienen presente las atrocidades de que fueron víctimas. Viudas, padres e hijos a diario sufren las secuelas de las mismas, sin que nunca se les haya compensado por el dolor y la tristeza causados por los desmanes del antiguo huésped del Cuartel de El Chorrillo. No se pueden olvidar las víctimas de la ‘Matanza de Albrook’ ni los desaparecidos anteriores. Entre ellos, el padre Héctor Gallegos y el Dr. Hugo Spadafora. A esto hay que agregar la nunca bien investigada muerte del general Omar Torrijos Herrera, quien era el principal obstáculo en la vertiginosa carrera del MAN hacia la cúspide castrense.

Es lamentable escuchar y leer todos los días a los antiguos testaferros del noriegato, clamando el retorno y el perdón para alguien que ignoró y aplastó con la bota los sagrados principios universales de libertad y el derecho a disentir.

Es muy cierto que se deben considerar la senilidad y el mal estado de salud del ex hombre fuerte panameño, pero no hay que echar en saco roto sus desplantes ante un pueblo indefenso, masacrado. No debemos borrar de la memoria los ataques sangrientos de la soldadesca, cuando un pueblo blandiendo pañuelos blancos protestaba y él, con grotesca sonrisa y machete en mano, se burlaba de la indefensa situación de los manifestantes.

Nunca se debe dar un paso atrás para que el ex presidiario de la DEA reciba su castigo por los crímenes cometidos. Así como él se vanagloriaba a su antojo de su condición de mandamás y alardeaba de ser un valiente de verdad, hoy con ese mismo ánimo debe afrontar las consecuencias de sus censurables acciones del pasado, para cumplir las penas impuestas por sus delitos. Por otro lado, hay que meditar la causa a la que se aferran sus ‘gratuitos’ abogados para gritar y elogiar a los cuatro vientos el hoy excelente comportamiento de alguien que desbarató por completo el buen vivir de los demás. Debe haber gato encerrado e intereses desconocidos de los compatriotas que porfían en el retorno de su líder a la patria istmeña. ¿Acaso hay millones en este juego encubierto?

No soy yo quien juzgó al esposo de Felicidad Sieiro de Noriega, inocente víctima de la situación de su cónyuge, su sentencia la dictó un tribunal acreditado por la justicia panameña, que en su debido momento procedió conforme lo manda la Ley, anteriormente desdeñada por el militar condenado.

*FOTÓGRAFO PROFESIONAL.

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