• 08/10/2010 02:00

Se busca sentido común

En el contexto en el que lo uso en este artículo, el sentido común es el ejercicio del buen juicio en las decisiones, lo que los anglosa...

En el contexto en el que lo uso en este artículo, el sentido común es el ejercicio del buen juicio en las decisiones, lo que los anglosajones llaman good judgment. Como lo define el diccionario Thesaurus, sentido común es ‘la capacidad de evaluar situaciones o circunstancias con sentido pragmático para llegar a conclusiones sólidas’. Si bien buena parte de los errores en que ha incurrido el actual gobierno pudieran atribuirse a la ‘buena fe’, lo cierto es que en el proceso se ha evidenciado la falta de sentido común.

A manera de ejemplo, podemos mencionar la aprobación del paquete de normas sobre variados temas en lo que se dio en llamar ‘Ley Chorizo’, el manejo de las manifestaciones en Changuinola, las acciones que condujeron a la designación de dos magistrados de la Corte Suprema y a la defenestración de la procuradora general Ana Matilde Gómez, las críticas a las organizaciones de la sociedad civil, la invitación por el presidente Martinelli a los empresarios de un vecino país para que ingresen a la política y asuman el control del gobierno, y el manejo de las informaciones sobre la lucha contra el narcotráfico en la frontera con Colombia.

La cereza se la colocó al pastel el presidente Ricardo Martinelli cuando recibió con honores en su partido, Cambio Democrático, a políticos de oposición que cambiaron de toldas solo para tener acceso al presupuesto estatal. Mi sentido común me dice que cuando el presidente recibe con los brazos abiertos a un alcalde de una facción opositora investigado por actos de corrupción para que ingrese a su partido, y dice eufórico ‘¡Este es mi alcalde!’, está enviando un mensaje a los tribunales de justicia en donde se investiga a dicho alcalde. También envía un pésimo mensaje a los electores que apoyamos su propuesta de impulsar la lucha contra la corrupción.

La ocurrencia de estos hechos, que en nada han ayudado a la buena imagen del gobierno, nos lleva a echar de menos a sabios asesores de otros gobiernos, como lo fueron José Isaac Fábrega, Diógenes de la Rosa, Miguel J. Moreno, Ernesto J. Castillero y muchas otras figuras preclaras de nuestra vida republicana. Su sentido común sirvió de guía a los gobiernos para tomar acciones correctas y prudentes en momentos difíciles.

En un artículo reciente titulado ‘Cuatro vías para que los líderes ejerzan buen juicio’, John Ryan, presidente del Centro mundial de Liderazgo Creativo, con sede en los Estados Unidos, sostiene que los líderes con ego fuera de control suelen ser más propensos a la toma de decisiones insensatas. ¿Por qué? ‘Porque el ego fuera de control desvía al líder del buen juicio’, responde. Además, sostiene, esta conducta conduce a la autocomplacencia y a la arrogancia.

El buen juicio, combinado con una visión clara de los problemas y una buena comunicación, es clave para desarrollar un liderazgo efectivo, subraya. En su opinión, el buen juicio comienza con la humildad, que debe llevar al dirigente a reconocer que no todo lo sabe. Abraham Lincoln, quien presidió a los Estados Unidos en el periodo más difícil de su historia, practicó la humildad con sus subordinados de manera ejemplar y se hizo famoso por incorporar a su equipo a adversarios políticos. No dudaba en designar a un adversario, si consideraba que el país necesitaba sus conocimientos y destrezas. ¡No lo hacía por razones politiqueras!

Un buen líder debe escoger asistentes y asesores expertos en sus respectivos temas que presenten posiciones razonadas y respetar sus puntos de vista; nunca debe forzarlos a adoptar su posición. ‘Colocar a las personas adecuadas en los cargos, escuchar sus puntos de vista con respeto, dotarlas de los recursos necesarios para desempeñarse, permitirles cumplir sus funciones y ejecutar sus proyectos’ son claves para el éxito de la gestión de un líder.

Pero cuando los funcionarios no dan la talla y el logro de las metas propuestas se dilata o sencillamente estas no se materializan, entonces cabe su remoción, apunta el experto en liderazgo creativo. ‘No espere demasiado para actuar cuando tenga a la persona equivocada en un cargo’, advierte Ryan. La experiencia indica que un funcionario con una historia de pobre desempeño frustra a sus subordinados e induce a la ineficiencia.

El exitoso político canadiense Michael Ignatieff, historiador y escritor que ha sido catedrático en las universidades de Cambridge, Oxford, Harvard y Toronto, es un convencido de que en política, como en todas las actividades, no hay mejor camino que el que indica el sentido común. Él considera que los líderes prudentes se obligan a escuchar tanto a sus aliados como a sus adversarios. Y apunta: ‘He aprendido que adquirir sentido común en la política comienza por admitir los errores’. ¿Habrán hecho lo propio nuestros gobernantes?

*PERIODISTA.

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