• 29/10/2010 02:00

La gloria republicana

Ú ltimamente he enfocado mis lecturas en el pensamiento republicano. Lo hago con el propósito de tratar de entender (para cambiar) aspec...

Ú ltimamente he enfocado mis lecturas en el pensamiento republicano. Lo hago con el propósito de tratar de entender (para cambiar) aspectos de la realidad, y en mi afán de abarcar el significado —a mi parecer profundo y potencialmente liberador— de la cláusula republicana de nuestra Constitución Política. Empero a todos los fines no se llega linealmente.

En mi último escrito intenté hacer una reflexión respecto de la política y la naturaleza humana, para finalmente, plantear sendos objetivos políticos del pensamiento republicano; y, por supuesto, destacar la recompensa que, a juicio de los pensadores clásicos, obtendría el príncipe que alcanzará esos fines para su república. Esa recompensa era la gloria.

Pero, ¿qué es la gloria?, ¿cómo se alcanza?, ¿para qué sirve? Para responder, abrevaré de alguna de las fuentes de un icono del pensamiento republicano clásico, Marco Tulio Cicerón, y de pensadores republicanos contemporáneos, como Hannah Arendt.

Empecemos por lo segundo. En su obra De los Deberes, Cicerón da las condiciones necesarias para conseguir la gloria: a) tener el amor del pueblo, b) tener la confianza del pueblo, c) tener la admiración del pueblo. Cicerón también consideraba que era indispensable la justicia, para quien desea alcanzar la gloria.

Según el autor latino, el amor del pueblo se consigue ‘sobre todo con beneficios, en segundo lugar con la buena disposición para hacer el bien, aunque no tengas muchos medios para ello. Se suscita grandemente el amor de la multitud con la fama y reputación de liberalidad, de beneficencia, de justicia, de fidelidad y de todas las virtudes que guardan relación con la suavidad de costumbres y la delicadeza’.

Por su parte la confianza podía granjearse por dos medios: ‘si sabemos ganarnos la fama de prudentes y al mismo tiempo de justos. Porque tenemos confianza en quienes creemos que son más inteligentes que nosotros o que prevén las cosas futuras y, cuando debe obrarse y en los momentos críticos, pueden salir del paso y hallar una solución pronta y acertada. Esta es la que los hombres consideran una prudencia útil y verdadera’.

Cicerón continúa afirmando que ‘de estas dos virtudes la que tiene más fuerza para generar confianza es la justicia, puesto que ella sin la prudencia tiene bastante autoridad, pero la prudencia sin la justicia no sirve para obtener confianza... la justicia unida a la inteligencia tendrá toda la fuerza que quiera para inspirar confianza. La justicia sin la prudencia tendrá mucha fuerza; la prudencia sin justicia, ninguna’.

Estas afirmaciones nos llevan a preguntarnos ¿y qué es la justicia para Cicerón? y sobre todo ¿por qué surge la justicia?

Pues bien, podemos decir de manera sucinta que para nuestro autor la justicia consiste en no perjudicar a nadie, en servirse de lo privado como privado y de lo común como común, y en mantener la fidelidad en las promesas y los pactos.

Estos señalamientos sobre la justicia adquieren su adecuada relevancia cuando se concatenan con lo que, a juicio del autor, es la razón de ser de la justicia: ‘Pues viéndose la multitud miserable oprimida por los más poderosos, buscaba la protección... apartando la injusticia de los más débiles, estableciendo leyes iguales para todos, mantenía en igualdad de derechos a los humildes y poderosos... La justicia por consiguiente hay que mantenerla y conservarla a toda costa, ya por sí misma... ya con miras al acrecentamiento del honor y de la gloria que procura’.

Sobre los temas que generan la admiración de los pueblos, tal vez discurriremos en otra ocasión. Sirva agregar de momento que los pueblos, según nuestro autor, admiran a las personas virtuosas que no temen a la muerte, al dolor, al destierro, a la pobreza, y a los que no se dejan llevar por el dinero.

Dicho esto, podemos al fin plantearnos ¿y en definitiva, qué es la gloria? Aquí puede decirse que es ‘la cálida admiración por parte de los otros’. No obstante, en un sentido profundo, es más trascendental la pregunta ¿para qué sirve la gloria?

Ello porque la respuesta puede ser simple y sobrecogedora: sirve para alcanzar la inmortalidad.

Porque como bien dijo Hannah Arendt: ‘Fue la certidumbre de la muerte la que impulsó a los hombres a buscar fama inmortal en hechos y palabras y la que les impulsó a establecer un cuerpo político que era potencialmente inmortal. Por eso la política fue precisamente un medio por el que escapar de la igualdad ante la muerte y lograr una distinción que aseguraba un cierto tipo de inmortalidad’.

Tal vez habrá quien encuentre vano el esfuerzo por alcanzar la gloria. No obstante, considero importante para nuestra sociedad la realización de algunos de los medios para alcanzarla, sobre todo la práctica de la justicia por los gobernantes; quienes no deben olvidar el afán de justicia que motiva a los pueblos, recordando que se requiere tener de ellos su amor, admiración y, sobre todo, su confianza.

Para ello no importa si no somos prudentes, lo indispensable es ser justos. Si no se olvida esta ruta, aún es posible alcanzar la liberación de los seres humanos respecto de la opresión. Meta no solo deseada, sino merecida por todas/os las/os panameñas/os.

Ojalá, en un fuerte sentido etimológico, así sea.

*ABOGADO Y ANALISTA POLÍTICO.

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