• 23/08/2010 02:00

Cuando las lágrimas no son suficientes

Guillermo Ferrufino, el exitoso conductor del programa televisivo ‘Que tal si te digo’, emergió al mundo político como la espuma, rompie...

Guillermo Ferrufino, el exitoso conductor del programa televisivo ‘Que tal si te digo’, emergió al mundo político como la espuma, rompiendo todos los patrones tradicionales en estos menesteres. Su aporte a la campaña presidencial de Ricardo Martinelli, aunque meteórico y satelital, fue significativo.

El actual titular de Desarrollo Social, definido por los analistas políticos como un fenómeno, fundamentó su campaña en una estrategia de marketing político, convirtió su nombre en una ‘marca’, logrando, gracias a la magia de la televisión, que su imagen se catapultara y prevaleciera por encima de su mensaje.

Cada semana, Ferrufino, etiquetado como una fantasía para muchas féminas, explotaba las emociones humanas y convertía los hogares panameños en un mar de lágrimas, al final del camino logró una curul a la Cámara de Diputados por el Circuito 8—5.

Las lágrimas semanales le alcanzaron a Ferrufino para llegar a la Asamblea Nacional, pero son insuficientes para mantenerse intacto y a salvo en el mar de la política criolla, donde los tiburones del PRD y de su propia alianza política amenazan con devorarlo, en la política no hay amigos, hay alianzas.

Hoy, las lágrimas no son suficientes, no son un combustible eterno. El programa 100 para los 70 se debilita y se hace intrascendente. Es mejor intensificar el trabajo y olvidarse del mundo del espectáculo, los proyectos generales son más importantes que los particulares en este período.

El titular del MIDES debe crecer política, educativa y profesionalmente, esa es su parte débil. El estancamiento lo hace vulnerable frente a cualquier campaña de desprestigio. En este mundo no sobrevive el más inteligente ni el más fuerte, sino el que logra adaptarse de la mejor manera a los cambios.

Las acusaciones mediáticas de sobreprecios en algunos productos, mala utilización de viáticos, entre otras burundangas, amenazan con indigestar la gestión transparente del ministro con el mayor porcentaje de aceptación dentro del Gabinete de Ricardo Martinelli.

Todo indica que lo tratan de descalificar, de ensuciarle el agua, convertirlo en un hombre disperso y pensativo, sin personalidad, regresarlo al mundo de los vivos, desmitificarlo y convertirlo en un político tradicional, de esos que hay a montones. Sus adversarios son conscientes de que si un político tiene sensibilidad, capacidad de liderazgo moral, integridad y aceptación pública es al final del camino un político bueno y confiable y particularmente presidenciable.

Ferrufino como buen político debe mantenerse íntegro y con la verdad hacerle frente a las acusaciones que buscan desprestigiarlo, rechazando los malos impulsos y tentaciones, donde la corrupción es el camino para hacer dinero.

El otrora presentador televisivo debe procurar un cambio, dejar las lágrimas de lado, dejar el manejo televisivo tradicional que provoca agonía y hacer el trabajo de ministro de Estado.

Debe reconocer que los puestos, dirigencias y liderazgos son efímeros, que la gestión política y gubernamental se oxigena con la transparencia, veracidad integridad y responsabilidad.

Paralelamente debe prepararse y ser innovador y huir de la demagogia que provoca incredulidad, confusión e inquietud y de la soberbia que erosiona veloz e irreversiblemente la aprobación ciudadana. Hay que tener mucho ingenio para no naufragar en la popularidad.

Ferrufino debe dar el ejemplo con su conducta personal y política debe transmitir la sensación de ser una persona agradable de buena imagen, pero además ser un hombre proactivo dentro del Gabinete y no simplemente un inistro llorón.

Los que ejercen el poder desde cualquier trinchera del gobierno de turno deben ser un ejemplo a la sociedad de rectitud, honorabilidad y decencia. Su vida debe ser totalmente austera, sin manchas, excesos o degradaciones en el interés de que su calidad moral avale sus actuaciones.

El culto al dinero malhabido, el enriquecimiento inexplicable y la ambición desmedida al poder no tienen cabida en el ‘Gobierno del Cambio’. ¡Se puede meter la pata pero no la mano!

*PERIODISTA.

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