• 08/11/2010 01:00

Lecciones de tolerancia

Creo que cada momento en que se ha tenido que definir un cambio notable en las relaciones sociales o políticas, que ha sido, no solo est...

Creo que cada momento en que se ha tenido que definir un cambio notable en las relaciones sociales o políticas, que ha sido, no solo estratégico, sino necesario para la pacífica convivencia, siempre se ha ejecutado con la intención de sumar a la causa en vez de marginar, restar o, en el peor de los casos, eliminar a copartícipes.

La historia del Istmo y de sus pobladores está repleta de momentos cruciales y de decisiones necesarias. Las generaciones de los últimos 50 años, como protagonistas y conductoras de su historia, han vivido algunos de los acontecimientos históricos más significativos de la nacionalidad. Me enorgullece ser parte de esta generación. Vivido en esta época. Cumpliendo con un compromiso de ofrecer mi trabajo y mis ideas por el bien de la Nación.

Al margen de lo que dictan los textos históricos, tuve fieles referencias casi directas por parte de familiares y conocidos ya fallecidos de eventos tan remotos como la llegada al Istmo de los franceses. Aprendí sobre el arribo de los emigrantes para la construcción del Canal americano a inicios del siglo pasado. Escuché relatos sobre la mudanza de mi abuela a una de las nuevas avenidas en la ciudad de Colón, ya casi terminada las obras del Canal. Provenían de los poblados improvisados que existían a lo largo de lo que hoy es el Corte Culebra y conocieron y anduvieron por los otros poblados que hoy descansan en el fondo del Lago Gatún justo antes de su creación.

Crecí escuchando narraciones —algunas muy folclóricas y subjetivas— sobre la huelga inquilinaria, la situación de supervivencia en el país durante los años de la Segunda Guerra Mundial; el asesinato del presidente Remón y los varios gobiernos de Arnulfo Arias, entre otros hitos históricos. Todos dentro de una perspectiva cultural subrayada y definida por mi ascendencia afroantillana y la cultura de mis antepasados.

Pero algo que siempre estuvo en sus narraciones fue que siempre imperó la idea de la inclusión. Las voces que pregonaban el sectarismo cultural, fueron aplacadas por hechos concretos de inserción. Y mis antepasados respondieron con una conducta de participación, de opinar y dejar que su voz colectiva se escuchara sobre todos los aspectos de la vida de la nación.

Eso hicieron sobre la Constitución de 1941. Sobre su rechazo al sistema de Gold y Silver Roll. Y siempre con la convicción de que participando se tenía la oportunidad de construir mejores oportunidades para ellos, para nosotros y para nuestros descendientes.

Marcado por los episodios históricos que el país había vivido desde el 9 de Enero de 1964 y armado de los principios de mis antepasados, en 1977, como graduando de la secundaria, viví intensamente las inquietudes políticas y sociales de mi generación. Eran los últimos meses de las negociaciones de los Tratados Torrijos—Carter. Participaba con el resto de mi clase graduanda de las discusiones y las manifestaciones callejeras de apoyo, con la convicción de que para la nación era lo indicado.

Han pasado un poco más de 33 años en que el sentido de la oportunidad que nos dimos mis compañeros y yo, cristalizó un sueño que inició el 3 de Noviembre de 1903 y ha más que servido para reafirmar como acertada la decisión tomada por los que expresamos nuestro apoyo patriótico tan decididamente en 1977.

Hoy, cuando marcamos 107 años de vida republicana, queda mucho por hacer en términos de garantizar espacios de crecimiento, respeto y desarrollo para todos los sectores. Para los que no tienen oportunidades; para los que están marginados, para los que se sienten apartados. Pero desafortunadamente, en el seno de muchos grupos que pretenden la representación general, coexiste un ambiente de intolerancia e irrespeto por las opiniones divergentes.

Han convertido el espacio de propuestas para mejorar el futuro, en un látigo irreverente que no permite contrastes, discrepancias u otras propuestas. En una lucha personal por adueñarse de la verdad compartida y del camino de reivindicaciones que cientos de miles de personas hoy aún transitan. Han jurado defenderse a toda costa; de ‘no dejarse de nadie’; de destruir a cualquiera que parezca un oponente y que pretender aspirar al mismo espacio a la cual aspiran, en vez de tender puentes de cooperación y entendimiento. No conozco ningún movimiento de reivindicación social que logre su cometido restando a amigos y adeptos en vez de sumarlos. Atacándoles inmisericordemente.

Mis antepasados y yo, y las personas con las que crecí sabemos de marginaciones. Al igual que en el pasado quedan muchas cosas por hacer, en particular por las clases más necesitadas y para los desposeídos. Pero para avanzar una causa, la causa de todos los desventajados, debemos hacerlo con respeto y tolerancia; con el cuidado de no seguir disminuyendo el futuro de todos.

*COMUNICADOR SOCIAL.

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