• 24/11/2010 01:00

Si digo lo que pienso, ¿me respetas?

El método es quizá tan antiguo como el existir humano en sociedad. Si uno dice lo que el otro desea escuchar, seguramente recibirá alaba...

El método es quizá tan antiguo como el existir humano en sociedad. Si uno dice lo que el otro desea escuchar, seguramente recibirá alabanzas. No solo por su acierto, por su inteligencia y buen juicio, sino incluso por otras cualidades externas o internas, reales o imaginarias.

En cambio, si uno dice lo que contraría al oyente, seguramente será descalificado. Se dirá de él, por ejemplo, que le falta libertad, que es un pobre esclavo de prejuicios, que no tiene un pensamiento autónomo, tal vez que está ‘plagiado’ por otros, que carece de iniciativa, que no entiende bien las cosas, que le falta memoria, que esconde proyectos llenos de malicia.

Es justo reconocer que no todos reaccionan así cuando encuentran a alguien que expresa opiniones contrarias a las propias. Hay quienes tienen ideas más o menos definidas, al mismo tiempo que acogen a quienes piensan de otra manera con un gran respeto, con altura intelectual, con educación, con un auténtico sentido de justicia.

Entrar en un debate en el que llegan golpes bajos y críticas fáciles, a veces bajo la oscuridad del anonimato (que tanta fuerza tiene en el mundo de Internet) resulta penoso, triste, incluso puede llevar a deseos de venganza.

Si la ‘víctima’ sucumbe a la lógica de la malicia y responde al mismo nivel, el atacante no solo habrá denigrado a su ‘adversario’, sino que le habrá inoculado su propio veneno: lo peor ante la injusticia es responder de modo injusto, porque nunca será correcto recurrir al mal para combatir a un agresor malicioso.

En cambio, si uno adopta y mantiene actitudes dignas; si sabe descubrir que detrás del ‘atacante’ hay un corazón frágil y débil como el propio; si perdona sinceramente a quien ofende con palabras o actitudes abiertamente injustas y agresivas; entonces es posible vencer al mal con actitudes buenas.

*SACERDOTE Y FILÓSOFO. ROMA, ITALIA.

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