• 20/08/2010 02:00

Concertación política

Hace muchos años aprendí que la política es el arte de las posibilidades, y que el deber de un ciudadano es crear las posibilidades para...

Hace muchos años aprendí que la política es el arte de las posibilidades, y que el deber de un ciudadano es crear las posibilidades para producir los cambios que requiere una determinada época histórica. Panamá vive momentos cruciales de su desarrollo democrático y a pesar de que había decidido no dar más consejos a quien no me los pide, la gravedad de la situación política actual me lleva a plantear las reflexiones que recojo en esta columna.

Los Estados están continuamente evolucionando, cambian y ajustan su estructura y funcionamiento a las condiciones coyunturales que atraviesan, por ello observamos que en las últimas dos décadas, nuestro país ha sufrido grandes transformaciones. Las mismas se han producido después de una dolorosa y sangrienta invasión, pero pese a ello, nuestro pueblo y sus dirigentes supieron solventar esta grave crisis, con dificultades, pero con una clara conciencia que era el único camino para reconstruir la República.

Panamá ha vivido desde la Administración Endara hasta la Administración Martinelli, actualmente en el poder, una profunda transformación y una clara redefinición del papel del Estado en el desarrollo económico, político y social. Estos procesos de cambios han comprendido readecuaciones administrativas e institucionales, reducciones de planillas, sesión de funciones y servicios estatales a la iniciativa privada a través de concesiones y privatizaciones, reformas a la estructura jurídica y constitucional para adecuar el Estado a la globalización que vive el mundo.

En este camino de transformaciones se cometieron muchos errores, no obstante, desde el punto de vista estratégico, en las últimas dos décadas hemos caminado con luces largas en temas centrales de la economía y hemos perdido esa concepción de largo plazo en temas sociales que incluyen la educación, la salud, la seguridad, la lucha contra la pobreza y el bienestar del ciudadano.

Nuestra sociedad también aprendió que las reformas requieren de un mínimo de consenso social y que no se pueden imponer unilateralmente. La experiencia demuestra que cada vez que una administración intentó cambios sin los debidos consensos, produjo el caos y el enfrentamiento social.

Una constante mundial que rige actualmente la administración pública, y nuestro país no es la excepción, es la necesidad de dialogar, negociar y concertar las acciones para lograr las reformas que requiere el país. El desarrollo de la democracia participativa y el cada vez mayor involucramiento de la ciudadanía y sus representantes en la administración pública conlleva formas complejas, basadas en el consenso, de diseño e implementación de nuevos cambios en la administración.

Los resultados de las reformas en la administración del Estado dependen de un sinnúmero de factores y condiciones especialmente de orden social, técnico y político. La Administración Martinelli ha propuesto un conjunto de audaces reformas que impulsaron bajo la consigna del cambio, pero han tenido dificultad en entender que ésas transformaciones solo son posible con un consenso social que se logra a través de la concertación política. Algunos de sus más importantes dirigentes realmente creen que perderán tiempo si consultan y que además, tienen tantas cosas que hacer y el tiempo es tan corto, que prefieren actuar sin consultar. El resultado es que el cambio que proponen pierde velocidad y genera confrontación.

Hay que estar claros en que el diálogo y el consenso son factores críticos para fortalecer la gobernabilidad y la democracia y que mientras más amplia sea la participación de actores públicos, privados y sociales, mejores serán sus resultados de impacto. La concertación política resulta un proceso particularmente útil para el diseño e implementación de reformas en la administración pública, que ocurren bajo un conjunto de complejas realidades sociopolíticas.

Nuestros dirigentes del gobierno deberían entender que el objetivo fundamental de un proceso de concertación política, es hacer viable el cambio que ellos ofrecieron en su campaña electoral. Durante la formulación de muchas reformas que se prometieron, al someterla a un proceso de concertación, se sacrifican algunos aspectos técnicos a favor de reincorporar elementos políticos que facilitan la aprobación y la implementación de los cambios.

La concertación política no está libre de obstáculos y esto hace que los enemigos de la democracia se apoyen en ello para negar la participación ciudadana. Las dificultades más graves se dan, incluso antes de iniciar los procesos de concertación, provocando con frecuencia que estos no se ejecuten. Estos problemas están generalmente asociados con las actitudes y percepciones de los participantes en dichos procesos.

Una dirección política siempre debe insistir en el diálogo, en buscar consensos con aquellos a quienes se quiere aplicar una reforma. Ese camino es más difícil, pero lleva a la certeza de que el cambio se producirá. Los cambios impuestos solo producen confrontaciones innecesarias y peligrosas. Nos encontramos en el marco de una situación política muy compleja y se hace necesario que todos actuemos con prudencia, sabiduría y visión de largo plazo.

*INGENIERO Y ANALISTA POLÍTICO.

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